La increíble historia de una doctora boricua en Suecia
Patricia Rodríguez desafió miedos y el idioma para cumplir su sueño en uno de los hospitales más prestigiosos de Europa.
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Nota del editor: La serie Boricuas en la Luna destaca las historias de los puertorriqueños que han extendido las fronteras de la Isla al establecerse por el mundo, cargando con nuestra bandera, cultura y tradiciones.
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Todo médico hablará de lo arduo y exigente que son los años de formación de su profesión. Trasnochadas, avances continuos en el campo y el simple hecho de que la vida de otros está en sus manos son solo algunos de los muchos retos que enfrentan, por lo que cobra mayor gloria su grado y carrera.
Ahora bien, ¿imagina estudiarlo en un idioma que aún está aprendiendo? También, ¿hacerlo en un país extranjero? ¿Y aun así tener éxito?
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Esta es la historia de la boricua Patricia María Rodríguez Rivera, quien pone a Puerto Rico en alto en Suecia como bióloga, médico y científica.
A raíz del deseo innato de servir a través de la medicina, Rodríguez Rivera dejó a su isla natal a los 23 años abrazando esa meta en el corazón. Hoy día, ese hito lo logró, mientras que también es madre de dos hijos: Amanda, de 10 años, y Alexander, de 8 años.
“Desde que tengo uso de razón quería ser médico”, compartió la galena a Primera Hora en declaraciones escritas.
“Me interesaba todo sobre la biología, los animales y el cuerpo humano. Tal vez podría haber sido bióloga marina en otra vida, pero desde pequeña veía documentales de animales o de medicina. Pensé que tanto daba veterinaria que doctora. A la hora de la verdad, solo ser doctora se sintió como la decisión correcta”, continuó la mujer de 39 años.
De CROEM al mundo
Rodríguez Rivera nació un “Día de la Candelaria” en Santurce, la menor de cuatro hermanos y cuyos padres son los coameños Celso y Zaida quienes la criaron entre los pueblos de Coamo y Caguas.
“En Coamo se diría que soy de los Rodríguez de Pedro García o nieta de Patria Nazario. Solo recuerdo a mi abuela materna porque mis papás, los dos, son los menores de sus respectivas familias así que mis abuelos eran muy mayores para cuando yo llegué al mundo”, recontó.
“Mi abuelo Ismael ya decía que yo sería candela”, agregó al señalar los buenos recuerdos de su abuela materna que describió como una “mujer tranquila y fuerte que siempre creyó en mi fuerza interior y en que yo podía llegar a ser médico” y con quien pasó “todos los veranos de mi infancia en Coamo”.
En 2003, se graduó del Centro Residencial de Oportunidades Educativas de Mayagüez (CROEM) y tuvo una admisión temprana al Recinto Universitario de Mayagüez (RUM) de la Universidad de Puerto Rico (UPR).
Su paso por la RUM no fue muy largo, pues por “razones fuera de mi control, cambié de rumbo” y cursó una maestría en bioingeniería en España, donde conoció al padre de sus dos hijos: Amanda y Alexander. Describió a Amanda como una “versión mejorada” de ella misma y a Alexander como un niño “curioso y travieso” que “de alguna forma graciosa” resultó ser un clon de su tío que “tanto adora”.
¿Cómo llegó a Suecia?
Tras culminar sus estudios en la Península Ibérica, se mudó a Suecia con su pareja, quien la “ayudó a conseguir un trabajo en investigación sobre cáncer” en el verano de 2009.
Allí, completó su doctorado en el Instituto Karolinska, academia renombrada por ser el lugar que otorga los Premios Nobel.
“He trabajado dentro del grupo de George Klein, una leyenda de la investigación en cáncer y mi sub-jefe Karl Tryggvasson y su grupo descubrió una de las proteínas importantes para la filtración renal (que), sin esa, no hay filtración renal funcional y es letal una mutación en este gen. Ellos me enseñaron esa humildad de quién sabe que sabemos menos de lo que estamos por descubrir y tener curiosidad por encima de todo. Durante esos años, pensé en algún momento que podría conformarme con ser bióloga”, comentó.
Todo cambió, sin embargo, con el nacimiento de Amanda en 2014. En el parto, recibió “la revelación” de que el temor de aprender sueco para, así, estudiar medicina ya no tenían cabida en su vida.
“En ese instante, con su cuerpo pequeño y mojado contra mi pecho, llorando con ese timbre ronco distintivo de las mujeres Rodríguez de Pedro García, decidí que tenía que dejar el miedo de lado y terminar de aprender sueco. Tenía que intentarlo por fin y aplicar, aunque fuera una vez, a la escuela de medicina. Entonces, había que aprender sueco como segundo idioma”, sostuvo.
En tan solo tres años, y cargando a Alexander en su vientre, defendió su tesis.
“(Alexander) fue tan considerado que me dio break de las náuseas para poder defender la tesis. Y, el sueco lo terminé en 2018 mientras estoy en casa con él, al hombro durante mis presentaciones”, contó.
Esa epifanía, sin embargo, no apaciguó sus dudas. Procedieron años de estudio los cuales no fueron simples en lo absoluto. El sueco de la escuela de medicina era aún más arduo que el que se utiliza para platicar como un mero segundo idioma.
“Fueron muchos meses duros traduciendo al español y de vuelta hasta que por fin pude estudiar en sueco, pero los primeros años de escuela de medicina no podía estudiar medicina en sueco, tomó mucho tiempo y mucho apoyo de mi familia y amigos. Como recuerdo gracioso, en anatomía teníamos que aprender los nombres en latín y sueco, señalando las estructuras. Yo, con todo, solo los aprendí en sueco, algún listito me corregía la conjugación en latín, sin saber que yo simplemente la estaba diciendo en español”, contó jocosamente.
