La boricua que enseña flamenco con el ritmo de ‘Cheki Morena’ en Suiza
A pesar de la distancia, Giovanna Domínguez lleva Puerto Rico en el corazón, enseñando su cultura a estudiantes y a sus hijos en el país europeo

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Nota del editor: La serie Boricuas en la Luna destaca las historias de los puertorriqueños que han extendido las fronteras de la Isla al establecerse por el mundo, cargando con nuestra bandera, cultura y tradiciones.
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Canciones de juegos infantiles puertorriqueños como ‘Cheki Morena’ y ‘Aserrín, aserrán’ resuenan en el 104 de Hadlaubstrasse, en la ciudad de Zurich, Suiza, donde la boricua Giovanna Domínguez Villafañe los ha incorporado a la enseñanza en su academia de ballet y flamenco, Tanzakademie Oberstrass.
“Doy muchas clases de flamenco para niños porque aquí hay una diversidad cultural y hay una comunidad española muy grande en Zurich y el amor por el flamenco en Europa y también en Suiza es general”, explicó la también docente de la escuela de música Musikschule Bremgarten. Domínguez reveló que utiliza juegos infantiles para impartir algunas destrezas de ritmo y canto necesarias, y que mejor que los juegos infantiles boricuas para que sus alumnos las adquieran.
“En mis clases de flamenco es obligatorio que las niñas aprendan el ‘Cheki Morena’ porque es una manera de practicar el ritmo, de practicar las palmas, de cantar en español y sobre todo porque a mi me llena de orgullo... Intento dentro de mis clases de flamenco traer canciones que son juegos y que son bailes y esas dos puertorriqueñas se dan muy bien y a las niñas les encantan. Y tengo una comunidad de padres y de alumnos muy grandes y todos ellos saben que soy de Puerto Rico y les encanta saber que soy de Puerto Rico“, comentó orgullosa de su herencia boricua.
Natural de Santurce, esta maestra de baile graduada en Pedagogía de la Universidad de Puerto Rico y quien tiene una maestría en la enseñanza de baile de la Universidad de California-Irvine, se trasladó hace más de 30 años a Europa para enseñar ballet y flamenco en Viena, pero el corazón la llevó a Suiza, donde reside hace 24 años.
“Cuando yo me gradué de la Universidad de Puerto Rico me fui a estudiar a California, a UC-Irvine y en UC-Irvine hice mi maestría en baile. Y al hacer la maestría en baile, cuando hice la tesis, decidí hacer una tesis que era una comparación de la metodología de enseñanza con maestros en Puerto Rico, o sea, maestros míos puertorriqueños como lo fue Gilda Navarro, o Rosario Galán o Zaida Varas, con maestros actuales míos de California y con maestros de Madrid, de España. Y al tener que hacer eso, me tuve que ir un año de intercambio a España”, recordó.
Una vez completada la tesis en California, Domínguez decidió regresar a Madrid, desde donde le surgió la oportunidad para ir a enseñar ballet y flamenco en Viena. “Allí estuve bailando y trabajando seis años, sobre todo como maestra de bailes españoles y tuve mi propia compañía de bailes españoles”.
Amor entre libros y baile
A la vez que continuaba estudiando y aunque parecía haberse establecido en Viena, el amor le tenía deparado otro destino a Giovanna.
Así y mientras tomaba un curso de Español en Latinoamérica, decidió hacer un trabajo sobre la obra del poeta puertorriqueño Luis Palés Matos, lo que representaba un reto ya que en la biblioteca de la Universidad en Viena no había mucha información disponible sobre el autor. Y fue precisamente ese trabajo final el que la llevó a conocer a Patrick Hediger, quien hace 24 años se convirtió en su esposo.
“En ese tiempo, que todavía no existían las redes sociales, había un grupo que se llamaba Society News Puerto Rico. Entonces ahí se encontraba sobre todo gente joven, alumnos de la Universidad, de diferentes partes de Puerto Rico, de Estados Unidos, de Europa y yo escribí preguntando quien me podía ayudar a conseguir algún libro, alguna información de Luis Pales Matos... Y surgió él, porque mi marido es un enamorado de Puerto Rico y ya había estado en Puerto Rico. Y me dijo ‘mira, yo soy suizo, me gusta mucho tu isla. Yo te puedo ayudar a localizar libros de Luis Pales Matos’. Y con él fue con quien más entablé amistad online, y a través de esa amistad, él me mandó los libros, pude hacer mi trabajo del poeta Luis Pales Matos y entre una conversación y otra le dije ‘ven a visitarme porque estamos muy cerca’. De Zurcih, Suiza donde estamos ahora a Viena, es una hora en avión. Y me dijo ‘pues me voy por un fin de semana’. Y así comenzó la amistad y luego el noviazgo y luego el matrimonio y tres hijos”.
