A más de dos años del sismo de magnitud 6.4 que estremeció la región sur a principios del 2020, a la guayanillense Zaida Rodríguez se le ha hecho casi imposible pasar la página de tan horrorosa experiencia que destruyó su casa.

Cuando se suscitó el movimiento telúrico, su esposo estaba encamado por ser paciente de cáncer terminal. A ella, por su parte, la habían operado del corazón. No solamente recuerda vívidamente la pérdida de su hogar, sino que aseguró a Primera Hora que sus condiciones de salud y las de su esposo se agravaron debido al estrés extremo producto de las vivencias.

Sin embargo, afirmó que el Gobierno -tanto municipal como central- falló severamente en brindarle ayuda.

“Me falló. Nunca nos visitaron, nunca buscaron dónde estábamos ubicados, nunca nos llamaron para preguntar dónde estaba. (Me dejaron en) un abandono total. Me da vergüenza, porque como que estoy rogando”, señaló.

Relató que sintió cuando su casa, que ubicaba en el barrio Magas Arriba, se destruyó por completo, pero un escape de gas la durmió y le imposibilitó moverse. Su esposo no podía caminar ni hablar. Fue su hija quien la ayudó a salir, mientras que su yerno cargó al paciente de cáncer en sus hombros.

“Él no reaccionaba, porque no podía. Suerte que mi hija estaba en mi casa”, rememoró.

Y esto solo fue el comienzo de una larga odisea para conseguir un nuevo hogar, obras que aún gestiona. Después del fenómeno, Rodríguez sufrió un derrame cerebral y episodios de depresión y ansiedad severos.

Dijo que el ayuntamiento alegó que su casa no podía ser derribada, porque la pintura tenía plomo. Más aún, se retractaron meses después, aduciendo que el plomo lo encontraron en otra área de la casa, no en la pintura. Por esto, Rodríguez optó por sufragar la demolición de su propio bolsillo.

“Esto es un proceso de pérdida. Toda tu vida para construir un hogar y de la noche de la mañana lo pierdes todo. La estabilidad de estar en un hogar propio significa mucho y no estar rogando”, reiteró la madre de dos hijas y abuela de tres nietos.

De manera similar, la pareja compuesta por María Rivera Ayala y Elliot Torres, oriundos de Bayamón y quienes por los pasados 20 años son residentes del barrio Candelaria Arenas, en Toa Baja, aún esperan rehabilitarse por las inundaciones súbitas de febrero que afectaron este municipio y los pueblos de Toa Alta, Cataño, Vega Baja, Vega Alta, Dorado y San Juan.

Aseguraron a este medio que cuando compraron su casa hace dos décadas no fueron informados de que estaba ubicada en una zona inundable. Máxime, sostuvieron que el gobierno municipal conoce de la vulnerabilidad de la zona, ya que no es la primera vez que las lluvias lo sumergen. Empero, denunciaron que el ayuntamiento ha hecho poco por limpiar escombros que evitarían inundaciones de la zona, sobre todo porque corre un riachuelo en la comunidad.

“La respuesta ha sido ninguna, porque no han venido ni a cortar la grama”, aseguró Torres, quien está en remisión de cáncer, es diabético y sufre de apnea del sueño.

En el caso de Rivera Ayala, quien sufre de asma, esclerosis múltiple y tiene un marcapaso, las inundaciones y la destrucción del huracán María del 2017 -que los obligó a reconstruir el hogar- dejan huellas que traspasan lo físico. Con cada lluvia, teme lo peor.

“Tú no puedes vivir tranquilo esperando que llegue la lluvia y te arrope, o esperando que estés dormido y te ahogues. Con tanto sacrificio que tú compras tus cosas para que venga la naturaleza y te la quite”, lamentó al mencionar que se les ha hecho económicamente imposible trasladarse.

La pareja recibió la visita del senador Carmelo Ríos y de personal municipal, quienes les aseguraron ayudarlos y reubicarlos. Al día de hoy, esa ayuda no ha llegado.

“No juegues con los sentimientos de la gente. Eso es bien malo y Dios castiga eso”, manifestó Torres.

“A nosotros nos tienen en el olvido. El gobierno se ha hecho de la vista larga”, recalcó Torres.

“Esto no era un huracán, pero nos atacó como un huracán”, reiteró el ciudadano, quien con Rivera Ayala comparte la alegría de tener seis nietos y seis bisnietos.