Entre la duda, el miedo y las trabas por el idioma, ha sido un largo trecho, confesó.
“Todos decían era imposible que entrara a la escuela de medicina. Yo dudaba de mí, porque si ellos no entraron, ¿por qué entraría yo? Una boricua perdida acá arriba. Pero, para mi sorpresa, no solo entré a la primera en la escuela de veterinaria (es super difícil, porque solo hay una) sino que también en la escuela de medicina. En diciembre de 2018 recibo la carta que puedo empezar a estudiar medicina en enero 2019”, dijo.
“Con miedo, curiosidad y la calma que te da ser de las mayores en clase, terminé mis estudios de medicina en el tiempo estipulado. En sueco y con dos niños, en el 2024”, añadió.
Uno de los retos mayores que enfrentó Rodríguez Rivera fue la primera paciente con la que fue evaluada.
“La señora no tenía dientes y hablaba con dialecto cerrado. No pude entender nada de lo que decía y mi supervisora me regañó bien brutal. Llevaba ya dos años estudiando medicina, pero aún no dominaba mis nervios y el idioma hablado”, relató.
Actualmente, presta servicio al estado, requerimiento en Suecia por 18 meses a los graduados de medicina, en el Hospital Universitario de Karolinska, que ocupa el quinto lugar a nivel mundial como la mejor institución hospitalaria y el mejor de Europa, según especificó Rodríguez Rivera.
Aún está por descubrir cuál sería su especialización tras su servicio al estado y, aunque le encantaría ser ginecóloga obstetra, “no descarto nada”.
Su conexión con Puerto Rico
La distancia no ha afectado la conexión que vive Rodríguez Rivera y sus hijos con Puerto Rico.
En ambos niños, Rodríguez Rivera mantiene viva la cultura latina que han heredado, entonando a coro las canciones de Shakira o Pedro Capó con “tostones en mano”. Durante la semana de lengua materna en la escuela, van vestiditos de jibaritos. Asimismo, cursaron en un colegio latino por cinco años, donde aprendieron “del calor latino y del idioma”. Aunque le responden a ella en sueco, entienden español y “se defienden” cuando lo hablan con sus tíos.
“Les preparo siempre que puedo comida boricua para que no pierdan la sazón. He ajustado las recetas a lo que consigo, pero la comunidad latina en Suecia ha ido creciendo y es cada vez más fácil encontrar ingredientes. Aprendí a hacer muchas cosas desde cero gracias a la nostalgia y los antojos de estar embarazada”, aseguró al darle un “shout-out” a Atención a Atención por la ayuda que el programa le brindó durante los primeros años de la infancia de sus hijos.
“No es fácil y es un esfuerzo e inversión, pero me llenan de orgullo cada vez que veo que muestran su parte boricua a sus amigos o maestros”, señaló.
Rodríguez Rivera y su familia no están solos, pues hay un grupo de compatriotas residiendo en Escandinavia, la mayoría siendo mujeres, y en Estocolmo, con quienes comparte. Por otro lado, los pequeños comparten con sus vecinitos suecos.
“Nos apoyamos mucho durante la incertidumbre del huracán Maria y hemos criado nuestros hijos en paralelo, pero igual compartiendo la experiencia en común”, señaló.
Regresa a Puerto Rico frecuentemente con Amanda y Alexander, aproximadamente cada 18 meses, y, algún día, le encantaría volver, preferiblemente para practicar medicina en la región sureña de la Isla.
“Extraño el calor de la gente. Ir a una tienda, que no tengan lo que buscas y te digan en dónde exactamente lo puedes encontrar”, lamentó.
“El hecho que puedes compartir con una persona 10 años ir al cine, viajes, comidas, y que todavía te consideren compañero de trabajo es lo peor de Suecia. En (Puerto Rico), cuando ya pasas el bloqueo del principio, somos panas. (En Suecia), las actividades hay que (planificarlas) con tiempo y al detalle, no se aprecia improvisar o aparecerse en la casa de alguien”, expresó.
Lo mejor de Suecia
Aunque añora regresar a su hogar, Suecia también tiene su encanto, admitió.
Como mujer, aprecia la respetuosidad de los hombres al caminar o transcurrir en bicicleta de un lado a otro, modo de transportación común en el país europeo.
“Si le hubieran dicho a mi yo de 2004, no le habría creído si me hubieran dicho que yo iría en bicicleta a todos lados y que incluso iría en bici cuando está nevando. Pero, es lo más rápido para llegar a mi casa”, afirmó.
Mientras, Suecia es, acorde a lo que apuntó Rodríguez Rivera, un lugar ideal para criar hijos. En el ámbito laboral, resaltó la flexibilidad de los patronos hacia padres y madres con niños pequeños. De igual manera, indicó que hay muchos parques para que los menores disfruten.
Por otra parte, el cuido de niños está basado en el ingreso y “no es un tope en lo que pueden cobrar, así que como estudiante nunca me tuve que preocupar por dinero”. Cabe señalar, además, que la educación es universitaria.
“Honestamente no se compara criar en (Puerto Rico) que en Suecia, pero creo que mucho de la diferencia es la posibilidad que he tenido de estar presente para ellos. He podido estar un año en casa con cada uno y luego tener prioridad para escoger rotaciones cerca de casa para llegar temprano a ellos”, puntualizó.
¿Eres o conoces de algún boricua que vive fuera de la isla y quiere contar su historia? Escribe a historiasph@gfrmedia.com.