Los humanos que vivían en el lago Malawi hace 92,000 años, durante el Paleolítico superior, fueron capaces de usar el fuego para modificar el ecosistema, impidiendo el rebrote de los bosques en la zona y creando el extenso matorral que existe en la actualidad.

Así lo sugiere un estudio encabezado por expertos de la Universidad de Yale que publica Science Advances, en el que se combinan pruebas arqueológicas, como gran cantidad de artefactos de piedra datados hace 92,000 años, con datos paleoambientales de la orilla norte del lago Malawi, en el este de África.

Sin embargo, no está claro por qué la gente quemaba el paisaje, aunque podría haber tres razones, según la paleoantropóloga de Yale y responsable del equipo de investigación, Jessica Thompson.

Es posible que experimentaran con quemas controladas para producir hábitats en mosaico que favorecieran la caza y la recolección, un comportamiento documentado entre los cazadores-recolectores.

También, podría deberse a que sus fuegos ardieran fuera de control o que, simplemente, hubiera mucha gente quemando combustible en su entorno que les servía para calentarse, cocinar o socializar, explicó Thompson.

“De un modo u otro, está causado por la actividad humana”, dijo. “Demuestra que las primeras personas, durante un largo periodo de tiempo, tomaron el control de su entorno en lugar de ser controladas por él. Cambiaron paisajes enteros y, para bien o para mal, esa relación con nuestro entorno continúa hoy en día”.

Thompson indicó que esta es la primera prueba que ha visto de que los seres humanos hayan transformado fundamentalmente su ecosistema con el fuego y sugiere que, en el Pleistoceno tardío, estaban aprendiendo a utilizar el fuego de formas realmente novedosas.

En este caso, sus quemas provocaron la sustitución de los bosques de la región por los bosques abiertos que se ven hoy en día, agregó la experta.

Los niveles de agua del lago Malawi han fluctuado drásticamente a lo largo del tiempo. Durante los periodos más secos del lago, el último de los cuales terminó hace unos 85,000 años, se redujo a dos pequeñas masas de agua salina, posteriormente se recuperó y se ha mantenido alto desde entonces.

Los datos arqueológicos se recogieron en más de 100 fosas excavadas a lo largo de cientos de kilómetros del abanico aluvial del lago y los paleoambientales se basan en recuentos de polen y carbón vegetal que se depositaron en el lecho del lago.

El estudio señala que hubo un pico de acumulación de carbón vegetal poco antes de que se produjera un marcado descenso de la riqueza de especies de la región.

“El polen que vemos en este período más reciente de clima estable es muy diferente al de antes”, en concreto, “los árboles que indican doseles forestales densos y estructuralmente complejos ya no son comunes y son sustituidos por polen de plantas que soportan bien los incendios y las perturbaciones frecuentes”.

El aumento de los yacimientos arqueológicos tras el último periodo árido, junto con el aumento del carbón vegetal y la ausencia de bosques, sugiere que la gente manipulaba el ecosistema con el fuego, concluyen los investigadores.

La escala de su impacto ambiental a largo plazo es algo que se asocia típicamente con los agricultores y pastores, más que con los cazadores-recolectores.

Esto sugiere, según la investigación, una manipulación ecológica temprana a la altura de los pueblos modernos y también puede explicar por qué se formó el registro arqueológico.

Los investigadores señalaron que las anteriores transiciones de condiciones secas a húmedas en la región no dieron lugar a un abanico aluvial similar y no fueron precedidas por el mismo pico de carbón.