Las redes sociales se han convertido en herramientas de trabajo para quienes nos dedicamos al mundo del entretenimiento. Las utilizamos para informar, compartir contenido y promover nuestros proyectos. Nos guste o no, ya son parte de nuestra vida y trabajo. 

La constante interacción con el público nos acostumbra a lidiar con todo tipo de comentarios, obligándonos a desarrollar alguna tolerancia contra la crítica.

Esto no significa que de vez en cuando uno no se levante vira’o y decida contestar algunos de los ataques, como me ocurrió en este caso.

No siempre sobra tiempo ni ganas para prepararte y salir regia en las fotos que subimos a las redes.

Para mí es más importante tener algún contenido interesante que estar bien puesta.

Por eso no es raro verme con una donita en el pelo o un moño improvisado y algún trapo que se vea decente puesto encima.

Ya mis seguidores se acostumbraron y me lo aceptan.

Ahora, siempre hay una que otra que aprovecha el momento para meter una puya llena de odio y tratar de ofender. 

Con un comentario lleno de cinismo, una seguidora en uno de mis Story subrayó el volumen de mi frente y se cuestionaba cómo no tenía complejo por la misma. Incluso me felicitaba.

Yo, que siempre he pensado que mi frente, a pesar de ser el área de mi cabeza que más cantazo ha cogido, (todos curados con mantequilla) y donde me han salido los barros más espeluznantes, era bella.

¡Sigo pensando que es hermosa porque fue la que me toco!

 Decidí tomar un screenshot de aquel comentario y ponerlo en mi Instagram con un mensaje en el cual explicaba que intentaría salir después de ese golpe que me propinaba ella, con la frente en alto.

Del resto se encargaron mis seguidores dándole cátedra de respeto a la señora.

Cada cual puede opinar y pensar como le venga en gana, pero aquellos que gustan ofender a los demás, de vez en cuando hay que señalarle su falta.

¿Qué gana usted lastimando al vecino? ¿Qué le importa a usted si aquel es flaco, gordo, frentú, sí tiene el fondillo grande o es chumba?

¡Ahh, y lo peor de todo es que quienes tanto critican, casi nunca son un 4 de julio!

Lo que señalan como defectos, se quedan chiquitos al lado de los complejos que cargan y que tanta amargura le causan.

Tan fácil que es dejar ser feliz a la gente. No es obligado opinar de todos los temas y contestarle a todas las personas. En mi caso, si no tengo nada positivo que aportar o decir, mejor guardo silencio.

La gente tiene derecho a ser feliz y quienes caprichosamente tratan de lastimar a los demás, merecen que, de vez en cuando, se les ponga un espejo de frente.

A lo mejor no tan directos y explícitos como los de mi amiga Burbu, que ha dejado con la boca abierta a más de una imprudente en las redes, pero cuando entienda que lo amerite, seguiré haciéndolos famosos, retratando los prejuicios, a quienes viven para ofender.