Nota del editor: La serie Boricuas en la Luna destaca las historias de los puertorriqueños que han extendido las fronteras de la Isla al establecerse por el mundo, cargando con nuestra bandera, cultura y tradiciones.

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Siempre ha sido aventurera, atrevida y vivaz. Mantenía a sus padres entretenidos, pues de pequeña decía ser residente de “alguna parte de Europa”, al punto de que los confundía con su idioma creado “europeo”.

Y es que la aguadeña Krystal Vargas Olivencia, con su jovialidad y risa contagiosa, siempre supo que no había límites en la vida. Reconocía que un día exploraría tierras lejanas, más allá de la isla que la vio nacer. Efectivamente, hoy día es residente de Bruselas, en Bélgica, su hogar desde el 2020.

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“Puedo decir que estoy cumpliendo todos los sueños que siempre he tenido desde niña”, compartió en entrevista con Primera Hora.

“Cuando era pequeña, mis padres estaban súper confundidos que yo pasaba balbuceando y creando conversaciones que nadie entendía porque no eran en español y yo decía que era otro idioma, porque yo estaba en Europa, alguna parte de Europa. Entonces, también decía que estaba viajando por Europa, por trabajo”, agregó.

Su sentido de explorar no se limitó a confines terrestres, pues también confesó siempre guardar “curiosidad por la intimidad, la conexión y el placer”.

A principio, esta curiosidad se mantenía en conversaciones con sus amistades. Pero, no fue hasta que su amigo de “toda la vida” le agradeció su apertura al escucharlo y ser una mano amiga mientras él exploraba su propia sexualidad e identidad.

“(Me dijo) ‘nunca sentí que me juzgaste. Gracias a eso, soy la persona, pude abrirme y no sentir la vergüenza de estar experimentando’”, rememoró Vargas Olivencia, de 30 años. “Eso para mí me abrió los ojos muchísimos. Después de esta conversación me di cuenta que es un patrón (con las conversaciones que tengo con la gente). Por alguna razón, sabía algo que no necesariamente las otras personas no sabían”, añadió.

Así, Vargas Olivencia decidió formalizar la ayuda que ya ofrecía naturalmente, preparándose holísticamente a través de The Somatica Institute, convirtiéndose en una sexóloga somática. Su educación está respaldada por The American Board of Sexologist de Estados Unidos y The Association of Somatic and Integrative Sexologist de Europa.

“No quería estudiar el típico doctorado con el foco psicológico y estar dos años estudiando la psicología de hombres, buscando psicología de hombres, porque sabemos que a las mujeres (y) nuestros cuerpos es lo último que se está investigando, realmente. No quiero esa línea, quiero algo que conecte con el cuerpo. Algo más holístico”, explicó al indicar que, tras dedicarse a una amplia gama de profesiones a través de los años, finalmente ha encontrado algo que le “apasiona”.

Confesó que, aunque el guiar a otros en conocer sus intimidades e identidades es una práctica de liberación y conocimiento personal, aún es un tabú e intimida a muchos, máxime por las normas sociales que condenan estas conversaciones.

Con su apertura, marcada por la ausencia de juicio, Vargas Olivencia busca revertir esto a través del lente de entender la intimidad como una conexión “profundamente personal”, influenciada por las emociones, vulnerabilidades, apegos y hasta traumas que arrastramos de la niñez lo que nos llevará a vivir una vida sexual y de relación plena, estableció.

El camino hacia Bélgica

Vargas Olivencia, nacida en Mayagüez pero criada en Aguada desde los ocho años, comenzó en el 2012 a cursar lenguas modernas en la Universidad de Puerto Rico (UPR), recinto de Aguadilla. Sin necesariamente saber que se mudaría a Bélgica, estudió francés, idioma que utiliza ahora a diario.

Luego de un año en Aguadilla, se transfirió al recinto de la UPR en Río Piedras. Pero, el embate del huracán María en el 2017 la impulsó a pausar sus estudios y salir de Puerto Rico.

