Cuando Melania de Jesús Serrano habla de su profesión, siente la misma pasión que aquel día cuando decidió ser enfermera.

Hoy no ejerce porque la mujer, de 57 años, cumple una condena en el Complejo de Rehabilitación para Mujeres en Bayamón, por asesinato en segundo grado. Lleva allí una década, la mitad de su sentencia.

Misis De Jesús, como llamaban a la enfermera graduada, es una de las cientos de confinadas y reos quienes tienen estudios universitarios, algunos con maestría y doctorado, y que forman parte del banco de talento que el Departamento de Corrección y Rehabilitación (DCR) trabaja hace un año.

El reto inicial, dijo el secretario del DCR, Erik Rolón, fue recoger los datos que estaban en el sistema de los reclusos.

Ahora, tan pronto llega un reo, llena el censo para actualizar la base de datos.

Al momento de esta entrevista, de las 9,059 personas que componen la población penal, 7,096 habían respondido unas preguntas con las que se identifican sus destrezas académicas y laborales, las cuales el DCR utiliza para establecer programas; de esta manera, se benefician según sus necesidades.

En el caso de Melania, quiere desarrollarse en otras áreas, por lo que estudia para para completar un bachillerato en estudios generales.

Eso sí, asegura que su pasión sigue siendo la enfermería, por lo que, si alguna de sus compañeras “le duele una uña, antes de ir al médico, me consulta”.

Alcidy Maldonado, de 61 años, es otro de los reos que estudió y dedicó su vida a laborar en bancos, municipios y estableció negocios.

A Maldonado, quien lleva poco tiempo en prisión y está en un proceso de apelación de sentencia por Ley de Armas y robo, solo le faltaba un año para terminar su maestría en contabilidad.

Satisfecho Corrección

Para el secretario del DCR, es gratificante conocer la cantidad de talento que tienen las instituciones.

“Me gustó mucho lo que vi... Ver ahora que 2,838 (confinados) habían completado su cuarto año; 411 con grados técnicos; casi 300 con grados asociados; 157 con bachilleratos; 23 con maestría; 12 con doctorados y 846 con algún otro tipo de grado, para mí es bastante satisfactorio”, sostuvo Rolón.

Además, el funcionario reveló que de las áreas de salud y contabilidad, en la población penal también cuentan con profesionales en campos como educación, ingeniería mecánica y artes plásticas.

Este censo, según Rolón, “es muy útil porque cada vez que inauguro una nueva iniciativa, busco el banco de talento”.

Ejemplificó que recientemente buscaron 40 confinados que hubiesen tenido su última experiencia de trabajo en construcción.

También indicó que se comenzaría a impartir clases de mecánica automotriz para los reos que hayan expresado interés en estudiarlo.

Mientras, en la institución Arecibo 216, que la harán “tipo recinto”, diseñarán dos currículos especializados, uno en construcción y áreas esenciales, y tecnología, donde impactarán a otros 200 confinados.

Dan el máximo sus estudios universitarios

Un grupo de confinados completa su grado de bachillerato, algunos desde el 2014, cuando inició el programa como parte de un acuerdo colaborativo entre la Universidad de Puerto Rico (UPR) y el Departamento de Corrección.

Raúl Reyes, de 40 años, es uno de ellos y cuenta con emoción el haber estudiado con el fenecido educador Fernando Picó, “uno de los intelectuales más grandes e historiadores que ha dado este País”.

Picó, jesuita y catedrático en Historia, creó en el 1990 el Proyecto de Confinados Universitarios, apostando a la educación para lograr la rehabilitación. 

Reyes, quien hizo un año de universidad, dijo que sus padres siempre lo alentaron a estudiar, pero desde joven tuvo que encargarse de sus hijos.

Exhortó a la gente a cobrar conciencia de que no estamos solos, “que hay que pensar en los otros y que, si a los confinados les dan la oportunidad, ellos pueden hacer grandes cosas”.

Para Juan Negrón Ayala, de 63 años, su pasión es la pintura, la literatura y vivir con intensidad, y pertenece a un círculo de escritura en el que elaboran ensayos, poesías y cuentos, principalmente.

Para Negrón Ayala, la escritura es “quizás, la única forma de usted saborearse lo que dejó de saborear...”, y dejar un legado a su familia.

En el caso de José Dávila Quiñones, de 37 años, siempre tuvo afán por estudiar. Ahora puede “aportar de lo que sé, trabajar con la juventud y las personas mayores que están rezagadas”.

De su parte, el secretario Rolón comentó que el proyecto educativo “ha sido muy exitoso, estamos en conversaciones con la Universidad de Puerto Rico para ampliar ese acuerdo y llevarlo a cada una de las prisiones máximas, y esperamos completar ese acuerdo próximamente”.