De Patillas a Dubái: la boricua que trabaja como abogada en la Compañía Nacional de Petróleo
Doraliz E. Ortiz comparte con Primera Hora el camino que recorrió al éxito.

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Nota del editor: La serie Boricuas en la Luna destaca las historias de los puertorriqueños que han extendido las fronteras de la Isla al establecerse por el mundo, cargando con nuestra bandera, cultura y tradiciones.
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La educación es poder.
Ese lema tan popular marcó la vida de Doraliz E. Ortiz, una patillense que creció rodeada de enciclopedias que despertaron su pasión por descubrir el mundo; una pasión que más adelante convertiría en realidad gracias, precisamente, a los libros y que sin imaginarlo, la llevarían a vivir en Dubái.
Ortiz es la cuarta de cinco hijos que tuvo el matrimonio Ortiz-De León. De niña, creció rodeada de la naturaleza que envuelve a su pueblo de Patillas y que despertó en ella un profundo amor por el medioambiente.
En su casa, además de su familia, la acompañaban las tradicionales enciclopedias Cumbre, que la ayudaban a completar sus tareas, pero que también forjaron su apetito por conocer el mundo.
“Desde chiquita decía que me iba a leer la enciclopedia completa. Aprendí a ver el mundo a través de las enciclopedias que había en mi casa y del libro de historia del arte que mi hermana tenía”, rememoró Ortiz en entrevista telefónica con Primera Hora, al abundar que, en ese momento, en su hogar no contaban con el dinero suficiente para tomar unas vacaciones fuera de Puerto Rico.
La entonces joven no había podido viajar, pero los libros le generaron un profundo deseo de conocer, entre otras cosas, el arte italiano que había visto en ese libro de historia.
A los 17 años, optó por apegarse a su amor al medioambiente y cursó un bachillerato en Biología de la Universidad de Puerto Rico en Cayey. Fue la ciencia lo que la llevó a comenzar a cumplir su sueño de conocer el mundo.
Vida universitaria
Para Ortiz la vida universitaria llegó sin grandes dificultades académicas.
En su segundo año de universidad ganó una beca de investigación bajo el programa ‘Howard Hughes Biomedical Research Program’, que sin pensarlo inició la travesía de cumplir su sueño de comenzar conocer el mundo. En ese momento se trasladó a la Universidad de California (UCLA), en Los Ángeles, para llevar a cabo una investigación. Luego, según contó, se enamoró de California y se trasladó allá para hacer un intercambio de un semestre.
Pero pronto, acabó su bachillerato y se encontró con la encrucijada de decidir qué camino tomar.
“A mí me interesaba mucho la biología y la genética. Pero yo pensaba que seguir la escuela graduada, después un PhD, que es bien competitivo, era una carrera bien larga y que podía llegar a los 30 años y todavía iba a estar estudiando. Y yo decía: ‘contra, no. Yo quiero como una visión más amplia del mundo, a mí me gusta viajar, a mí me gustan las humanidades, a mí me gusta la historia’. Después recuerdo que mi papá me dijo: ‘Si tú no sabes qué estudiar, estudia Derecho porque eso siempre es útil”.

Sin esperarlo ni haberlo planificado, escuchar la voz de su padre la impulsó a seguir explorando el mundo y la llevó hasta una de las universidades más prestigiosas del planeta: la Universidad de Harvard.
Harvard y las dificultades
Ortiz recuerda que se mudó a Boston, Massachusetts, donde ubica la Universidad de Harvard, como hizo antes cuando iba de internado o intercambio a algún otro campus: sin demasiada información.
“Yo soy así. Yo digo, cuando uno no tiene dinero para estar verificando mucho… Obviamente, la gente afortunada dice, me voy a mudar a tal país o a tal estado, pero lo voy a ir a ver primero. Yo nunca he tenido esa bendición… Yo digo, primero me mudo y después lo averiguo”, mencionó.
Comparte que se fue emocionada, pero pronto chocó con una situación que no había experimentado antes: dudar de sí misma.
“Recuerdo que en Harvard yo lloraba todas las noches”, mencionó.

