Nota del editor: La serie Boricuas en la Luna destaca las historias de los puertorriqueños que han extendido las fronteras de la Isla al establecerse por el mundo, cargando con nuestra bandera, cultura y tradiciones.

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El corazón le apretaba el pecho. Caminaba lento, pese al frío, para preservar toda energía posible. “Lo voy a lograr, lo voy a lograr”, se coreaba a sí mismo.

El carolinense Raúl Nieves atravesaba los últimos 400 metros desde Gilman’s Point hacia el tope del monte Kilimanjaro, el volcán inactivo en Tanzania y la montaña independiente más alta del mundo que asciende a 19,340 pies de altura.

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Ya en el pico, a -25 grados Fahrenheit, aún le apretaba el pecho. Esta vez, ya no era por agotamiento, sino por la euforia de ser boricua, mientras colocaba la Monoestrellada en el monte africano.

“Me (sentí) bien boricua, me (sentí) bien nacionalista, adujo Nieves a Primera Hora.

“Me dio una emoción, sentí que quería llorar de tan hermosa era la experiencia. No pude llorar, porque hacía tanto frío que estaba más preocupado con seguir caminando… yo decía ‘wao, estoy aquí y lo voy a lograr’”, continuó el puertorriqueño radicado en Carolina del Norte.

“¿Qué hago aquí?”

Nieves cumplió el hito el pasado mes de agosto a través de la compañía Eco Africa Climbing.

El trayecto era de nueve días, por lo que estuvo en Tanzania desde el 20 de agosto al 31 de ese mes.

Luego de un largo proceso de vacunación, solicitudes para pasaportes de salud y visas y un pago de $10,300, suma total entre él y su compañero de viaje y amigo de niñez, John Lucadamo, inició la travesía.

Además de Lucadamo y Nieves, en la caminata los acompañaron otras dos personas, una madre y su hijo de 18 del estado de Oregón. Las otras 13 personas incluían al guía asistente, un cocinero y personas que estaban “para asegurar que no muriéramos en el camino”, aseguró Nieves entre carcajadas.

Al principio, el ambiente era uno similar al de El Yunque, emulando una selva tropical.

“La primera media hora yo sentía que me iba a dar un ataque al corazón, porque tú vas vertical, estás caminando, pero tú vas caminando agarrando piedras y vertical. En esa media hora pensé lo mismo, dije ‘¿qué yo hago aquí? ‘¿Qué yo hago en vez de estar en mi casa tranquilo?’”, rememoró.

“En esencia, tú vas zigzagueando hasta llegar al tope. Gracias a Dios llegué al tope y no tuve problemas con la altura”, agregó.

En el principio de la subida, recordó entre risas las “carreritas” que le provocó a todo el grupo el consumo de hamburguesas de carne “dudosa”. Siendo él el primero en enfermarse por el almuerzo, se escondió detrás de un pedregón, haciendo de su escondite un inodoro improvisado, solo para ver un grupo de suecas “hermosas” llegar al lugar.

“Fue un momento bien interesante”, recordó riéndose.

Cuanto más andaban, más diverso era el panorama, pues ya el segundo día los alrededores eran de un desierto con temperaturas “brutales” que sobrepasaban los 100 grados Fahrenheit.

A los 10,000 pies de elevación, las noches se convirtieron gélidas, de temperaturas que bajaban a 40 grados. En el tope, sin embargo, la temperatura descendió a -25 grados.

“No puedes estar más de cinco a seis segundos ahí”, narró el hombre de 43 años.

“Fue lo más hermoso que vi en mi vida, las estrellas claritas, miras para atrás y estás encima de las nubes, ves los ‘snow caps’, la nieve, y cuando empieza a subir, empezamos a subir a las 10 de la noche y llegamos al tope a las 7 y pico de la mañana”, detalló.

Lo próximo

Cuando Nieves y Lucadamo eran jóvenes, escalar Kilimanjaro siempre fue una meta que compartían. Pero, la falta de fondos monetarios inhibía que se cumpliera.

Un año atrás, Lucadamo lo volvió a sugerir, a lo que Nieves aceptó de manera entusiasta.

La próxima parada sería el Monte Fuji, en Japón, y “si algún día de aquí a mis 55 (años) logro tener $160,000 para botar, me tiraría la excursión de Everest”, adelantó.

Su vida en Estados Unidos

Nieves vive en Carolina del Norte con su esposa, la bayamonesa Valerie Sastre Córdova, y su “perrihijo” Fidel.

De joven, cursó en la escuela superior Ramón Vila Mayo, en San Juan, y, luego, estudió un bachillerato en inglés como segundo idioma en la Universidad de Puerto Rico, en Río Piedras.

Trabajó un tiempo en Puerto Rico como docente antes de mudarse a Nueva York y, luego, a Carolina del Norte, por el trabajo de su esposa. Allí, se convirtió en ingeniero y, ahora, es gerente de operaciones de Pfizer, mientras persigue un doctorado en psicología industrial.

En el estado sureño, vive cerca de su madre y única hermana.

“Me encantaría regresar (a Puerto Rico) en un futuro, como en unos 10 añitos más cuando por fin pueda comprar un apartamento en Rincón”, expresó.

Por ahora, vive añorando comer pan sobao de la panadería Lemy, beberse todo el café puertorriqueño, estar en una de nuestras muchas playas, compartir una tripleta de El Churry con su esposa, mientras continúa colocando la bandera puertorriqueña en los picos más altos del mundo.

¿Eres o conoces de algún boricua que vive fuera de la isla y quiere contar su historia? Escribe a historiasph@gfrmedia.com.