Nueva York. Un narcotraficante mexicano que trabajó más de una década para Joaquín “El Chapo” Guzmán describió ayer, lunes, el camino al éxito del cártel de Sinaloa, que llegó a funcionar como una empresa de más de 200 empleados con aviones y barcos que transportaban cocaína colombiana y que podía entregar sobornos de hasta diez millones de dólares. 

Miguel Ángel Martínez, quien se describió como un cercano aliado de Guzmán a principios de la década de 1990, habló durante el juicio a El Chapo, que se lleva a cabo en Brooklyn. Para demostrar el poder del cártel, dijo que se le pagaron diez millones de dólares en dos o tres ocasiones a Guillermo González Calderoni, policía asignado a la Dirección Federal de Seguridad. 

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Calderoni fue asesinado en Texas en 2003. Según Martínez, fue Calderoni quien avisó a Guzmán que Estados Unidos había puesto una base para interceptar aviones que venían de Colombia y aterrizaban en pistas clandestinas mexicanas, y que por lo tanto le recomendaba usar barcos para recibir y transportar cocaína. 

El Chapo, que ha estado detenido en confinamiento solitario desde su extradición a Estados Unidos a principios del año pasado, se ha declarado inocente de los cargos de que acumuló una fortuna multimillonaria al traficar toneladas de cocaína y otras drogas en una amplia cadena de suministro que llegaba a Estados Unidos.

De ser declarado culpable, enfrentaría una posible sentencia a cadena perpetua. Su juicio, ahora en la tercera semana, podría durar cuatro meses.

Para proteger la identidad de Martínez, el juez Brian Cogan ordenó a los dibujantes en el tribunal que no definieran en sus dibujos los rasgos de la cara del testigo ni su peinado. Martínez es uno de los muchos testigos que colabora con el gobierno estadounidense y que la fiscalía llama al banquillo.

El Chapo tomó notas durante el testimonio de su excolaborador y le observó con los brazos cruzados. También habló a menudo a la oreja de uno de sus abogados, Eduardo Balarezo.

Martínez dijo que mantenía una relación estrecha con Guzmán y que cuando nació un hijo suyo El Chapo pidió ser el padrino del niño.

El mexicano, que trabajó para Guzmán desde 1986 a 1998, vivió las alegrías y enfados de su jefe. Por ejemplo, un día en que el cártel recibió diez aviones cargados de droga colombiana, El Chapo supuestamente le dijo: “Compadre ahora sí hizo usted una muy buena fiesta”. 

Sin embargo, en 1993, cuando el narcotraficante colombiano Juan Carlos Ramírez Abadía envió un barco lleno de droga a un competidor de Guzmán en lugar de enviárselo a él, éste se enfureció: “Quiero que lo amarre al cabrón”, supuestamente le dijo El Chapo a Martínez.

El testigo narró cómo el cártel pasó de tener unos 20 empleados en 1987 a más de 200 unos seis años después, incluidos secretarias y contadores, con algunos trabajando desde Estados Unidos. Martínez empezó laborando como piloto para Guzmán pero después pasó a ser gerente de operaciones, abriendo y cerrando oficinas del cártel en la Ciudad de México, entre muchas otras cosas.