La desesperación se convirtió el miércoles en un dolor desgarrador para las familias de los alumnos y docentes asesinados en el ataque armado contra una escuela en Uvalde, Texas.

Los familiares de los niños, que inicialmente se reunieron en un centro cívico después del tiroteo del martes en la escuela primaria Robb en la ciudad de Uvalde, en el suroeste de Texas, recurrieron a las redes sociales para pedir ayuda y recordar a las víctimas.

Por la mañana del miércoles, muchos se toparon con la cruda realidad de un horror inimaginable, al comenzar a conocerse los nombres de los asesinados en el ataque a la escuela.

Un hombre se alejó del centro cívico el martes por la noche llorando, mientras le decía a alguien por teléfono: “ella se fue”. En la parte trasera del centro, había una mujer sola, llorando y gritando alternativamente a su celular, agitando el puño y pateando el piso.

Todos los muertos estaban en el mismo salón de clases de cuarto grado, donde el pistolero se atrincheró y abrió fuego contra los niños y los maestros, dijo a la cadena televisiva CNN el miércoles por la mañana el teniente del Departamento de Seguridad Pública de Texas, Christopher Olivarez.

Manny Renfro dijo que el martes recibió la noticia de que su nieto, Uziyah García, de 8 años, estaba entre los fallecidos. “Era el niño más dulce que he conocido”, afirmó. “No lo digo solamente porque fuera mi nieto”.

Renfro contó que Uziyah lo visitó por última vez en San Angelo durante las vacaciones de primavera. “Empezamos a jugar al fútbol americano juntos y le estaba enseñando patrones de pase. Era un niño muy rápido y podía atrapar la pelota muy bien”, añadió. “Había algunas jugadas que yo nombraba y él recordaba, y las hacía exactamente como las habíamos practicado”.

Lisa Garza, de 54 años y residente de Arlington, Texas, lloró la muerte de su primo, Xavier Javier López, quien había estado esperando ansioso la llegada del verano para nadar.

“Era simplemente un niño de 10 años cariñoso que disfrutaba de la vida, sin saber que hoy iba a ocurrir esta tragedia”, apuntó. “Era muy jovial. Le encantaba bailar con sus hermanos y con su madre. Esto nos ha afectado a todos”.

Además, lamentó lo que calificó como una regulación de armas poco estricta. “Deberíamos tener más restricciones, especialmente si estos chicos no están en sus cabales y todo lo que quieren hacer es herir a la gente, especialmente a niños inocentes que van a las escuelas”, afirmó Garza.

La maestra Eva Mireles, de 44 años, fue recordada como una madre y esposa cariñosa. “Era aventurera. Definitivamente, diría cosas maravillosas sobre ella. Se la va a extrañar mucho”, dijo su familiar Amber Ybarra, de San Antonio.

Ybarra se preparaba para donar sangre para los heridos y reflexionó cómo nadie pudo detectar posibles problemas en el pistolero a tiempo para frenarlo.

“Para mí, se trata más bien de concienciar sobre la salud mental”, afirmó Ybarra, una monitora de bienestar que estudió en el centro donde se produjo la tragedia. “Alguien podría haber visto un cambio dramático antes de que ocurriera algo así”.

Al comienzo del año escolar, Mireles publicó una carta en el sitio web de la escuela, presentándose a sus nuevos estudiantes. “¡Bienvenidos al cuarto grado! ¡Tenemos un año fantástico por delante!” escribió la docente, señalando que había estado enseñando desde hacía 17 años. Dijo que le encantaba correr y caminar, y que tenía una “familia solidaria, divertida y amorosa”. Mencionó que su esposo era un policía del distrito escolar y que tenían una hija adulta y tres “amigos peludos”.

En las horas posteriores al tiroteo, las familias de los estudiantes publicaron en las redes sociales fotografías de niños sonrientes, suplicando información. El ciclo escolar estaba en su recta final y cada día escolar tenía un tema. El del martes era “Footloose” y “Fancy”, por lo que se suponía que los alumnos debían llevar ropa bonita, con zapatos divertidos o elegantes.

Adolfo Cruz, de 69 años y que trabaja reparando aparatos de aire acondicionado, seguía en el exterior de la escuela al anochecer del martes, esperando noticias sobre su nieta de 10 años, Eliajha Cruz Torres, cuyo paradero seguía sin estar claro para la familia. Cruz manejó hasta el lugar del tiroteo tras recibir la llorosa y aterradora llamada de su hija, poco después de los primeros reportes acerca del ataque. Cruz dijo que la espera fue el momento más duro de su vida.

Federico Torres corrió a la escuela para obtener información sobre su hijo Rogelio, de 10 años. En declaraciones a la televisora KHOU-TV, dijo que rezaba para que encontraran a su hijo “sano y salvo... Por favor, si saben algo, hágannoslo saber”.

La funeraria Hillcrest Memorial, que está al otro lado de la calle de la escuela, afirmó en una publicación en Facebook el martes en la noche que ayudará a las familias de las víctimas ofreciendo sus servicios gratuitamente.