“No, lo que yo vi en Puerto Rico fue súper intenso. Lo que vi en San Juan fue bien intenso y como que yo no podía manejar lo que estaba pasando en Puerto Rico decido buscar un vuelo”, narró.

Afortunadamente, tenía un amigo, bueno, conoció a un joven al que describió como “random” en el 2016 durante un viaje a Europa con sus colegas universitarios, donde visitó a Islandia, Hungría, Holanda, República Checa, Ucrania y Francia, que vivía en Nueva Jersey. Tal si fuera un acto divino, el “chico random” le escribió la misma noche que buscaba boletos y le ofreció estadía.

“Me voy a Estados Unidos con un tipo ‘random’”, confesó a carcajadas.

“Era como dos meses después de María. Me pongo a buscar en Internet, con el poco Internet que había, y encontré un vuelo en 90 pesos, que eso no existía porque los vuelos estaban súper caros y le escribí a un tipo ‘random’ que conocí un año antes de María. Me escribió la misma noche que estaba buscando vuelos (y le pregunté) ‘¿me puedo quedar un tiempo contigo?’ Y me dijo ‘la verdad, tírate. Si necesitas una semana, un mes, lo que sea y cuando quieras regresar a Puerto Rico’”, recontó entre risas al confesar que fue a Nueva Jersey “como pana, (pero) terminé siendo jeva”.

En Nueva Jersey, trabajó como coordinadora para asegurar que personas con autismo tuvieran el apoyo de trabajadores sociales.

Cuando esa relación finalizó, conoció a un belga con quien mantuvo una relación a distancia. Durante este tiempo, regresó a Puerto Rico para culminar sus estudios en el 2019.

Al finalizar su carrera universitaria, trabajó como asistente paralegal para un abogado de quiebras en Bayamón, pero llegó el momento de decidir: ¿se quedaba en Puerto Rico o acompañaba a su pareja a Europa? Debido al trabajo de su pareja, era más “factible” mudarse a Bélgica.

La mudanza, sin embargo, coincidió con las restricciones por el COVID-19, por lo que se aplazó hasta julio de 2020.

Se queda en Bélgica

Aunque la relación culminó, Vargas Olivencia ha encontrado su hogar en Bruselas. Una de las razones principales que la atan al lugar es que se ha convertido en su “oasis” de salud, ya que tiene diabetes.

“Por ahora me quedo, porque yo soy diabética desde los ocho años y el sistema de salud de Bélgica es mi oasis”, dijo al indicar que en Nueva Jersey llegó a ver frascos de insulina de hasta $700.

Ahora, con un “sistema de inteligencia artificial en el brazo” por el que no paga “absolutamente nada”, entiende que la adquisición de insulina y el cuidado que recibe en el país europeo es lo más óptimo, por lo que no piensa regresar a Puerto Rico.

No obstante, los inviernos “bárbaros” de Bélgica la han llevado a considerar vivir seis meses en otro lugar más cálido.

“El invierno es un papelón. Yo vengo de una playa. Yo soy de Mayagüez, de Aguada. O sea, na que ver”, comentó riéndose.

Conexión con la familia

Las llamadas a sus padres, así con sus siete hermanos y hermanas, no fallan. Pero, la más consistente es la que sostiene con su padre, quien la guía en la cocina.

Y es que en Bélgica es “la designada en cocinar comida boricua”, elaborando pernil, asopaos de pollo o salchichón y hasta pan de maíz idéntico al de la panadería Oasis, de Aguadilla.

En cuanto a la comunidad, son pocos puertorriqueños, ya que Bruselas “es una ciudad transitoria”. Pero, mantiene amistad con un módico grupo de siete boricuas, conectados en un grupo de WhatsApp.

¿Eres o conoces de algún boricua que vive fuera de la isla y quiere contar su historia? Escribe a historiasph@gfrmedia.com.