A temprana edad, sus padres comenzaron a llevarla de vacaciones fuera del continente americano, su hermana mayor le transmitió la pasión por los viajes y una clase de psicología en la universidad la hizo cuestionarse sobre el ser humano y su “lugar” en el mundo. Así, Paola Almonte, oriunda de San Juan, abrió su apetito por conocer otros países.

“Recuerdo que a los 21 años pensaba: ‘hay mucho mundo por recorrer, el ser humano es complejo, ¿por qué no salir de Puerto Rico?’”, contó Almonte a Primera Hora sobre lo que meditó tras tomar el curso.

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Fue en el 2011, luego de haber culminado sus estudios en periodismo en la Universidad del Sagrado Corazón, que le dijo a sus padres sobre la idea de irse a estudiar una maestría a Europa para así comenzar a explorar el mundo más allá de nuestro 100x35.

La joven se decidió por una maestría en Comercio Internacional y Negocios que se ofrecía en Barcelona, España. Unos meses después, con miedo, pero con muchas ganas de aprender, hizo sus maletas. Sus primeros meses en España transcurrieron de manera rápida en una estancia que describió como un sueño.

Paola Almonte
Paola Almonte (Suministrada)

“En España, todo fue increíble desde el principio: en el país se habla español, se come comida muy similar a la que nosotros comemos, hay playa y muchos de mis compañeros de clase eran latinos. En Barcelona, no hace un frío glacial, como es el caso en otras partes de Europa. Diría que todo fue perfecto”, rememoró sobre su estancia en la capital catalana.

En ese momento la vida le sonreía.

Pero pronto llegó a su mesa una propuesta que, aunque representaba mayores oportunidades a largo plazo, también implicaba un cambio de entorno. La Universidad le ofreció terminar la maestría en Francia. Las opciones eran: se quedaba en Barcelona a vivir todo lo bueno que le rodeaba, o se aventuraba a mudarse a París para culminar su maestría allá y así lograr que el grado que estudiaba fuese válido en Estados Unidos.

“Con el corazón arrugado decidí irme a Francia a terminar la maestría porque me dije: ‘si me quedo en Barcelona, la maestría será válida solamente en Europa, y yo vine a España con planes de regresar a trabajar a Puerto Rico o a Estados Unidos’”, mencionó. Con eso en mente, en el 2012 volvió a empacar maletas, pero esa vez, para irse a la capital francesa. Su llegada a París coincidió con el inicio de clases, y aunque la normalidad parecía tocar a la puerta, consigo también llegaron sentimientos que antes desconocía, entre ellos la soledad.

En Francia me chocó todo. Ese primer año me tocó un invierno durísimo, no me acostumbraba al frío, al idioma, a la cultura… Yo tenía nociones de francés, porque había estudiado un poco en la Alianza Francesa en Puerto Rico, pero, o yo no entendía nada o nadie me entendía a mí”, recordó.

Con la Navidad cerca de celebrarse y sufriendo el choque cultural de haberse mudado a un lugar un tanto “más conservador” de lo que estamos acostumbrados los latinos durante esas festividades, Almonte rememoró que lo que más extrañaba era estar cerca de su familia y amigos.

“Lloré muchísimo. Nunca había experimentado ese sentimiento de soledad y menos en una fecha tan importante como lo es la Navidad… o en Acción de Gracias (improvisado porque en Francia no se celebra esta tradición) al estar simplemente con gente que no conoces realmente”.

“A ver, no todo iba mal (comenta sonriendo), Francia es un país increíble que posee una riqueza cultural incalculable, en el que aprendí a valorar la diversidad, la libertad y el arte de vivir a la francesa. Un ejemplo sencillo de esto, pero muy valioso, es lograr tener el equilibrio perfecto entre la vida personal y la vida laboral”, sostuvo.

Aún con la nostalgia de extrañar a Puerto Rico y a sus seres queridos, continuó con su meta de terminar la maestría hasta conseguir un internado en una empresa internacional especializada en el área de asistencia médica al viajero. Fue comenzar el internado, lo que dijo, le ayudó a mejorar su estado de ánimo y su francés.

“Siempre he dicho que un idioma no se aprende únicamente en un aula. Un idioma hay que vivirlo, hay que enfrentarse a él, hay que escucharlo y practicarlo todos los días. Entonces, yo llegaba de mi trabajo y prendía la televisión, aunque no la estuviese mirando, para que mi oído se acostumbrara a la entonación y así poder comenzar a hablar mejor, a “soltarme (como decimos)”, sostuvo.

Fue así como terminó dominando el francés unos dos años más tarde, además de ya hablar inglés y por supuesto español, y logró estar a cargo del mercado latinoamericano de la empresa en la que inició como practicante. “Ese trabajo y las personas dentro de la compañía se convirtieron en una pequeña familia para mí. Ellos aportaron grandemente a mi adaptación en París y fueron, entre otras razones, gran parte de mi decisión de quedarme en la capital francesa, además de que conocí a quien es mi esposo (Jan) actualmente. La oportunidad de trabajo fue fundamental para mí”, mencionó. Junto a esa nueva familia Almonte pasó seis años trabajando y viajando por varios continentes representando a la empresa.

Su aspiración y pasión por el mundo de los negocios la llevó luego a trabajar en uno de los bufetes de abogados internacionales más prestigiosos del mundo. Tres años más tarde fue reclutada por una multinacional especializada en auditoría y consultoría para liderar proyectos dentro del departamento de transacciones bajo capital privado o private equity.

Recientemente Almonte le dio un giro a su carrera profesional para formar parte de una aventura empresarial: hoy trabaja junto a su esposo en el mundo de los perfumes. Su empresa se especializa en la fabricación del empaque primario para perfumes. “Hacemos packaging a la medida, desde el diseño, la concepción y fabricación de botellas para perfumes, tapas, vaporizadores, decoración, etc.… todo lo que involucra el empaque primario. La perfumería es un mundo fascinante y que mejor lugar para trabajarlo que desde Francia”, precisó al apuntar que en el verano estarán inaugurando una nueva oficina en París.

Boricua Paola Almonte junto a su esposo Jan.
Boricua Paola Almonte junto a su esposo Jan. (Virginia Honig)

“Estamos muy contentos y con muchos proyectos. Nuestros clientes nos han abierto puertas en mercados cruciales como lo son Italia y el Medio Oriente, este último siendo una de las regiones dominantes en el consumo de fragancias, además de registrar mayor crecimiento junto a África”, contó también la boricua, que hoy siente a Francia como su otro hogar, y que recomendó a quienes tengan ganas de conocer el mundo como ella, “dejar el miedo a un lado”.

“Siempre digo: ‘sal, viaja, lánzate, ten la experiencia’, y si no te gusta no pasa nada porque Puerto Rico siempre va a estar ahí con los brazos abiertos. Así es que puedes regresar a la Isla y volver a empezar”, cerró diciendo.