Corría el mes de diciembre de 2020 y el mundo, incluyendo a Puerto Rico, deliraba casi a ciegas por el inclemente golpe de la pandemia del COVID-19 y ante el hecho de que los recursos preventivos disponibles para entonces eran acciones no farmacológicas a través del uso de mascarilla, lavado de manos y distanciamiento físico... hasta que se hizo el anuncio en Estados Unidos: había autorización de emergencia para comenzar a vacunar a la gente con el producto de Pfizer BioNTech.

En la isla el proceso arrancó la madrugada del 15 de diciembre, cuando se registraban 1,294 muertes a causa del virus y habían reportes de que más de 60,600 puertorriqueños se habían contagiado. En la comunidad científica esperaban con ansias que el programa de inoculación iniciara, particularmente, porque para esa fecha 14 personas morían en promedio diariamente en Puerto Rico por complicaciones relacionadas a la enfermedad. De hecho, en 21 meses de pandemia, sigue siendo diciembre de 2020 el mes más mortífero en la crisis de salud pública, con 445 fallecimientos acumulados.

Hoy, a un año de aquel arranque Puerto Rico ha logrado llamar la atención de muchos gobiernos y científicos de diversos países por su eficaz proceso de distribución y administración de las vacunas, rebasando incluso las cifras de inmunización de cualquier estado o territorio estadounidense. Actualmente, el 73.1% de los 3.2 millones de habitantes de la isla están totalmente vacunados y el 84.1% inició el proceso. El gobierno ha reportado que se han administrado más de 5 millones de dosis en las diversas etapas de la iniciativa que, al día de hoy, incluye a personas de 5 años en adelante.

Este avance en la inoculación -donde se agregaron los productos de Moderna y Janssen- han permitido también que haya un mejor manejo de la pandemia en tiempos en que la presencia de variantes como Alfa o Delta provocaron nuevas olas de contagios, hospitalizaciones y muertes. Actualmente, en Puerto Rico han fallecido 3,276 personas a causa de COVID-19. Aunque siguen ocurriendo decesos, se ha visto una disminución desde octubre. De hecho, en los últimos siete días el promedio es de 0.3 muertes diarias.

“Cuando comenzamos hubo muchos retos y eso estaba atado también a las muertes porque veníamos de haber pasado las festividades de noviembre y arrastrando los días eleccionarios. Lo recuerdo muy bien porque hubo muchas muertes después de Acción de Gracias y me acuerdo haber dicho: ‘no son números y estadísticas, son familias que lloran a sus seres queridos’. Y así fue que arrancó el proceso de vacunación, con esperanza ante aquel escenario... las vacunas cambiaron el juego y eso nos permitió y salvar más vidas. Así de sencillo”, reflexiona la infectóloga Iris Cardona, quien a su vez es la Primera Oficial Médico del Departamento de Salud y la capitana detrás de todo el Plan de Vacunación de COVID-19 para Puerto Rico.

Esa primera fase del proceso inició con los profesionales de la salud pues, así lo dispuso el plan del gobierno federal. Aunque para Puerto Rico se esperaban entonces 300,000 dosis en aquel diciembre, realmente llegaron menos de 100,000. Eso creó una situación de oferta y demanda y el desespero de personas de toda la isla que hacían largas filas para poder inocularse.

La primera vacuna se le administró a la terapista respiratoria Yahaira Alicea del Hospital Ashford, en San Juan. La profesional fue seleccionada debido a que atendió a los primeros pacientes diagosticados con COVID-19 para marzo de 2020. Se trató de una pareja de turistas italianos (Bruno Milani y su esposa) que llegaron contagiados desde un crucero que atracó en el muelle de la capital. Lamentablemente, la señora falleció.

Mientras era inyectada, Alicea compartió con la prensa lo que sentía al ser la primera persona vacunada en Puerto Rico y representar a los miles de profesionales de la salud que aún trabajan arriesgando sus vidas en esa primera línea de respuesta cuando un paciente llega enfermo al hospital.

“Dios sabe por qué hace las cosas. Estamos aquí para cumplir una vocación”, sostuvo entonces Alicea.

Desde aquel momento en el Hospital Ashford se han puesto unas de 21,000 dosis de las vacunas, explicó a Primera Hora el director asociado de la institución, el licenciado Héctor Ortiz.

“Hemos apoyado a los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) vacunando en escuelas, a personas sin hogar, a comunidades de alto riesgo o que viven en lugares remotos y que quizás no hubieran podido acceder a las vacunas”, explicó Ortiz al agregar la importancia de que se haya desarrollado una colaboración de diversos sectores porque de lo contrario habría sido dificultuoso alcanzar la tasa de vacunación actual y “hubiera sido devastador para la salud pública en Puerto Rico”.

