Nota del editor: La serie Boricuas en la Luna destaca las historias de los puertorriqueños que han extendido las fronteras de la Isla al establecerse por el mundo, cargando con nuestra bandera, cultura y tradiciones.

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“Tome alemán como electiva en la universidad y terminé en Alemania”.

Así resumió Zunamys I. Carrero el inicio de una experiencia que, más allá del idioma, le abrió la puerta a un camino inesperado donde su vocación científica y su deseo de servir a otros terminaron encontrando sentido en Europa.

Carrero nació en Hawái, Estados Unidos, mientras su padre —de origen puertorriqueño— cumplía servicio militar en ese estado. A los cinco años, se trasladó junto a su familia al pueblo natal de su madre, Aguadilla, donde descubrió su amor por la playa, las montañas y el entorno natural que marcaría su niñez.

“Desde pequeñita iba mucho a la playa. Recuerdo que mi abuelo me buscaba al kindergarten y después me llevaba a la playa a pasear y también al cementerio, que es algo extraño, pero caminábamos por el cementerio. Nos gustaba que quedaba frente a la playa y todos los días íbamos para la playa”, rememoró la aguadillana en entrevista telefónica con este diario.

“Mi abuelo era cartero y todo el mundo lo conocía en Aguadilla, así que cada vez que me iba a buscar, pues era siempre saludando a mucha gente. La playa era súper importante para nosotros”, continuó diciendo al recordar su niñez en Puerto Rico.

A corta edad, asegura, ya sabía que se dedicaría a las ciencias.

“Me regañaban porque yo me la pasaba mezclando todos los químicos que encontraba. Yo siempre decía que iba a ser científica”, mencionó también.

Y así fue. En el 2004, mientras cursaba la escuela superior en el Liceo Aguadillano, sabía que optaría por las ciencias. Cuando llegó el momento de decidir a qué universidad acudir, conoció —gracias a amistades cercanas— el entonces nuevo programa de Biotecnología Industrial del Recinto Universitario de Mayagüez (RUM) de la Universidad de Puerto Rico (UPR) y optó por esa alternativa.

“Yo estaba dudosa, no sabía si hacer ingeniería química o biotecnología, no tenía como quien me aconsejara, pero a fin de cuentas decidí entrar por biotecnología industrial”, recordó sobre esa etapa.

La decisión la llevó a mudarse a Mayagüez, donde comenzó su formación universitaria y una nueva etapa de vida lejos de la costa aguadillana.

De Aguadilla a Mayagüez

Vista del edificio de Administración del RUM. (Jorge A. Ramírez Portela)
Vista del edificio de Administración del RUM. (Jorge A. Ramírez Portela) (Jorge Ramirez Portela)

Para Carrero, mudarse a la “Sultana del Oeste” supuso un cambio abrupto en su rutina diaria. Era la primera vez que se alejaba de su hogar, de su madre y de su hermano menor, quien aún era pequeño. “Se me hizo bastante difícil porque yo nunca había vivido sola. Siempre he sido bien apegada a mi mamá, y también tenía a mi hermanito... incluso hasta un perro. En ese momento sentía como si estuviera abandonando a toda la familia”, recordó también.

Según narró, hubo muchos momentos en los que se sintió triste. Sin embargo, a medida que avanzaban las clases, encontró en la comunidad universitaria del Colegio —como se conoce al RUM— un refugio que le permitió enfocarse en lo positivo que traía consigo esta nueva etapa.

“Llegó un punto que vi que había otro mundo. Y ahí fue que empecé a valorar más mi independencia, a conocer gente de diferentes partes de la isla. Yo vivía en Aguadilla, pero no conocía a nadie de Juncos ni de Moca, por ejemplo, y para mí eso fue como descubrir otro mundo”, expresó.

Pronto, Carrero se acostumbró a esa nueva vida. Los años en el llamado Colegio pasaron “volando”, y en 2009, celebró el tradicional lanzamiento de birrete que simboliza el cierre de una etapa y el inicio de nuevos retos fuera de la vida universitaria.

Un año difícil

Cuando Carrero culminó su bachillerato, Puerto Rico y Estados Unidos atravesaban la “Gran Recesión”, el fenómeno económico provocado por la llamada “burbuja inmobiliaria”, que llevó a un aumento insostenible en los préstamos hipotecarios y al colapso de varios bancos. La crisis requirió un masivo rescate financiero por parte del gobierno federal bajo la presidencia del demócrata Barack Obama. Ese panorama dificultó que, como joven recién graduada, pudiera integrarse a la fuerza laboral.

Entonces, tomó la decisión de regresar a Aguadilla con su familia.

“Ahí es que empieza, yo digo, mi etapa de turbulencia. La idea era que yo me graduaba de Biotecnología y yo iba empezar a trabajar en Amgen, en Abbott o en Pfizer, o en alguna de estas farmacéuticas. Pero no había ningún trabajo. Yo estaba tratando de lanzar resumé a todos lados y no conseguía trabajo en ningún lado”, indicó.

La búsqueda intensa de trabajo se extendió por más de tres meses. Fue entonces cuando su novio —quien también se había graduado del Colegio de Mayagüez y enfrentaba la misma incertidumbre laboral— le comentó que había aceptado un puesto como ingeniero en Misisipi.

Carrero continuó buscando oportunidades en Puerto Rico por un tiempo más, pero al no obtener resultados, decidió usar la dirección de su entonces pareja en Misisipi para enviar su resumé a varios laboratorios y hospitales en ese estado.

“Yo empecé a solicitar a hospitales porque a veces los hospitales hacen investigación. Me puse a solicitar y me ofrecieron una entrevista. Ahí mismo me compré un pasaje one way”, recordó.

