Nota del editor: La serie Boricuas en la Luna destaca las historias de los puertorriqueños que han extendido las fronteras de la Isla al establecerse por el mundo, cargando con nuestra bandera, cultura y tradiciones.

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Desde su apartamento en Tokio, Japón, Christian Gandía Vice mantiene viva su puertorriqueñidad a miles de kilómetros de casa. Entre acordes de salsa, el chisporroteo de unos plátanos cuando logra encontrarlos y un trago de Bacardí en la mano, construye sus sueños en un país que, aunque lejano, le ha abierto las puertas y el corazón.

Natural de San Lorenzo, Christian creció rodeado del cariño de su padre, su madre y hermana. Desde pequeño se sintió fascinado por el anime, y fue su madre quien sembró en él la semilla del arte, llevándolo a las ferias artesanales donde exhibía sus creaciones por toda la isla. Aunque en ese momento no lo sabía, aquellas experiencias marcarían su vida y terminarían guiando su camino.

A los 18 años, cuando llegó el momento de decidir su futuro académico, Christian optó por seguir varios consejos y se matriculó en enfermería, una carrera muy alejada del arte y el anime que tanto lo inspiraban. Sin embargo, su pasión nunca desapareció. Gracias a la Internet, comenzó a aprender japonés de forma autodidacta y, poco tiempo después, se convirtió en vendedor oficial de figuras del popular videojuego Final Fantasy.

“En ese tiempo yo comencé a aprender japonés para poder comunicarme con los vendedores (de productos anime). En ese tiempo, para pagar clases japonesas era bien caro, especialmente en Puerto Rico... Lo que aprendí lo aprendí por mi cuenta, buscando”, recordó en entrevista telefónica desde Japón con Primera Hora.

Su paso universitario continúo, pero la enfermería no lograba entusiasmarlo. Y fue una feria estudiantil —muy parecida a las que asistía para acompañar a su madre— lo que lo motivó a volver a sus raíces.

En la feria vendió artículos de anime que había conseguido gracias a los contactos que había hecho a través de Internet. Sin saberlo, ese día comenzó a trazar el camino que lo llevaría a dejar la carrera de enfermería, elegir el mundo de los negocios, abrir su propia tienda y eventualmente, trasladarse a Japón.

Su propia tienda

Decidido a seguir el camino que realmente lo apasionaba, junto a un amigo y socio, abrió una tienda especializada en productos japoneses de anime en el primer nivel de Plaza Las Américas. Los primeros meses, recordó, fueron especialmente duros para él: las jornadas laborales eran extensas, ya que el equipo estaba compuesto únicamente por él y su socio. Ambos se encargaban de todo, desde atender a los clientes hasta manejar el inventario y la administración.

Tienda de Christian Gandía en Plaza las Américas
Tienda de Christian Gandía en Plaza las Américas (Suministrada)

“Los primeros meses fueron fuertes. Era mucho trabajo, especialmente siendo solo nosotros dos”, recordó.

Sin embargo, relató que a pesar del cansancio y los desafíos logísticos, persistieron con la idea de crear un espacio para los fanáticos del anime en Puerto Rico, algo que no existía en ese momento en un centro comercial como Plaza.

Tras varios meses y mucho esfuerzo, lograron conectar con su público. La tienda comenzó a ganar visibilidad y estabilidad, convirtiéndose en un punto de encuentro para los seguidores de la cultura japonesa. Para 2017, el negocio parecía encaminado.

Todo transcurría en orden, hasta que en septiembre de ese año, el huracán María lo cambió todo. El ciclón, que azotó Puerto Rico como huracán categoría cuatro supuso un antes y un después en la vida de la gran mayoría de los puertorriqueños, entre ellos en la de Christian.

“Además de que la Isla estuvo un mes sin luz, Plaza no nos otorgó una extensión de pago. En esos meses teníamos que seguir pagando... Los números no “macheaban” y pues, nosotros tuvimos que cerrar operación”, relató sobre los difíciles meses que continuaron tras el huracán.

El ciclón dejó a gran parte del País devastado: decenas de pueblos pasaron meses sin electricidad, cientos de viviendas quedaron sin techo, y el sistema eléctrico colapsó por completo, afectando gravemente a pequeños y medianos comerciantes.

“Yo lo perdí todo”, contó sobre esa etapa.

Sin ingresos y con su negocio cerrado, Christian se quedó sin sustento económico. Así que, con el corazón dividido entre su tierra y la necesidad de reinventarse, empacó sus pertenencias, sus sueños y su amor por el anime, y se marchó a Nueva York.

Nueva York

Christian aterrizó en la Ciudad de los Rascacielos con la esperanza de empezar de nuevo y el objetivo de encontrar un empleo. Apenas llegó, se dirigió a uno de los centros de acopio habilitados por el gobierno para recibir a los puertorriqueños desplazados tras el huracán. Sin embargo, en pocos días se dio cuenta de que el camino no sería fácil. La ciudad estaba recibiendo a compatriotas que, como él, habían huido de la difícil situación en la isla.

Eran cientos los boricuas que se habían trasladado a Nueva York escapando de las secuelas de María: la falta de energía eléctrica, la escasez de agua, el desempleo masivo y el colapso de servicios básicos. Esa alta demanda hizo que la búsqueda de empleo se dificultara.

