Un incómodo y al mismo tiempo gracioso momento vivió el presidente de Estados Unidos, Donald Trump con un soldado de guardia.

Resulta que cuando el líder estadounidense se disponía a subir al helicóptero Marine One, se percató que la gorra del soldado estaba en el suelo producto de la fuerte ventolera producida por las hélices de la nave.

Ni soso ni perezoso, antes de poner el pie en la escaletras, el presidente se agachó, agarró la gorra, y se la puso al soldado y también le dio unas amistosas palmadas en el hombro aunque este permaneció inmóvil.

Sin embargo, la gorra volvió a irse a volar y a Trump no le quedó más remedio que ignorar el asunto y montarse al helicóptero.