Uso del celular y computadora: cómo pueden volver la piel opaca y arrugada
La demanda constante de respuesta y el tiempo frente a las pantalla tiene consecuencias.

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El uso extendido de teléfonos móviles, computadores y otros dispositivos electrónicos forma parte de la rutina diaria de millones de personas en todo el mundo.
La creciente dependencia de estas tecnologías ha incrementado las notificaciones, la demanda constante de respuesta y el tiempo frente a las pantallas, lo que contribuye a un entorno de reactividad digital permanente.
Paralelamente, organismos internacionales advierten un aumento significativo en los indicadores de ansiedad a nivel global, un fenómeno que se relaciona con la hiperconexión y que puede generar repercusiones visibles en la piel.
Pantallas, estrés y cambios visibles en el rostro
La psicóloga Beatriz Sancovschi, profesora asociada del Instituto de Psicología de la UFRJ, señala que los dispositivos electrónicos pueden intensificar los síntomas ansiosos. Según explica, “A menudo, las personas ansiosas buscan en los dispositivos un alivio torpe para sus síntomas, pero lo que encuentran es un refuerzo de la lógica algorítmica”. A esto se suma la presión social generada en las plataformas digitales, donde predomina la idea de mantenerse activo y visible de manera permanente.
Sancovschi advierte además sobre el impacto de la disponibilidad ininterrumpida: “Si siempre estamos disponibles para satisfacer las demandas, comenzamos a volvernos reactivos, solo respondemos, resolvemos problemas todo el tiempo, y esto puede ser complicado. La ansiedad se puede definir como esta preparación para la acción”. Este patrón de comportamiento, cuando se vuelve continuo, termina influyendo en procesos biológicos que afectan directamente la apariencia cutánea.
Notificaciones constantes generan reactividad continua y afectan el equilibrio emocional diario útil Foto:iStock
Cortisol y trastornos dermatológicos asociados
La dermatóloga Lilia Guadanhim sostiene que el estrés, la ansiedad y la depresión repercuten de manera considerable en la salud de la piel. Tal como detalla, «El exceso de tiempo frente a pantallas puede estimular el eje hipotálamo-hipofisario-suprarrenal y aumentar la liberación de cortisol, lo que afecta la piel, la inmunidad, el sueño, el metabolismo general y el bienestar emocional». Este aumento de cortisol se vincula con el agravamiento de rosácea, dermatitis seborreica, dermatitis atópica y alteraciones capilares.
Para equilibrar esta situación, la especialista recomienda hábitos saludables como la actividad física, la atención plena y una alimentación adecuada. Cuando los signos cutáneos ya son evidentes, pueden considerarse alternativas clínicas como bioestimuladores de colágeno, ultrasonidos microfocalizados o radiofrecuencia, siempre con supervisión profesional.
Luz azul: efectos reales y percepciones corregidas
El uso generalizado de pantallas también generó inquietudes sobre el posible aumento de imperfecciones cutáneas debido a la luz azul. No obstante, Guadanhim aclara que «Esta controversia ya se ha aclarado. Se sospechaba que las pantallas podían empeorar las imperfecciones, pero ya contamos con estudios que demuestran que su intensidad es 200 veces menor que la de la luz solar». El impacto más relevante se origina, en realidad, en su interferencia con la calidad del sueño.
La luz emitida por los dispositivos inhibe la producción de melatonina, dificultando el descanso profundo. La falta de sueño interrumpe los procesos de reparación celular, provoca sequedad, aumenta la sensibilidad y eleva los mediadores inflamatorios que agravan cuadros como el eczema y la rosácea.
La recuperación de la piel implica un enfoque integral centrado en mejorar la gestión del estrés y la higiene del sueño. Reducir el uso de dispositivos por la noche, atenuar la iluminación del hogar, mantener rituales de relajación y establecer horarios constantes para dormir son medidas clave.
Asimismo, existen protectores solares que contienen pigmentos como óxido de hierro, óxido de zinc o dióxido de titanio, los cuales ofrecen una barrera física frente a la oxidación producida por la luz visible.