Los días pasaban sin respuestas positivas, y sin ingresos ni hogar, comenzó a enfrentar una nueva crisis.

“Fue una experiencia muy fuerte”, reconoció, al recordar cómo, tras unos dos meses, llegó el crudo invierno neoyorquino, y en varias ocasiones tuvo que dormir en la calle cuando los centros de acopio estaban llenos.

Con el tiempo, la falta de dinero también se tradujo en hambre. Sin recursos siquiera para comprar comida, Christian comenzó a acudir a las llamadas soup kitchens, que son comedores sociales repartidos por la ciudad donde se ofrecen sopas y otros alimentos calientes a las personas más necesitadas.

“Allí tenían comida para la gente que vino de la isla, que éramos muchos. Pero a veces tampoco había comida para todo el mundo”, contó, recordando la incertidumbre diaria de si alcanzaría algo para comer.

En medio de aquella situación tan difícil, Christian nunca perdió la fe. Seguía creyendo que, de alguna forma, algo bueno ocurriría.

Así fue. Un día, mientras caminaba por la calle, un desconocido se le acercó y le preguntó si era puertorriqueño. El hombre, que también era de la Isla pero llevaba un tiempo viviendo en Nueva York, no tardó en notar que Christian necesitaba ayuda. Al contarle su situación, le preguntó si estaba buscando trabajo. Cuando respondió que sí, el hombre le dijo que en UPS estaban contratando y, sin pensarlo lo subió a su carro y lo llevó directamente a las oficinas para que solicitara empleo en persona.

“Él me llevó ese mismo día... ese fue mi salvador”, recordó con gratitud.

Una nueva vida

Trabajando en UPS, Christian logró finalmente estabilizarse y rentar un apartamento en Nueva York.

Sin embargo, aseguró que los meses duros que atravesó desde el huracán María hasta finalmente lograr un empleo, le dejaron una lección clara: la vida es demasiado frágil para no perseguir los sueños. Con esa convicción renovada, comenzó a ahorrar. Meses después, con alrededor de $5,000 reunidos, compró un boleto de avión y decidió cumplir el anhelo que había tenido desde niño: viajar a Japón y conectar, por fin, con el mundo del anime.

En Japón, su plan inicial no era quedarse, sino hacer un viaje turístico que le permitiera“tener inspiración para comenzar un nuevo camino” más alineado a sus sueños.

Con un itinerario flexible y un presupuesto ajustado, recorrió varias ciudades, hospedándose en hoteles cápsula, conocidos por ser una opción económica y curiosa para los viajeros.

El poco japonés que había aprendido años atrás —cuando negociaba con proveedores para su tienda en Puerto Rico— le resultó útil para moverse y comunicarse lo justo en lugares como Osaka y Kioto, dos ciudades que siempre había soñado conocer por su vínculo con el anime.

Pero fue en Tokio donde todo volvió a dar un giro inesperado. Poco después de llegar, perdió su celular, situación que lo desesperó, pues quedaba sin acceso a mapas, contactos y sin dominar por completo el idioma. Fue entonces cuando, una vez más, un gesto de un desconocido cambió su rumbo.

Una mujer japonesa, que además hablaba inglés, se le acercó y lo ayudó a buscar su teléfono. Y lo que comenzó como un acto de amabilidad no terminó ahí. Mantuvieron el contacto, comenzaron a verse con más frecuencia y, con el tiempo, nació una relación.

Christian Gandía y su esposa
Christian Gandía y su esposa (Suministrada)

“Yo no tenía planes de casarme ni nada, pero la conocí y fue una experiencia inolvidable”, dijo sobre el encuentro, que hizo que viera a Japón como algo más que una meta turística.

Aunque la decisión de quedarse en Japón ya estaba tomada, Christian no tardó en enfrentar nuevos desafíos. El idioma fue uno de los principales ya que, si bien conocía algo de japonés, comunicarse en la vida diaria —ya fuera en la calle, en tiendas o en oficinas— resultó mucho más difícil de lo que había imaginado.

Ese obstáculo, no obstante, lo superó gracias a la comunicación con su ahora esposa, que lo ayudó a “soltarse” en el idioma.

El choque cultural, sin embargo, fue otro obstáculo que lo sacudió y que, incluso hoy, todavía lo afecta en ciertos momentos. Como latino, contó que está acostumbrado a una forma de socialización mucho más abierta y cercana, algo que contrasta con la naturaleza más reservada de la sociedad japonesa.

“A veces uno se siente solo porque es verdad, los latinos, nosotros nos gusta socializar, y eso aquí pues es más entre ellos. No lo hacen con cualquier persona que no conozcan muy bien”, compartió.

Christian contó que en ocasiones extraña los plátanos, pero cuando logra conseguirlos, los cocina con música de fondo para recrear, aunque sea por un rato, el sabor y el ritmo de Puerto Rico. Hoy, desde su hogar en Tokio, se siente más conectado que nunca con sus sueños. Actualmente trabaja en el desarrollo de un videojuego educativo que fusiona elementos de la cultura japonesa con su herencia latina, un proyecto que representa la unión de sus dos mundos y el reflejo de una vida marcada por la resiliencia, la identidad y la pasión.

“Yo voy ahora con preparación de que si vuelvo a perderlo todo, pues estaría preparado mental y físicamente”, cerró diciendo el boricua.

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