El boricua que conecta a puertorriqueños en Baltimore… y aún mantiene su 787
A través de libros, museos y conversaciones, Emanuel Figueroa ha tejido una comunidad sin soltar el hilo que lo une al 100x35.

PUBLICIDAD
Nota del editor: La serie Boricuas en la Luna destaca las historias de los puertorriqueños que han extendido las fronteras de la Isla al establecerse por el mundo, cargando con nuestra bandera, cultura y tradiciones.
---
Como le ha sucedido a muchos puertorriqueños, a Emanuel Figueroa Marrero el destino lo llevó a estudiar en una universidad fuera de la Isla, y luego a trabajar y hacer su vida también por otros lares.
Pero, al igual que ocurre con muchos de esos boricuas que viven fuera del 100X35, su conexión con la Puerto Rico jamás la ha perdido y, por el contrario, gracias a los trabajos que hace, en un museo, un teatro y su librería, ha encontrado incluso la forma de conectar con muchas otras familias puertorriqueñas en las comunidades de Baltimore y sus alrededores.
Relacionadas
Emanuel se crió y fue a la escuela “en la línea entre Bayamón y Guaynabo. Así que, depende de cómo estuviese mi sentido del humor, yo a veces decía que era de Guaynabo y a veces que era de Bayamón. Siempre ha sido ese vaivén en el cual mi mamá trabajaba en Bayamón, pero vivíamos en Guaynabo. Así que esa área entre Guaynabo y Bayamón siempre ha sido lo que yo considero lo que es casa”.
Cuando terminó sus estudios en la American Military Academy, se fue a estudiar a la Universidad de Michigan un bachillerato en ciencias ambientales. Recordó que, cuando esa universidad fue a la Isla a reclutar, “una de las cosas que hicieron es que te ponían fotos bien bonitas del campus, con las flores y todo en la primavera, y cuando tú estás allí en Michigan en tu primer invierno, mira, ¡qué frío!”.
Pero para cuando terminó sus estudios en la universidad, “fue cuando muchas cosas estaban pasando en Puerto Rico, en el 2008, y la economía, y conseguir trabajo, y mi mamá me dice, ‘mira, no, quédate por allá y búscate algo’”.
Así fue que, a través del programa AmeriCorps, que pone a estudiantes graduados de la universidad a trabajar con diferentes organizaciones sin fines de lucro, fue a parar a Baltimore, una ciudad de la que “no sabía nada, excepto que de Puerto Rico a Baltimore hay vuelo directo”.
Mientras laboraba con organizaciones sin fines de lucro en Baltimore, nació su hija y para ese tiempo también comenzó a trabajar en el Port Discovery Children’s Museum de esa ciudad, o Museo del Niño, como le llaman en español, “y siempre cuando venía mi familia a visitar de Puerto Rico todos mis sobrinos les encanta el museo, y cuando yo iba a Puerto Rico pues íbamos al Museo del Niño en Carolina, y siempre veía cómo se hacen las cosas en Puerto Rico y traía ideas para acá, y traía ideas de Puerto Rico para mi familia”.
“Y seguía pensando yo que me iba a mudar a Puerto Rico, y pasaban cosas en Puerto Rico y mi mamá me decía, ‘no, no, no vengas, quédate por allá’, porque está pasando esto o lo otro, María, terremotos… cada vez que yo pensaba, ‘oh, me voy a mudar’, pasaba algo, y mi mamá, ‘no, no, que hay un paro, que… pero puedes venir a visitar’”, recordó.
Llegó un punto, cuando su hija iba empezar la escuela, que pensó que, si finalmente iba a mudarse de vuelta a la Isla, tenía que ser en ese momento. Sin embargo, una vez más, tras conversar con familiares y amistades, se repetía “el pensar mucho de que, sí, como puertorriqueños, después de María pues hay que mudarse, y la cosas no están bien, pero entonces estoy abandonando a Puerto Rico. Ese es mucho del pensar que estaba en mi cabeza”.
