Nota del editor: La serie Boricuas en la Luna destaca las historias de los puertorriqueños que han extendido las fronteras de la Isla al establecerse por el mundo, cargando con nuestra bandera, cultura y tradiciones.

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En la vibrante ciudad multicultural de Kuala Lumpur, justo en el corazón de Malasia, existe una generación de jóvenes que atesora a Puerto Rico.

Y, no solo son malasios, sino “literal de todas partes del mundo”: de Sudáfrica, Italia, Canadá, Irán, Irak, Marruecos, Egipto, Japón, Estados Unidos, Angola, Nigeria, Tunes, Mongolia, Corea, Bangladesh, India, Sri Lanka, Myanmar, Rumanía, Australia, China y Rusia, entre otros.

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Esto es gracias a la maestra riopedrense Margarita María González Miranda quien por los pasados nueve años se ha encargado de educar a los estudiantes de The International School of Kuala Lumpur (ISKL) tanto en el idioma español, como en nuestras idiosincrasias e historia.

“Ha sido una verdadera bendición de Dios, en mi opinión, porque esta escuela en Kuala Lumpur en Malasia es bien internacional. Los estudiantes vienen de más de 70 nacionalidades diferentes. El programa de español es el más cotizado en esa escuela. En estos nueve años, yo he tenido alrededor de 100 estudiantes al año”, sostuvo en entrevista con Primera Hora.

“Para mí, eso ha sido significativo, porque obviamente la mayoría de esos estudiantes no tenían la mínima idea de lo que era Puerto Rico y los poquísimos que sabían de Puerto Rico tenían unas ideas que muchas veces eran tergiversadas o estereotipadas (y) no eran las correctas (por información de), a lo mejor, una película que vieron, una serie de cine, un comentario de alguien. Yo en la clase, adicional a enseñar español, tengo una unidad que es geografía, cultura y sociedad hispana. Yo empiezo por Puerto Rico. Obviamente, Puerto Rico es la primera unidad”, estableció.

Los cientos de estudiantes que han tenido la dicha de recibir sus lecciones, quienes cursan entre sexto y décimo grado, se han llevado esa semillita de amor patriota heredado de González Miranda.

“Yo he tenido más de 1,000 estudiantes y sus familias, de no saber nada de Puerto Rico, ahora mismo ellos aprecian, valoran, a Puerto Rico, a la cultura puertorriqueña, saben dónde está (en el mapa), saben nuestro idioma, saben cuál es nuestra cultura y, realmente, algunos han ido a conocer a Puerto Rico a través de mí y han viajado a Puerto Rico con sus familias. Los otros, aunque nunca vayan a Puerto Rico, yo me siento satisfecha de que, por lo menos, se llevan una impresión positiva de Puerto Rico y de los puertorriqueños y, no solo eso, abren sus ojos…de la gran importancia del idioma del español”, señaló.

Y ellos también han sido maestros para González Miranda, pues han dado cátedra de amor y respeto entre ellos. Son vivos ejemplos de todo aquello que nos une como humanos, más allá de cualquier aspecto físico o acento al hablar: el respeto, la hermandad, la solidaridad.

“En un salón de clases, ahí hay fácil más de 20 nacionalidades en un salón de clases. Blancos, negros, amarillos, rojos, todo tipo de persona y una lección para mí es, no importa la nacionalidad que tú seas, el idioma que tú hables ni cómo tú luzcas físicamente, ni siquiera si eres más rico o más pobre, cuando nosotros llegamos ahí, todos somos iguales”, expresó.

“El mundo es bien chiquito y, realmente, todos somos iguales”, continuó.

Lo que nunca se esperó

Ser maestra no estaba, originalmente, en los planes de vida de González Miranda. Por lo contrario, dedicó largos años de su carrera profesional al campo de la comunicación, ya sea en periodismo, publicidad y mercadeo.

Pese a esto, y mayormente por la experiencia vivida con su hermano menor que fue diagnosticado con problemas de aprendizaje como niño, optó por cursar pedagogía como un grado menor en la Universidad de Puerto Rico, recinto de Río Piedras (UPR-RP). Empero, lo cursó sin intenciones de ser maestra.

“Yo nunca pensé en mi vida que iba a ser maestra, te confieso. Pero, el magisterio es una de las pocas profesiones…que tú trabajabas con miles de personas y puedes influenciar positivamente a un ser humano, a un niño, a un joven y en ese sentido siempre he intentado expandir la familia puertorriqueña a través de mi trabajo como maestra. No lo hubiese logrado si me hubiese quedado solamente en publicidad, relaciones públicas y periodismo”, admitió.

Los estudios fueron útiles cuando el trabajo de su esposo, Carlos Rafael Molina Velázquez, fue transferido a Singapur. Allí y en Malasia- donde eventualmente se mudó la familia-, ha sido docente por casi dos décadas.

Un “mundo al revés”

En Malasia, González Miranda dice que vive en un mundo al revés. Todo lo que conocía como cotidiano, desde dónde está el volante en un automóvil hasta la cadena para bajar el inodoro, está en el lado opuesto en Malasia, donde ha vivido por los pasados nueve años.

“Yo le llamo el mundo al revés. Es otro mundo. Literalmente es como vivir en la Luna”, opinó al asegurar que “se defiende” en malayo y, si no, ha llegado a dibujar como medio para comunicarse.

