Cuando en el hemiciclo apagan los micrófonos y se cambia el verbo por el mallete, Eduardo Bhatia Gautier ansía la naturaleza que rodea su hogar. La garata política y el frío mármol del Capitolio quedan atrás para dar paso al cantar de cotorras y guacamayos que se trepan en los enormes árboles que abundan en el patio de su casa en Río Piedras.

Allí, la controversia se pierde en el follaje y el alboroto no es estridente.

“Es lamentable que muchas veces los más ignorantes son los que más poder tienen. Hay una ignorancia enorme, una falta de entendimiento de la necesidad real que hay en Puerto Rico, que es sacar a la gente de la pobreza”, afirma el abogado, que se ha destacado por su voz fiscalizadora en la Legislatura.

En los últimos meses, su nombre ha estado sonando en la papeleta de la Pava de 2012, tanto para una eventual presidencia del Senado como para la comisaría en Washington. Durante la visita del presidente Barack Obama a Puerto Rico, sobresalió la estrecha relación que tiene con la Casa Blanca.

“En el Capitolio hay días buenos y días malos. Con los años, yo he empezado a disfrutármelos todos. Lo único que no me gusta son los días en que se ofende a la gente, al pueblo, ésos son los peores. Ahí ya estoy loco por llegar aquí, pero, por lo general, me encanta el trabajo en el Capitolio y, aun en los momentos de mucho debate, si es sustantivo, me agrada”, dice, relajado, desde una butaca bajo la sombra de un enorme árbol de panapén, donde conversó horas muertas con Primera Hora.

“Ahora mismo tengo 25 panas”, dijo, señalando el fruto verde claro.

¿Qué le frustra?

La indiferencia de mucha gente, en el Capitolio y fuera del Capitolio, gente que tiene capacidad y tiene en sus manos la llave para cambiar y transformar la vida de mucha gente y no piensan en el bien común, piensan en ellos solamente, en cómo se van a beneficiar de una medida u otra.

¿Qué le dice la gente en la calle? ¿Dónde quieren verlo en la papeleta?

(Ríe) Todo el mundo tiene una teoría distinta. Repito lo que he tratado que sea mi único dogma en la política, quiero hacer equipo, me cuesta mucho hacer equipo a veces, pero yo quiero hacer equipo. Alguna gente quiere que me vaya para Washington, otra gente quiere que me quede en el Senado, hasta gente quiere que aspire para alcalde o para lo que sea.

¿La Gobernación?

Para lo que sea. El problema es que mucha gente se enfoca en las posiciones como si esto fuera una pelea de boxeo, y esto no es una pelea de quién gana una posición o la otra, se trata de cómo levantamos un país y ahí es donde yo estoy enfocado, no me obsesiona ninguna posición.

Hay personas que lo ven como un estadista light.

Creo que, con mucho respeto, eso es una gran necedad. Yo soy un independentista light, un estadolibrista fuerte y un estadista light. No tengo problemas con que digan las tres cosas. La guerra fría para mí se acabó, no le veo la amenaza que otra gente le ve a participar de muchas instituciones en Estados Unidos. Mi discurso es que para que Puerto Rico salga de la pobreza, sus mayores aliados son los puertorriqueños que viven en Estados Unidos.

Bhatia despuntó en la arena política en 1992, en la campaña de Victoria Muñoz Mendoza a la Gobernación.

A los 32 años corrió para el Senado y fue el que más votos obtuvo de su partido. Cuatro años más tarde corrió para la alcaldía de San Juan contra Jorge Santini y, aunque no prevaleció, la elección fue bien cerrada.

Viene de una familia donde la espiritualidad y el humanismo son importantes.

Su madre, Carmen Gautier Mayoral, sobrina de doña Felisa Rincón, le inculcó el compromiso social.

De su padre, Mohinder Bhatia, heredó el color de piel, sus facciones y la visión crítica. Su progenitor es un economista sobreviviente de la guerra entre Pakistán y la India, que llegó a Puerto Rico a finales de los años 50, reclutado para el programa Manos a la obra y se casó con su madre, que terminaba sus estudios graduados en Londres. “Mi papá y mi mamá, cada uno a su manera, trajeron esa cultura india a la casa. Nos enseñaron esa profundidad en el aspecto humanista”, dice. Ambos fueron profesores en la UPR, ella de política y él de economía.

“Ellos se iban a la playa los domingos a leer el New York Times. Hacían un pote de sus salarios para comprarlo y ese era su gran domingo”, recordó, para agregar que creció en una casa “donde se leía y se debatía mucho”. La sobremesa era sobre política internacional. “Recuerdo a personas como Noel Colón Martínez y economistas de la época venir a mi casa a cenar”, recuerda.

“Mi madre era independentista, mi padre es apolítico”, dice. Su mamá murió en 1993, su padre está retirado y dice que lo llama casi todos los días. “Comemos juntos todos los viernes, y los domingos corremos dos horas en la playa”, cuenta.

Eduardo Bhatia sólo ha visitado una vez la India, pero es un admirador de esa cultura oriental y dice que le encantaría volver. En su casa, varios objetos indios, entre ellos una puerta en madera, reafirman su herencia cultural.

“Ghandi tuvo una gran influencia en mi padre”, dice. No practica la yoga, pero está convencido de que debe hacerlo. “Me intriga el concepto de poder hacer ejercicios de respiración para uno poder estar más en paz y tranquilidad”, añade el legislador.

Nació en El Salvador el 16 de mayo de 1964 porque, en ese momento, su padre estaba destacado en la embajada de Estados Unidos en el país centroamericano, donde vivió hasta que tenía alrededor de un año. Es el menor de tres hermanos, junto con Andrés y Lisa.

Sobre el aspecto religioso, cuenta que creció “un poco” con la teología de la liberación. “Íbamos a iglesia, pero era una iglesia más revolucionaria. Cuando a Antulio Parrilla le cerraron la iglesia, las misas se hacían en la terraza de mi casa”, narra.

Bhatia se graduó de derecho de la Universidad de Stanford y su bachillerato en política pública lo hizo en la Universidad de Princeton.

El 22 de noviembre de 2003 se casó con la abogada panameña Isabel Fernández. Aunque Primera Hora no lo vio cocinar, su esposa, aseguró que “cocina superrico”. “Él hace paellas buenísimas”, dijo.

El espigado senador, de seis pies y dos pulgadas y media de estatura, confesó que tiene debilidad por los bacalaítos. Es del signo Tauro y juega baloncesto con amigos, aunque es fanático de los deportes acuáticos.

“Me encanta el mar. De vez en cuando kayakeo con mi esposa y corro bicicleta en Piñones. Tengo una balsa y, cuando puedo, voy por los canales de los mangles”, dice. Tenía un velero, pero “acaba de salir de él”. Afirma, sin embargo, que su gran sueño es ir en un velero por el Caribe, cruzar el canal de Panamá y llegar hasta las islas Galápagos.