Con el flamenco desde la cuna
La pasión por los bailes españoles le vienen a Giovanna desde muy temprano en su vida, cuando en la década de los 80, las grandes producciones de la época de oro del cine mexicano, que combinaba talentos de españoles y argentinos del calibre de Lola Flores, Libertad Lamarque y astros infantiles como “Joselito” y “Marisol”, reinaban en la televisión boricua.
“Cuando yo era niña, tanto México como España tenían un cine bien productivo. Entonces, ese cine, muchas de esas películas eran la Niña Marisol, el niño, Joselito, Lola Flores. Eran artistas españoles cantantes, bailarines que lo hacían todo, ellos cantaban, ellos bailaban. Muchas de esas películas que se producían en México eran a través de la vida de ese niño de Joselito o de Marisol que estaban pasando por diferentes vicisitudes y de momento bailaban y de momento cantaban, y eso yo lo veía y al ver eso, yo pensaba eso es lo que yo quiero hacer entonces yo dentro de mi imaginación una niña con 4 o 5 años ya sabía que yo quería aprender eso. Cuando era muy pequeña, mi mamá me puso en clases de ballet y con el tiempo yo le dije a mami quiero bailes españoles y de ahí en adelante que fue a los 15 años en la Academia de Zaida Varas que desafortunadamente ya no existe, que empecé a coger bailes españoles. Me vio Rosario Galán, que tuvo un espectáculo por muchos años en el hotel Condado Beach, y me invitó a bailar en su compañía y estuve bailando un tiempo. Entonces el amor al baile español surge de una forma instintiva como niña, de lo que yo veía y de lo que me atraía de esos artistas”, recordó.
Con esa pasión y con el apoyo de su madre, Domínguez comenzó a desarrollarse hasta llegar a la universidad. “En la UPR estudié pedagogía en español, escuela secundaria pero mi sueño mayor era poder ser maestra de escuela por el día y por la tarde tener mi propia academia. Cuando uno es joven uno se deja ir sobre todo de forma instintiva en lo que más le gusta y bueno siguieron surgiendo experiencias de trabajo, quise seguir estudiando. Me fui para California para hacer mi maestría de baile. Surgió la oportunidad de hacer un intercambio con maestros en Madrid, con la Universidad Complutense y se fueron desencadenando una serie de oportunidades y de experiencias de trabajo que me llevaron hasta donde estoy hoy.
Y así, siguiendo las puertas que le abrió la vida, marchó Domínguez por sus nuevos rumbos con la añoranza de su Puerto Rico, donde el sol brilla más y los colores son más vividos en el corazón, y con el deseo de algún día volver a residir en el Santurce de sus días tempranos, aunque sea de manera parcial, aunque confesó que viaja a la Isla, donde aún conserva una residencia, muy a menudo, viajes que aprovecha para visitar a sus sobrinos quienes reveló, le han robado el corazón, y para surtir su alacena con productos para llevar el sazón boricua a la cocina de su casa en Suiza.
Con Puerto Rico en el corazón
El calor boricua, el sol resplandeciente, plantas de plátano, los pasteles y muchas de las delicias puertorriqueñas están presentes todo el tiempo en el corazón y los recuerdos de Domínguez. “Me encanta el pastelón, es una de mis comidas favoritas y lo hago de vez en cuando, cuando puedo aquí. Extraño los tostones, extraño los pasteles, sobre todo extraño mucho la comida navideña que es la más típica. El arroz con gandules, el pastel, el besito de coco, el tembleque. Extraño la música”, comentó.
Algo que Giovanna también extraña de Puerto Rico es el bullicio de su Santurce. “Mi casa es muy cerca de la plaza del mercado (de Santurce). Entonces es una parte de Santurce muy céntrica donde, cuando yo vivía en Puerto Rico, podía escuchar las fiestas que se organizaban en la plaza del mercado los jueves, viernes, sábado y domingo. Entonces, de alguna manera, el ruido que Santurce produce que para mi viene siendo música, eso lo extraño”. Otra de las cosas que Giovanna extraña, es el sonido de las noches de la Isla y por supuesto, el rey de ellas, el coquí.
Pero al vivir en un país sumamente organizado, esta maestra de baile no tiene que lidiar con el tapón nuestro de cada día, ni otros problemas de nuestra realidad cotidiana. “Suiza es un país muy organizado. El seguro médico es un seguro muy bueno. Aquí el gobierno suizo se ocupa de que el bienestar y la calidad de vida sea grande para las personas que viven en Suiza. Entonces ellos proveen todo lo que se necesita, que eso sea de esa manera y el que no lo tenga, el gobierno da la ayuda necesaria para que así sea. Entonces, si me preguntan, pues eso, esa organización es velar por el bienestar y la calidad de vida que debe tener una persona que vive en Suiza, y es velar por el bien. No es velar por los bienes que yo como persona en el poder pueda llevarme, sino el velar por el bien de los habitantes de Suiza, del país. Y verdaderamente la calidad de vida aquí es muy alta”.
