El intenso calor que se ha estado sintiendo en los pasados días, combinado con la sequía, podría tener un impacto negativo en los nidos de tortugas que para estos días se espera estén eclosionando, que es como se le llama al momento en que salen las tortuguitas y se mueven por la arena en busca de comenzar su vida en el mar.

Por el contrario, explicó Carlos Diez, coordinador del programa de tortugas marinas del Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA) los cierres de las playas a consecuencia de la pandemia del Covid-19 probablemente no hayan tenido mucho efecto sobre los nidos, más allá de que quizás por la menor presencia de personas en las playas hubo más tranquilidad y menos estrés para los huevos.

Diez explicó que, ya en junio, la temporada de anidaje del tinglar empieza a llegar a su fin, aunque todavía podrían verse tortugas saliendo a las playas a anidar. En cambio, en estos días es cuando ocurre el pico de las eclosiones.

Diez explicó que la temporada ha sido una más bien promedio, con unos 1070 nidos registrados a través de todo Puerto Rico. Detalló que las áreas con más nidos están en el Corredor del Noreste en Luquillo, la Reserva Natural de Playa Grande El Paraíso en Dorado, y en Maunabo.

“Después que pasemos los 1,000 nidos, es un buen número. Pero la temporada ha sido lenta comparada con otros años”, comentó el experto.

Agregó que a esa situación contribuyen un sinnúmero de factores, tales como la cantidad de alimento mar afuera, o las artes de pesca que usen algunos pescadores a lo largo y ancho del Atlántico, en las que a veces quedan atrapadas las tortugas.

“Pero para una especie en peligro de extinción como el tinglar, ese número de más de 1,000 es más o menos bueno”, añadió Diez.

“Otra cosa es cuántos nacen, cómo va a ser la eclosión de esos nidos. Ahora es cuando tienen un mayor rol los grupos tortugueros que velan por esos nidos. Ellos llevan las estadísticas, además de que protegen esos nidos”, agregó el experto, destacando la importantísima gestión de conservación que llevan a cabo esos grupos “que están autorizados por el DRNA”.

Sobre la reciente ausencia de gente en las playas por el cierre provocado por la pandemia, opinó que, aunque coincidió con la temporada de anidaje del tinglar, “no ha tenido ninguna relación. Las amenazas siguen ahí, la contaminación, la contaminación lumínica. Además, sin gente en las playas pues también había menos vigilancia. Pero hasta ahora, no hay correlación, más allá de que los nidos están más tranquilos, con menos estrés”.

En contraste, el experto indicó que “con los calores, hemos notado neonatos que no llegan a salir del nido por el calor”.

“Y el evento de polvo del Sahara, sabemos que tiene impacto en la temperatura y eso puede tener impacto en el huevo y en el neonato al salir. Las partículas de polvo directamente no tienen un efecto, pero el calor que genera ese polvo, combinado con la sequía, pues eso afecta los nidos”, comentó.

“Vamos a ver los reportes de los tortugueros sobre los nidos que van a salir en estos días”, sostuvo, agregando que la temporada de eclosión puede llegar hasta mediados de agosto. “Y después de los tinglares, empiezan los careyes a anidar, así que aunque pase la fecha del tinglar, hay que seguir reduciendo las amenazas para todas estas especies”.

Por otro lado, ahora que están saliendo los pequeños tinglares y al mismo tiempo la gente está retornando a usar las playas, Diez pidió al público ejercer prudencia para no causar daño a los animalitos. Recordó que en las playas más concurridas los nidos están debidamente marcados. En otras más distantes no necesariamente están marcados.

En cualquier caso, “no siempre hay alguien vigilando el nido, y no se puede predecir cuándo van a salir las tortuguitas. Así que mi exhortación a la ciudadanía es que, si ven tortuguitas saliendo del nido, que le den espacio, que no interfieran con ellas. Y llame al Cuerpo de Vigilantes del DRNA, al 787-724-5700 para avisarles”.

Recomendó que, si es de noche cuando ve tortuguitas salir del nido, “no las alumbres, porque se paralizan y se desorientan”.

En caso que vea una tortuguita que no va hacia el mar, y no llegue nadie de los tortugueros o el DRNA, la puede coger con cuidado y llevarla al mar.

Pero, preferiblemente, lo mejor es no que no intervengan en el proceso y dejen que las pequeñas criaturas se muevan por la arena libremente hasta alcanzar el agua. Y si es una hembra desovando, que también le den espacio y la dejen hacer el proceso tranquilamente, y se comuniquen con el DRNA para avisar.

“Y siempre le decimos a la gente que no dejen objetos en la playa, como las sillas de playa, o la basura, que te la tienes que llevar, para que no interfieran con las tortuguitas. Otra cosa es que no usen vehículos en las playas. Y que no hagan fogatas, que además estamos en sequía y puedes desatar un fuego”, agregó.

Agregó que en algunas playas hay la amenaza de perros realengos que pueden depredar a las tortugas recién nacidas, y exhortó a que “primero que no dejen perros en la playa, que eso es maltrato, y si son realengos, espantarlos y llamar a Recursos Naturales, y quizás podemos incluso recogerlos y llevarlos a un refugio”.

Otro asunto que resaltó Diez fue la importancia de apagar las luces cerca de las playas.

“Es muy importante apagar esas luces, evitar el resplandor de luz en la arena que confunde a las tortugas y se desorientan. Tenemos problemas con eso, no solo en San Juan, también en Yabucoa, en Mayagüez. Hay una campaña contra eso, pero se les olvida. Así que a todos esos hoteles, restaurantes, airbnbs, que eviten esa iluminación nocturna”, exhortó. “Mucha gente ha tomado consciencia sobre esto, saben que la contaminación lumínica impacta a la tortuga, pero no toman las medidas. Hay que tomar acción”.

Diez recordó que al proteger a los tinglares no solo se está protegiendo a las tortugas sino a todo un ecosistema. “Es importante que la gente sepa que la playa es un hábitat que compartimos con muchas especies, y que su vida depende de eso, mientras que para nosotros es solo recreación”.