En un comienzo, a Puerto Rico se le asignaron $1.6 millones para inversión en equipos de informática y otras herramientas que ayudaran en la logística de distribución y a crear el sistema de registro electrónico de vacunas. Además, el gobierno tuvo que considerar de inmediato las alianzas para desarrollar un suplido de vacunas robusto. Actualmente, hay más de 900 proveedores alrededor de la isla y unos 21,000 vacunadores adiestrados y disponibles para inocular a la gente.

Otro gran desafío para una isla tropical era como almacenar vacunas a temperaturas ultrafrías o por debajo del punto de congelación. En este proceso de salvaguardar los productos fue que se unieron las universidades, los administradores de hospitales privados y la Guardia Nacional de Puerto Rico.

Sin embargo, cubiertos esos obstáculos, la otra gran barrera para las autoridades era convencer a la ciudadanía de que la vacuna es un gran paso para salir de la crisis pandémica que continúa azotando al mundo.

“Los profesionales de la salud dieron modelaje vacunándose primero y compartiendo sus experiencias en redes sociales y con los pacientes. Eso de entrada, brindó confianza y fue parte esencial en el proceso de educación. Y es que nos ha tocado desde la ciencia orientar y defender la vacunación desde distintos foros. Pero lo bueno es que lo hemos logrado y eso lo vemos en las estadísticas. ¿Que queda trabajo? Sí, pero estamos bien encaminados”, acotó Cardona.

Actualmente, la vacunación en Puerto Rico se encuentra en promover las dosis de refuerzo, la inoculación entre los niños de 5 a 11 años de edad y en llegar a aquellos que están aptos para recibir el producto farmacológico, pero que todavía tienen dudas o desconfianza.

“La vacuna es la esperanza en el control de enfermedades que son tan contagiosas como el COVID-19 y así se refleja a través d ela historia de la medicina en el mundo. Ciertamente, creo que ninguna se compara con la que tenemos con el COVID, pero hay esperanza. Han pasado los meses, sabemos un poco más, la ciencia sigue al servicio de los seres humanos de todos los países y tenemos intervenciones preventivas y la vacunación es la más importante. Ese es el mensaje importante que hay que continuar llevando”, determinó al precisar que “la vacunación del COVID llegó para quedarse y tenemos que asimilarlo”.

Enmarcado en ese pensamiento de que “hay COVID para largo” y que se enfrentan nuevos retos con la presencia de variantes como Ómicron -que al momento se proyecta más transmisible que cualquier otra mutación en circulación, incluyendo la Delta- es que los esfuerzos del gobierno están concentrados en inocular durante el mes de diciembre a las personas que requieren refuerzo y a la población infantil.

En Puerto Rico cerca de 2,340,000 personas han completado la serie de vacunas (dos dosis para Pfizer o Moderna o la unidosis de Janssen). De estos personas hay 1,250,585 que ya necesitan refuerzos, de los cuales 572,336 (21% de toda la población) recibieron la dosis adicional. Estudios científicos -incluyendo un análisis realizado en Puerto Rico- confirman que después de seis meses la efectividad de las vacunas disminuye, provocando que aumenten los riesgos de infección, hospitalizaciones y muertes.

El reto del Departamento de Salud es lograr que esas 678,249 personas que han perdido inmunidad, recurran a ponerse el también llamado “booster”. Este viernes, por ejemplo, hay un evento masivo llamado VacuTrulla, el cual se efectuará de 9:00 de la mañana a 10:00 de la noche en el Centro de Convenciones.

De otra parte, está el proceso de los menores de 5 a 11 años, quienes fueron autorizados a inmunizarse hace poco más de un mes. Se estima que en Puerto Rico hay unos 220,00 niños y niñas en este grupo demográfico.

“Me siento contenta porque hasta el lunes se habían vacunado casi 80,000 niños y de ese grupo el 17% tiene la serie completa. Nuestro llamado a los padres y padres es que acudan a algunos de los puntos disponibles de vacunación o al evento que tenemos el viernes”, exhortó Cardona.

Pero detrás del éxito alcanzado, han habido lecciones aprendidas y desafíos superados, principalmente, porque se ha puesto a la ciencia al servicio de la comunidad en lo que la doctora Cardona ha llamado “el gran reto del siglo 21″.

“Ningún proceso de vacunación o intervención médica está exenta de algún error porque no somos perfectos. Lo importante en estas situaciones es identificar situaciones, detener el proceso y corregir. Y así ha sido”, manifestó Cardona.

Entre las millones de dosis distribuidas a la isla, solo hay récord de que se hayan tenido que descartar por “error humano” unas 200 inyecciones que no pasaron por un proceso adecuado de refrigeración. También hubo situaciones “desafortunadas” en las que proveedores inocularon a niños con vacunas diluidas incorrectamente o con productos que estaban vencidos. También hubo situaciones en que se administraron los productos farmacológicos a niños que todavía no estaban autorizados por las autoridades federales. Este fue el caso de la Guardia Nacional. En cambio, la doctora Cardona aseguró que ninguna de las situaciones fue perjudicial para algún paciente y todos fueron monitoreados por el Departamento de Salud.