Nerviosa acudió a la entrevista. Para su sorpresa, esa misma tarde recibió la llamada con la sorpresa de que el trabajo era de ella.

“Yo di un clase de respiro. Le dije ahí mismo al que iba a ser mi jefe: ‘yo en realidad vivo en Puerto Rico, vine con una maleta, usé la dirección de mi novio, y de verdad que estoy súper agradecida’. Así mismo le dije”, relató entre risas.

Al día siguiente, sin perder tiempo, fue a un concesionario de autos local y aprovechó una oferta para recién graduados: cero pronto, cero interés. “Me compré un carro al otro día. Estaba decidida a quedarme”, contó.

Durante ese tiempo, trabajó como técnica de laboratorio en un centro de bioquímica, un entorno que terminó marcando el rumbo de su carrera.

“Trabajaba tanto y me gustaba tanto... Entonces pensé: si ya estoy haciendo tanta investigación, trabajando como técnica, ¿por qué no hacer el doctorado?”

La estadía de Carrero en Misisipi, que inicialmente parecía temporal, se extendió luego de que decidiera comenzar un doctorado en bioquímica. La enfermedad de su abuela —con quien creció en Aguadilla y que fue diagnosticada con cáncer— despertó en ella un profundo deseo de entender mejor esta condición. “Yo me obsesioné con querer tratar de entender toda su enfermedad, pues yo sabía que no había cura”, recordó. Esa experiencia personal la impulsó a enfocarse en el estudio de las células cancerosas, con el propósito de investigar y comprender más a fondo lo que enfrentaba su abuela.

Tras culminar sus estudios doctorales y justo cuando sentía que por fin había alcanzado cierta estabilidad, su pareja la sorprendió con la noticia de una nueva oferta laboral. Esta vez, sin embargo, no se trataba de otro estado dentro de Estados Unidos, ni de Puerto Rico, sino de un nuevo país, en un continente completamente desconocido para ella: Holanda.

Holanda

La llegada a Holanda no fue sencilla para Carrero. Aunque el país le pareció hermoso, organizado y lleno de cualidades que admiraba —como su eficiencia, tranquilidad y respeto por la diversidad—, enfrentó desafíos significativos desde el inicio. El idioma fue el primero de ellos. Aunque tenía conocimientos de alemán, el holandés resultó ser un reto completamente distinto. Las palabras largas, llenas de vocales y consonantes, le parecían casi indescifrables, según contó.

Al llegar, incluso lloró al darse cuenta de que no había montañas como las de Puerto Rico, un paisaje al que su corazón estaba profundamente atado. Durante sus primeas semanas, llegó a cuestionarse si realmente debía estar allí. Sin embargo, poco a poco descubrió que la mayoría de los holandeses hablaban inglés y que, además, eran bastante receptivos hacia la cultura estadounidense, lo que facilitó su adaptación.

En Holanda trabajó en un instituto dedicado a la investigación científica, donde se dedicó, específicamente, a estudios relacionados con el cáncer. Este trabajo le permitió continuar la línea de investigación que había iniciado durante su doctorado, una motivación muy personal para ella. Aunque los procesos burocráticos en Holanda le parecieron exigentes —desde los impuestos hasta el acceso al plan médico—, también reconoció que el sistema estaba pensado para funcionar con precisión. “Que si yo me preocupaba por estar de Aguadilla a Mayagüez para independizarme, pues allí viviendo en Holanda fue como que la prueba real”, reflexionó.

Poco después de haberse adaptado a la vida en Holanda, su contrato de trabajo terminó, justo cuando también atravesaba una separación de pareja. Fue entonces cuando comenzó a mirar a Alemania como su próxima opción.

Alemania

Zunamys I. Carrero, boricua en Alemania
Zunamys I. Carrero, boricua en Alemania (Suministrada)

Aunque inicialmente aceptó una oferta en la industria farmacéutica en Berlín, la decisión no terminaba de convencerla. Las dificultades para conseguir vivienda en la ciudad, sumadas al hecho de que el puesto representaba más de lo que ya había hecho en su carrera, la hacían dudar. Justo el día en que recibió el contrato para firmar, un giro inesperado cambió el rumbo de su vida profesional.

Un mensaje de LinkedIn, seguido por un correo electrónico, la puso en contacto con quien hoy es su jefe. Él había conseguido su currículum mientras ella aplicaba a roles más administrativos dentro del ámbito de la ciencia. A pesar de no conocerlo, aceptó entrevistarse y pronto descubrió que se trataba de un joven médico oncólogo y profesor en informática, reconocido por su trabajo en inteligencia artificial aplicada a la medicina.

El investigador buscaba a alguien que pudiera montar y gestionar su nuevo laboratorio, financiado con una millonaria subvención. Más allá del prestigio del proyecto, lo que terminó por convencerla fue la posibilidad de construir un entorno donde la salud mental y el bienestar de los estudiantes y empleados fueran tan prioritarios como la productividad.

Hoy, desde el rol que asumió como líder de ese laboratorio, su principal compromiso es crear un espacio en el que las personas no solo produzcan conocimiento, sino que también puedan trabajar con equilibrio, respeto y calidad de vida.

Zunamys I. Carrero trabajo en Alemania
Zunamys I. Carrero trabajo en Alemania (Suministrada)

“Le dije que no a la industria y me quedé en Dresden (ciudad en Alemania). Y ahora llevo ya tres años trabajando con este equipo. Empezamos como con diez o siete estudiantes y ahora somos 40″, compartió orgullosa sobre su trabajo.

Carrero no descarta su regreso a Puerto Rico, pero por ahora, se queda compartiendo su talento boricua en Alemania.

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