Pero entonces ocurrió que, cuando su hija empieza la escuela, “era bien difícil para mí conseguir ciertos libros en español. Y yo hablaba mucho con mi mamá, y mi mamá iba a la tienda en Puerto Rico y compraba libros y me los mandaba”.
Aunque podía ordenar libros por algún servicio a través de internet, sentía que de esa manera “no lo tengo, no puedo ver las páginas, no sé cuál es el mensaje del libro. No es lo mismo tener ese descubrimiento, explorar una librería y encontrar un libro”.
Era algo que conversaba a menudo con su esposa, y ambos sentían que querían hacer que los libros en español estuvieran más accesibles. Y fue ahí que, en lo que describe como “una suerte pura”, en el 2020, alguien llegó a su casa en Baltimore y ofreció comprarla, a pesar de que necesitaba un techo nuevo, un calentador nuevo, y otras cosas más. Recuerda que pensó, “¿y tú quieres pagar cuánto por esta casa? OK. Yo le arranqué la mano”. Y con ese dinero, al año siguiente, abrieron una librería en su vecindario, en el noreste de Baltimore.
En Snug Books Store, “teníamos libros para todas las edades, pero nos enfocamos también en tener bastantes libros en español para niños y libros en español de ficción y poesía y no ficción para adultos. Y tan pronto hicimos eso empezaron los latinos a venir a la tienda a comprar libros de niños”.
Entre ellos llegaban muchos puertorriqueños, “y me empezaban a compartir su historia, de dónde son, de cuándo se mudaron, si fue antes de María o después de María, antes de la pandemia, después de la pandemia. Y poco a poco se formó una comunidad”.
Eventualmente las casas de publicidad estadounidenses que venden libros en español notaron esa dinámica y “han empezado a enfocarse más en el tipo de libros que nosotros queremos comprar de ellos. Porque muchos de los libros que se estaban vendiendo por acá en español pues eran religiosos. Y ahora hay más libros bilingües, en el cual el libro del niño que estamos comprando nosotros está en español en una página y en inglés en la otra. Y esos libros han ayudado a muchas familias que están viviendo aquí en Baltimore y en la región a compartir el lenguaje, a aprender a leer, a tener esas conversaciones familiares. Y pues ha sido una experiencia maravillosa tener esta librería”.
Pero vender libros comoquiera no es fácil, por lo que ha mantenido también su trabajo en la organización sin fines de lucro del Museo del Niño.
Y cuando el museo sufrió la ausencia de público por la pandemia, y se vio obligado a cerrar su tienda de regalos, le ofrecieron usar ese espacio para poner allí una librería, lo que le permitió abrir su segunda tienda de libros en enero de 2023.
Al estar dentro del museo, allí solo venden libros de niños. Y contrario a la primera librería, en esta “nos tomó un poco de tiempo averiguar qué es lo que quería la gente, porque es una librería que está más atada al turismo de Baltimore. Pero lo que nos dimos cuenta es que la misma fórmula de tener libros en español, libros en inglés y libros bilingües, pues funciona. Y la gente empezó a comprar libros en español, como Harry Potter, La Telaraña de Carlota. Muchos libros en español se empezaron a mover más, y mucha gente nos estaba diciendo, ‘es bueno para nosotros ver el lenguaje en español y los personajes reflejados en español’”.
Y no se trataba solo de libros traducidos al español, sino también de libros publicados originalmente en español. Y muchos autores de ascendencia puertorriqueña, o que son de Puerto Rico, o han vivido en Puerto Rico, “han poco a poco hecho un enlace con nuestra librería, y una de las editoriales que están en Puerto Rico, la Editorial Pulpo, nosotros tenemos unos cuantos libros de ellos”.
“Y muchos turistas cuando vienen no se lo esperan, y de repente ven… hay un libro de niños que se llama ‘El techo de mi casa es azul’, que es sobre Puerto Rico y María, y otro que es sobre la música del coquí, y hay muchos puertorriqueños de la diáspora que no se lo esperan y de repente están saliendo del Museo del Niño, y ven los libros, y de repente paran, y entran, y compran, y se vuelven una de estas conversaciones de cuándo me fui de Puerto Rico, de qué estoy haciendo, de ‘oh, este libro me lo leí yo cuando estaba en segundo grado y ahora está aquí’. Y viendo esas conexiones que ahora padres pueden tener con su hijo, una conexión de algo en común que pueden leer juntos, ha sido una gran recompensa para mí”, aseveró.