Y es que la Universidad de Harvard utilizaba un formato de clases socrático, que no había experimentado antes y que le producía inseguridad.
“No nos daban exámenes. Era un solo examen en el semestre. Harvard tiene el método socrático, que es que te ponen en un salón con 200 estudiantes, vamos a poner la clase, por ejemplo, de propiedad, y la profesora tenía una cartulina con fotos y el nombre de cada estudiante y dónde se sentaba. Entonces, asignaba leerse un caso de 100 páginas, y al otro día venía, y preguntaba: Doraliz, dime, ¿qué usted cree de tal y tal cosa del caso que se leyó? Y entonces yo tenía tanto nerviosismo, porque el método socrático es que la profesora te pregunta tu opinión de lo que leíste. Y era un tema de leyes y para mí era todo nuevo”, recordó.
Para lidiar con la inseguridad, se apegó a la biblioteca, un espacio en el que, confesó, pasaba muchas veces, unas 12 horas al día.
Ortiz, finalmente, se sacudió el miedo y las inseguridades luego de que tomara sus primeros exámenes finales, los que aprobó sin problema.
“Hasta que cogí los primeros finales, que saqué buenas notas, ahí me relajé. Porque dije: ‘ok, está bien esto. No es tan malo y es posible. Yo puedo con esto y no me voy a colgar’”, rememoró.
En ese momento se abrieron las puertas de las oportunidades que da una universidad como Harvard y que la hicieron conocer en persona el arte italiano que solía admirar en el libro que había en su casa en Patillas.
“Nunca había viajado internacionalmente. Entonces gané un ‘fellowship’ para servicio internacional. Ellos me arreglaron con las Naciones Unidas en Roma para trabajar todo el verano. Recuerdo que con $4,000 que me dio la Universidad de Harvard, pagué hospedaje tres meses, pagué comida tres meses y pagaba todos los viajes dentro del país”, indicó.
Ortiz se graduó finalmente con un Juris Doctor de Harvard en el 2003.
Vida laboral
En un acto impulsado por el “home sick”, regresó a Puerto Rico tras su graduación de Harvard y comenzó a trabajar en la Oficina del Procurador General, adscrita al Departamento de Justicia de Puerto Rico.
Allí, llevó casos a nivel estatal y federal representando al Gobierno de Puerto Rico en el Tribunal Federal de Apelaciones en Boston. Luego, trabajó para la Oficina de Ética Gubernamental y un tiempo después laboró con la juez federal, Aida Delgado.
“Ahí trabajaba casos interesantísimos, casos del FBI, casos de Fiscalía Federal, casos criminales. Yo hacía la investigación y escribía memorandos para la jueza, para ayudarla en los casos”, mencionó.
Para el 2008 su tiempo en Puerto Rico terminó porque el amor tocó a su puerta.
Su mudanza a Dubái
Luego de casarse y pasar cerca un año en Atlanta, Georgia, los cambios laborales y las mudanzas a último minuto volvieron a la vida de Ortiz pero incluyeron un destino totalmente inesperado cuando su entonces esposo recibió una oferta de trabajo para la aerolínea Emirates. Esto implicaba mudarse a Dubái.

Como siempre, la patillense se sumó al reto y optó por practicar su lema de “me mudo y después lo averiguo”.
“Me mudé para acá también sin nunca haber venido, sin nunca haber visitado”.
En Dubái, aunque inicialmente se le dificultó encontrar trabajo por la crisis financiera que comenzó en Estados Unidos provocada por la “burbuja inmobiliaria” pero que se extendió al mundo entero, confesó que el proceso de adaptación fue “más fácil” que en Boston y en Georgia.
“Se me hizo más fácil, por ejemplo, por el clima, porque es caliente. Es bien caluroso, pero yo prefiero el calor al frío. Porque las culturas árabes son bien familiares, bien parecidos a los latinos. Incluso físicamente se parecen a los latinos. La gente aquí a veces me habla árabe pensando que yo soy de aquí también. Físicamente nos parecemos”, enumeró.
Ortiz también apuntó a que nunca se ha sentido insegura en Dubái y mencionó que es un lugar “hecho para recibir extranjeros” en el que el gobierno ha adelantado leyes que cubren a todos los ciudadanos, incluidas las mujeres.
“Aquí las mujeres cada día tienen más y más derechos. El gobierno realmente invierte en la educación de la mujer. La última ley que pasó, creo que hace dos años, es que cada corporación tiene que tener una mujer en la Junta de Directores. Eso no lo hay ni en Puerto Rico. Ese tipo de ley no lo hay ni en Puerto Rico. Las mujeres tienen muchas oportunidades”, aseguró.
En Dubái, Ortiz trabaja actualmente como abogada de la Compañía Nacional de Petróleo, una posición a la que llegó luego de que varios funcionarios de esa empresa la vieran simular llevar un caso en una conferencia de arbitraje a la que asistió.
Aunque confesó que nunca ha dejado de extrañar la naturaleza y su familia en Puerto Rico, Ortiz convirtió a Dubái en su hogar por los pasados 17 años por “la calidad de vida” que ha conseguido allí y “lo interesante de mi trabajo”.
“Mi trabajo es bien diverso. Yo ahora mismo manejo nuestro grupo de compañías, que son 55 compañías en 165 países. Y tú puedes pensar, ah, petróleo, pero es más que petróleo. Nosotros incluso tenemos supermercados… Es una operación completa del espectro de petróleo y más. Y el gobierno de Dubái es el dueño”, afirmó.
Respecto a la calidad de vida, aseguró que allí existe una cultura que, a diferencia de Estados Unidos, busca un balance entre la vida laboral y la familiar. “Hay un balance entre mi tiempo laboral y el del trabajo. Son generosos con el tiempo de vacaciones porque saben que como extranjero tú tienes que regresar a tu país y ver a tu familia. Así que una de las cosas que me ha permitido estar aquí es que al año yo tengo mínimo 35 días de vacaciones. Eso es lo que me permite seguir aquí pero también tener tiempo de ir a Puerto Rico a ver a mi familia con calma”, acotó también.
Ese tiempo libre Ortiz también lo ha utilizado para cumplir el sueño de su niña interior de viajar el mundo, visitando países como: Qatar, Japón, Croacia, India, Reino Unido, Marruecos, Egipto, entre otros.
Ya con el corazón lleno y muchos sueños cumplidos, se siente lista para regresar pronto a casa.
“Yo creo que las raíces siempre te llaman. Y más cuando vemos que nuestros padres están envejeciendo. Los valores importantes son la familia”, terminó diciendo.
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