Washington. Los pacientes hispanos y afroamericanos que han sufrido apoplejías (infartos cerebrales) tienen menos probabilidades que los blancos de recibir tratamiento por complicaciones como la depresión y la rigidez muscular, según un informe publicado hoy.

“Una constelación de síntomas puede manifestarse después de un ataque cerebral”, afirmó Kent Simmonds, autor principal del estudio presentado hoy en la conferencia internacional de la American Stroke Association en Dallas, Texas.

“Algunas complicaciones pueden ser más sutiles y no ser detectadas por la comunidad médica y, como resultado, es posible que las personas de diferentes grupos raciales o étnicos no reciban un tratamiento equitativo”, añadió Simmonds, del Centro Médico Suroeste de la Universidad de Texas.

De acuerdo los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, en inglés), más de 795,000 personas sufren infartos cerebrales cada año en Estados Unidos y el 87% de estos casos son eventos isquémicos en los cuales queda bloqueado el flujo de sangre al cerebro.

El riesgo de sufrir un primer infarto es casi dos veces mayor para los afroamericanos que para los blancos, y los afroamericanos tienen la tasa más alta de mortalidad por ataque cerebral.

Aunque las tasas de muertes por infarto cerebral han disminuido en toda la población, las tasas para los hispanos han aumentado desde 2012, acorde a los CDC.

El equipo encabezado por Simmonds analizó los registros médicos de 65 centros importantes de cuidado de la salud en Estados Unidos e incluyó a pacientes hospitalizados por ataque cerebral entre agosto de 2002 y julio de 2022.

Los registros se dividieron en tres grupos de pacientes (afroamericanos, blancos no hispanos e hispanos). Todos los participantes eran mayores de 18 años con una edad promedio de 64 años, y el 54% eran hombres.

Un total de 80,564 sobrevivientes afroamericanos de ataques cerebrales fueron comparados con igual número de sobrevivientes blancos, y 28,375 sobrevivientes blancos fueron comparados con la misma cifra de hispanos.

Los investigadores revisaron los medicamentos recetados para seis complicaciones comunes del ataque cerebral: excitación/fatiga del sistema nervioso central (confusión), irregularidades del estado de ánimo (depresión/ansiedad), espasticidad (rigidez muscular), problemas para dormir, incontinencia de vejiga, y convulsiones.

Luego compararon las diferencias en el tratamiento de estas afecciones en tres momentos: a los 14 días, a los 90 días y a los 365 días después del ataque cerebral.

La mayor diferencia en el tratamiento ocurrió principalmente en las dos primeras semanas después del ataque.

La comparación a los 14 días mostró que los sobrevivientes hispanos tuvieron un 20% menos probabilidad que los blancos de recibir tratamiento por excitación del sistema nervioso central, 19% menos de ser atendidos por espasticidad, y 16 % menos probabilidad de ser tratados por irregularidades en el estado de ánimo.

A su vez, los afroamericanos adultos tuvieron un 30% menos probabilidad que los blancos de recibir tratamiento por excitación del sistema nervioso, 27% menos de recibirla por espasticidad y 17% menos de ser atendidos por alteraciones del estado de ánimo.

Se detectó poca o ninguna diferencia en el tratamiento de convulsiones para todos los pacientes en los tres periodos de tiempo. “Cuando un paciente tiene convulsiones, las manifestaciones físicas son a menudo claras y demandan atención urgente”, explicó Simmonds.

Sin embargo, añadió, para otros síntomas como confusión o depresión, los profesionales de la salud “deben hurgar un poco más profundo y determinar si se requiere tratamiento”.

“La comunicación es importante. Los profesionales de la salud deben preguntar a los pacientes acerca de estos otros síntomas sutiles que pudieran indicar complicaciones, además de considerar factores de riesgo tradicionales como niveles de glucosa en la sangre o presión sanguínea”, puntualizó Simmonds.