Cuando era niña, Heidi Barley veía cómo su familia pagaba los comestibles con cupones de alimentos. Abandonó sus estudios universitarios porque no podía pagar la matrícula. Cuando tenía alrededor de 20 años y muchos problemas económicos, se vio obligada a aceptar una reducción salarial que disminuyó su sueldo a solo 34,000 dólares al año.

Pero este verano, a los 41 años, logró un hito que durante mucho tiempo le pareció inalcanzable: se convirtió en millonaria.

Cada vez más estadounidenses comunes presumen ahora de un patrimonio neto de siete cifras, que alguna vez fue el dominio de celebridades y directores ejecutivos. Pero a medida que las filas de millonarios se engrosan, el significado de este estatus está cambiando junto con las percepciones de lo que se necesita para ser verdaderamente rico.

“Ser millonario solía sonar como el Tío Rico con sombrero de copa”, dice Michael Ashley Schulman, director de inversiones de Running Point Capital Advisors, una firma de gestión de patrimonio en El Segundo, California. “Ya no es un pase de acceso a mansiones palaciegas y caviar. Es la nueva clase media acomodada, financieramente segura, pero a dos ceros de distancia del territorio de los jets privados”.

La inflación, el aumento en el costo de las viviendas y un impulso de décadas hacia los mercados de valores por parte de los inversores promedio han elevado a millones de personas al estatus de millonarias. En un informe publicado en junio por el banco suizo UBS se encontró que aproximadamente una décima parte de los adultos estadounidenses son miembros del club de siete dígitos, y que el año pasado, se sumaron diariamente 1,000 nuevos millonarios.

Hace treinta años, la oficina de rentas de Estados Unidos contaba con 1.6 millones de estadounidenses con un patrimonio neto de 1 millón de dólares o más. Con datos de las Naciones Unidas, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y los bancos centrales de países de todo el mundo, UBS situó el número en 23.8 millones en Estados Unidos el año pasado, un aumento casi 15 veces mayor.

Las crecientes filas de millonarios se producen mientras la brecha entre ricos y pobres se amplía. El 10% de los estadounidenses más ricos posee dos tercios de la riqueza de los hogares, según la Reserva Federal, con un promedio de 8.1 millones de dólares cada uno. El 50% inferior posee el 3% de la riqueza, con un promedio de solo 60,000 dólares a su nombre.

Los datos de la Reserva Federal también muestran que hay una diferencia según la raza. Las personas asiáticas superan a los estadounidenses blancos en cuanto a riqueza media, mientras que las personas negras e hispanas están rezagadas en su patrimonio neto.

Barley trabajaba como periodista cuando su periódico terminó su programa de pensiones y recibió un pago único de aproximadamente 5,000 dólares. Un colega la convenció de invertirlo en una cuenta de jubilación, y desde entonces, ha guardado lo que ha podido. Las inversiones bajaron al principio durante la Gran Recesión, pero después comenzaron a crecer. Con el tiempo, acumular ahorros, ir a casa y revisar los saldos de sus cuentas le proporcionaba una catarsis cuando tenía un día difícil en el trabajo.

El mes pasado, después de uno de esos días, se dio cuenta de que había llegado el momento.

”¿Sabías que somos millonarios?” le preguntó a su esposo.

“Buen trabajo, cariño”, le respondió su cónyuge, imperturbable.

No experimentaron ningún cambio inmediato. Como muchos millonarios, gran parte de su riqueza está en inversiones a largo plazo y en su hogar, no en efectivo de fácil acceso. Ella todavía vive en su modesta casa de Orlando, Florida, guarda la mitad de su sueldo, utiliza servilletas de comida para llevar y forra los botes de basura con bolsas de supermercado.

Aun así, Barley dice que se siente poderosa al cruzar un umbral que nunca imaginó alcanzar de niña.

“Pero no es tan glamoroso como las ideas en tu cabeza”, dice.

Toda la riqueza es relativa. Para quienes tienen ingresos modestos, un millón de dólares es algo que solo ocurre en los sueños. Para los multimillonarios, es un error de redondeo. De cualquier manera, hoy se necesita el doble de efectivo para igualar el poder adquisitivo de hace 30 años.

Un patrimonio neto de 1 millón de dólares en 1995 equivale a aproximadamente 2.1 millones de dólares actuales, según la Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos.

Para algunas personas, un patrimonio neto de siete cifras es una medida tan desactualizada como un salario de seis cifras. No obstante, “millonario” se utiliza en todo, desde la política hasta la música popular, como sinónimo de riqueza.

“Es un número redondo agradable, pero es un punto en un viaje más largo”, dice Dan Uden, un hombre de 41 años de Providence, Rhode Island, que trabaja en tecnología de la información y que alcanzó la marca del millón de dólares el mes pasado. “Definitivamente te da un poco de espacio para respirar”.

Ningún otro país está cerca de Estados Unidos en cuanto al número absoluto de millonarios, aunque en relación con la población, UBS encontró que Suiza y Luxemburgo tenían tasas más altas.

Kenneth Carow, profesor de finanzas de la Escuela de Negocios Kelley de la Universidad de Indiana, dice que existen similitudes entre los millonarios de hoy. La gran mayoría posee acciones y una casa. La mayoría vive por debajo de sus posibilidades. Valoran la educación y enseñan responsabilidad financiera a sus hijos.

“El sueño de convertirse en millonario”, dice Carow, “se ha vuelto más alcanzable”.

Jim Wang, de 45 años, un ingeniero de software de Fulton, Maryland, convertido en bloguero financiero, dice que aun si alcanzar el millón de dólares fue esencialmente “un no-evento” para él y su esposa, todavía tenía peso para él como hijo de inmigrantes que ahorraban dinero apagando la calefacción en las noches de invierno.

Es posible que los jets privados que imaginaba de niño no se hayan materializado en el umbral del millón de dólares, pero aún lo ve como un marcador que brinda un cierto nivel de seguridad.

“Es posible, incluso con un trabajo regular”, dice. “Solo tienes que ser diligente y constante”.

La resiliencia de los mercados financieros y la facilidad de invertir en fondos indexados de bajo costo y base amplia ha impulsado los saldos de muchos millonarios que no ganan enormes salarios ni heredan fortunas familiares.

Entre ellos se encuentra una creciente comunidad de jóvenes millonarios nacidos del movimiento conocido como FIRE, por sus siglas en inglés, que significa Independencia Financiera, Retiro Temprano.

Jason Breck, de 48 años, de Fishers, Indiana, abrazó el movimiento FIRE y alcanzó la marca del millón de dólares hace nueve años. Inmediatamente dejó su trabajo en marketing automotriz, donde generalmente ganaba alrededor de 60,000 dólares al año, pero logró guardar alrededor del 70% de su salario.

Ahora, Breck y su esposa pasan varios meses al año viajando. A pesar de estar retirados, continúan haciendo crecer su saldo manteniéndose dentro de un presupuesto ajustado y manteniendo los gastos en 1,500 dólares al mes cuando están en Estados Unidos y unos pocos cientos de dólares más cuando viajan.

Alcanzar su objetivo no se ha traducido en lujo. No tienen un equipo de jardineros para cortar el césped, ni Netflix ni Amazon Prime, ni Uber Eats. Vuelan en clase económica. Conducen un Toyota de 2005.

“No es un boleto dorado como lo era en el pasado”, dice Breck. “Para nosotros, un millón de dólares nos compra libertad y tranquilidad. No somos ricos en yates, pero para nosotros, somos ricos en tiempo”.