A veces confesó sentirse como “un pájaro raro”, lo que se agrava por su marcado acento en el inglés o al hablar español con su propia familia. Esto, señaló, hace que sobresalga entre la comunidad. Además, admitió que le ha costado entender el sentido de humor de los malayos, quienes no suelen hacer tanto uso del sarcasmo.

“Tú te das cuenta a fuerza de palo, pasando vergüenzas”, indicó.

Durante los nueve años que ha vivido en el país asiático, no ha conocido a ningún puertorriqueño, salvo a una pareja de cayeyanos retirados en la isla Penang.

Empero, González Miranda siempre regresa a su terruño, visitando anualmente y llevándose la mayor cantidad de comida puertorriqueña en las maletas. En un futuro, quizás cercano, anticipa regresar.

Mi esposo y yo nos hemos llevado a Puerto Rico con nosotros a todos los lugares que hemos vivido”, afirmó al describir el diseño interior de su hogar como una muestra constante de su orgullo patrio y que siempre se mantiene conectada con las noticias y los acontecimientos de la Isla.

Del “municipio de Río Piedras” al mundo

González Miranda nació, se crió y se educó en lo que ella, como sus compueblanos, consideran el “municipio de Río Piedras”.

Vivió allí con su madre, padre, su hermana- a quien en vida consideró su hermana gemela por ser mayor solo por 10 meses- y sus dos hermanos menores.

Cursó casi toda su educación, de Kindergarten al primer semestre del undécimo grado, en el Colegio San Antonio de Río Piedras. Luego, culminó sus estudios en la escuela superior University Gardens.

En la UPR-RP completó su bachillerato en comunicación pública con un grado menor en pedagogía, tal si fuera un presagio para el futuro empleo que tendría al otro lado del mundo. Fue durante sus estudios subgraduados que tuvo su primera “experiencia de vivir fuera de Puerto Rico” al completar un intercambio en Temple University, en Pensilvania.

Al graduarse, se mudó a Boston, Massachusetts, y trabajó en un noticiario, específicamente en un programa “estilo magazine”. Era, también, asistente en el Departamento de Noticias.

Tras cerca de cinco años, recibió una beca para la Ohio State University donde completó una maestría en periodismo y ciencias políticas. Luego, tuvo un intercambio laboral en Londres, en Inglaterra, donde trabajó por otros cinco años en el área de publicaciones y relaciones públicas de la empresa Price Waterhouse.

“Fue para la época de la Guerra del Golfo Pérsico que se empezaron a poner las cosas un poco difíciles en términos de los vuelos. Entonces, yo decidí regresarme a Puerto Rico, porque honestamente me dio un poco de temor que por la guerra yo después no me pudiera movilizar”, narró.

En la Isla, trabajó en el Canal 11, donde conoció a quien sería su esposo.

“Él trabajaba en el área de Washington D.C., pero con la Marina, con el Navy, pero como civil. Él va a Puerto Rico en un viaje de trabajo y una vecina mía, ella era novia del hermano de él y nos invitan…a bailar salsa en Peggy Sue, ya lo cerraron, eso es ancestral…ellos tenían una noche de salsa. No era nada intencionalmente, no era una cita a ciegas ni nada. Era simplemente que a mi amiga no le gusta bailar y a mí me gusta bailar. Curiosamente, yo no quería ir y mi amiga me rogó casi de rodillas que fuera y ahí fue que conocí a mi esposo”, comentó entre risas.

Lo que comenzó como una relación a larga distancia terminó en la mudanza de González Miranda a Washington D.C., donde laboró en la agencia de noticias News USA y, luego, en agencias de publicidad y relaciones públicas.

Pese al éxito laboral de ambos, el matrimonio consideró más importante el que sus hijos nacieran y se criaran en la Isla. Por eso, regresaron a Puerto Rico.

“Yo siento un amor intenso por Puerto Rico, por los puertorriqueños y por el idioma español que fue inculcado en mí por mis padres y ese amor por Puerto Rico y por conocer de nuestra historia se afianzó cuando estudié en la Universidad de Puerto Rico”, señaló.

“Nosotros teníamos buenos trabajos y una buena vida allá en el área de Washington D.C. No obstante, para nosotros era más importante establecer una familia en Puerto Rico”, recalcó.

La pareja comparte dos hijos: Jean Carlos, de 26 años, y Yaimar Sofía, de 22 años.

Gracias a la ayuda de su suegra con Jean Carlos, trabajó en la agencia de publicidad BBDO Puerto Rico. No fue hasta que su suegra enfermó que renunció y trabajó por contrato.

Al pasar los años, Molina Velázquez fue transferido a Singapur. La familia se mudó y González Miranda ofrecía sus servicios voluntarios en el Programa de Español de la Escuela Estadounidense de Singapur. Como voluntaria y gracias a su grado menor, obtuvo trabajo en el plantel.

“Fue una adaptación bastante complicada”, admitió González Miranda. “A mí me gustó mucho Singapur, Singapur es un país hermoso, muy seguro, muy desarrollado, tiene muchas cosas positivas. Los singapurenses han hecho de ese país una gran cosa y los admiro. Lo que sucede es que los singapurenses son personas que no son muy comunicativas con los extranjeros, entonces se me hizo bien difícil”, relató.

Al cabo de ocho años, Molina Velázquez fue transferido nuevamente. Esta vez, a Malasia.

“En Malasia tuve mayor suerte, porque como ya había trabajado en una escuela internacional”, aseguró.

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