Desde el inicio de la pandemia por el coronavirus, autoridades y especialistas en salud pública hicieron énfasis en las pruebas de diagnóstico para detectar los casos de COVID-19, y recomendaron muchas veces testeos masivos. Sin embargo, realizar únicamente dichas pruebas no puede considerarse una estrategia efectiva para controlar la propagación del virus si no se acompaña de un sistema de rastreo de contactos medianamente eficiente. Así lo muestra un reciente estudio publicado en la revista científica “Nature Human Behaviour”.

Según Esteban Moro, investigador del MIT y uno de los autores del estudio, para tener buenos resultados en este procedimiento no se necesita hacer un rastreo perfecto. El experto comenta que hay una combinación de dos factores esenciales para que todo funcione: detectar con las pruebas a la mitad de los enfermos con síntomas y rastrear para llegar al 40% de sus contactos. Si se siguen esos parámetros se podrían controlar nuevas oleadas.

“Cuando hablamos de contener la oleada estamos hablando no de que no haya muertos, que eso es prácticamente imposible, sino de que estemos por debajo de la capacidad del sistema de salud tiene para manejar las personas que están hospitalizadas”, dice Moro a “El País”, de España.

El investigador aclara que, si las autoridades siguen los dos parámetros, únicamente habría que poner en cuarentena al 9% de la población, y situándose en el peor de los casos, ya que la cifra real podría estar entre el 3% y 5%.

No obstante, Moro precisa que hay una tercera variable imprescindible para evitar contagios: el tiempo.

“Si tardas 10 días, te puedes ahorrar el trabajo, porque ya ha contagiado a todos sus contactos. Pero asumiendo tiempos razonables, influye más el rastreo porque llegas a más gente”, asegura.

Los autores del estudio realizaron sus cálculos basados en la ciudad estadounidense de Boston, con 4.5 millones de habitantes en su área metropolitana. A partir de los datos obtenidos, y gracias a sus modelos matemáticos, lograron predecir la cantidad de personal que hace falta para rastrear a los casos positivos y a sus contactos.

Así, tomando en cuenta que un rastreo tradicional toma 30 minutos, que implica atender a unas 15 o 20 personas en una jornada laboral, “el número de rastreadores necesarios que nos salía para Boston asumiendo un 50% de detección de sintomáticos era de unos 300″, indica Yamir Moreno, investigador de la Universidad de Zaragoza, quien también participó en el estudio.

Pero el especialista advierte que este número es el que se obtiene suponiendo que el rastreo empieza apenas se levanta el confinamiento, es decir, cuando el nivel de transmisión comunitario es relativamente bajo. “Si por el motivo que sea se descontrola la transmisión, necesitarías aumentar tu capacidad”, acota.

Los investigadores aclaran que es preciso considerar el comportamiento real de la gente al incorporar este tipo de modelos, ya que la conducta de las personas es variable. En Boston, por ejemplo, la mayoría de los contagios se habrían producido en sitios de comida rápida y en supermercados.