“Se vela porque la persona tenga un buen seguro médico, se vela porque los niños tengan una buena educación escolar. La educación en Suiza es un nivel altísimo. A los niños se les proveen los libros, se les proveen las libretas. El país está hecho para que el suizo se forme como una persona que tenga una buena educación, que tenga salud, que tenga educación y que se sienta bien de vivir en Suiza. Aquí, tapones así como en Puerto Rico no existen. Esa es otra cosa que no extraño de Puerto Rico. Al tener un sistema de transporte tan bueno, yo no tengo por qué pensar que voy a llegar tarde a mi trabajo, porque aquí los trenes son muy puntuales, las guaguas son puntuales, entonces el sistema de transporte es muy bueno. Eso forma parte de la calidad de vida”, explicó.
El sabor boricua presente en la mesa
Domínguez recordó que recién llegada a Suiza, existía una comunidad muy numerosa de puertorriqueños con los que se reunía y compartía con frecuencia, principalmente por la presencia de una aerolínea estadounidense en Suiza, para la que estos trabajaban. Eventualmente, esa aerolínea cesó sus operaciones en el país y ese cúmulo de boricuas se fue disipando.
Sin embargo, dentro de la gran diversidad cultural en Suiza y en la ciudad de Zurich, la más grande del país, existe una fuerte presencia de la comunidad dominicana. Es precisamente, en las tiendas de la comunidad dominicana donde acude Domínguez con frecuencia para surtirse de productos que son comunes, tanto en la cocina dominicana como en la boricua. “Yo voy a una de esas tiendas dominicanas y compro malta, compro platanutres, compró sazón, compro crema de cacao, compro gelatina. Todo lo que me hace falta para complementar mi bienestar y mi salud emocional de esa añoranza de estar en Puerto Rico”.
Obviamente, esas visitas al mercado se traducen en platos de arroz con pollo guisado, el arroz y habichuelas y otras delicias que mantienen su conexión con Borinquen.
“Me encanta el pastelón, es una de mis comidas favoritas y lo hago de vez en cuando, cuando puedo aquí. Extraño los tostones, extraño los pasteles, sobre todo extraño mucho la comida navideña que es la más típica. El arroz con gandules, el pastel, el besito de coco, el tembleque. Extraño la música”, comentó.
La idiosincrasia boricua presente en su hogar
De su herencia boricua, Giovanna se ha preocupado en inculcar varias cosas en sus hijos, Lorenzo, de 23 años, Zoe de 20 y Fabio de 18. Una de ellas la conexión con la Isla, a tal punto que en su hogar se escucha y se baila salsa, plena, bomba y sus hijos escuchan la música de Bad Bunny y otros intérpretes del genero urbano como Raw Alejandro, quien tiene programada una presentación próximamente en ese país.
Otra de ellas, quizá más como herencia de su madre, es el fervor religioso. “Yo vengo de una familia muy católica, donde aparte de practicar el catolicismo durante mis años estudiantiles, íbamos a la iglesia, éramos parte de las diferentes liturgias, cosas que se hacían dentro de la iglesia. Cuando yo voy a Puerto Rico, si mis hijos no tienen un escapulario, yo voy y se lo compro.Mi madre, por ejemplo, cuando nosotros íbamos a la playa de niños con mi tía que nos llevaba, a todos nos ponía una medallita del corazón de Jesús o del divino niño. Eso que hacía mi madre, yo lo hago con mis hijos. El traje de baño con una medallita cuando vamos a Puerto Rico o aquí mismo, porque aquí no hay playas pero hay lagos. Con una medallita del divino niño o del corazón de Jesús o de la virgen maría que siempre la tienen en su traje de baño, antes más que ahora porque ya pues ya son adultos y la medallita no siempre la tienen pero eso es algo que a ellos mismos les gusta”, explicó. ”No sé. Esa devoción católica que reinaba en mi hogar, yo la he traído a mis hijos”.
La Navidad boricua por supuesto no puede faltar y con ella, la gastronomía apropiada para esa ocasión, incluyendo el coquito y la música puertorriqueña.
“Yo creo que no te puedo decir tradiciones puertorriqueñas pero sí te puedo decir de la idiosincrasia del puertorriqueño. Yo pienso que el puertorriqueño de por sí es una persona hospitalaria y generosa y eso yo lo llevo dentro de mí y eso yo se lo inculcado a mis hijos. Mis hijos son personas muy hospitalarias, muy generosas, que son cosas que los distinguen un poco más como niños que han crecido dentro deuna familia donde hay dos culturas diferentes. Pero esa forma de ser del puertorriqueño simpático, alegre, que le gusta reírse. A mí, yo le digo a mis hijos, ¿cómo tú me describes en una palabra? Alegre. Y eso viene de mi forma de ser, de lo que yo soy como puertorriqueña. Y eso a ellos les gusta, y eso es lo que ellos han vivido, y eso es también lo que ellos son. Y ellos lo aprecian. Entonces, si me dices de las tradiciones del puertorriqueño, yo puedo decirte ciertas tradiciones típicas, pero sobre todo, te puedo hablar de la idiosincrasia del puertorriqueño", sentenció.
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