Mientras, en el Museo del Niño su función principal es como recaudador de fondos. Sin embargo, describió esa labor como una en la que “yo no estoy pidiéndole a la gente chavos, sino creando una invitación para que las personas sean parte de la historia del museo, o creando una oportunidad para que haya una alianza entre diferentes organizaciones”.
Resaltó en particular como han podido desarrollar actividades para que niños vean con buenos ojos el trabajo en diferentes oficios, lo que redunda en que luego opten por carreras cortas para laborar en dichos oficios, y a su vez resulta en beneficio de empresas patrocinadoras.
Su éxito en el Museo del Niño llamó la atención de otra organización sin fines de lucro, del teatro de Baltimore Center Stage, que es “el teatro del Estado de Maryland”, al que se unió en una función similar de recaudador de fondos, igualmente promoviendo “esas alianzas y esas oportunidades en las cuales corporaciones y empresas pueden ver que, si yo invierto dinero en el teatro no solamente me siento bien yo como corporación y empresa que soy un patrono de las artes, pero también soy un patrono que se va a beneficiar cuando en cinco o seis años hay más carpinteros, hay más electricistas, y personas que están haciendo todo este trabajo que hay que hacer”.
A pesar de estar ocupado con sus trabajos, el empresario de 39 años se las ha ingeniado para mantener vivas sus raíces y su conexión con Puerto Rico.
“Una de las cosas que se me ha hecho bien fácil es que, aunque las cosa cambien en Puerto Rico, ahora mismo yo todavía tengo un teléfono con un 787”, comentó, agregando que así “muchos de mis amigos que todavía están en Puerto Rico me pueden conseguir” y “mi mamá me puede llamar del número de teléfono de su casa, y eso es algo que es importante para ella”.
“Y otra cosa es que, a través de las librerías, muchos puertorriqueños vienen a donde mí, y yo puedo empezar a tener esa relación y esas amistades con ellos”, añadió.
“Y a la misma vez pienso que la tecnología ha hecho que sea más fácil para mantener una puertorriqueñidad. Hay veces cuando sale una nueva canción, está en YouTube y yo veo el video y después hablo con mi hermana que está en Puerto Rico todavía, y hablamos bastante y yo me siento que todavía sé cuáles son las canciones nuevas que están en Puerto Rico”, agregó. “Y muchas de las emisoras de Puerto Rico, si tienes acceso a la internet, tú puedes poner la misma canción. A veces yo llamo a mami, y me siento, ‘pero mami, hoy va a estar lloviendo bastante en Puerto Rico’, y ella me dice, ‘¿cómo tú sabes que hay una vaguada viniendo?’, bueno porque estaba escuchando la radio esta mañana. A veces hasta me llegan ciertas alertas al teléfono, y pues me llegan y me entero”.
Además le ayuda que “visito bastante a Puerto Rico”, aunque admite que “me da tristeza es que a veces me tengo que perder un cumpleaños o un funeral. Pero siempre hago un intento de mantenerme bien conectado”.
Por otro lado, bromeó que sus parientes lo han convertido en una especie de “cartero”, encargado de hacerles llegar los paquetes de cosas que ordenan y no reciben en la Isla, “y a veces me siento que la razón por la cual me llevo bien con mi familia es que de repente me empiezan a llegar paquetes que mi suegro ordena, que mi cuñada ordena, y de repente yo tengo que mandar esos paquetes a Puerto Rico”.
“Pero la paso bien. Y una cosa que me gusta es que, cuando voy a visitar a mi familia, una semana no es suficiente” por todas las gestiones, visitas y cuanta cosa que tiene que hacer. “Y necesito unas vacaciones después de ir a Puerto Rico”.
¿Eres o conoces de algún boricua que vive fuera de la isla y quiere contar su historia? Escribe a historiasph@gfrmedia.com.