Conoce todo lo que revelan los huesos a la hora de la muerte
La división de Antropología Forense es la de más reciente creación en el ICF.

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Nota de la editora: Esta semana publicamos una serie de reportajes que cuentan la historia del Instituto de Ciencias Forenses a sus cuatro décadas de creación. Conoce los logros, la evolución y el trabajo de su gente.
¿Qué hace el Instituto de Ciencias Forense (ICF) cuando sólo se encuentra un esqueleto?
Según explicó el patólogo forense, Francisco Cortés, las condiciones calurosas que se viven en la Isla provocan la rápida descomposición de los cadáveres, por lo que no es de extrañar que, cuando se descubre una escena del crimen, sólo estén los huesos.
Esta osamenta que llega al ICF pasa al área de antropología forense, uno de los más recientes departamentos creados en estos 40 años de historia de la agencia de seguridad a cargo de investigar las causas, modo y circunstancias de la muerte de una persona.
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Uno de los primeros trabajos que se hacen en este departamento es posicionar cada uno de los huesos, como formando un cuerpo humano, según se observó durante la visita de Primera Hora a esta sección.
La directora de la división de Antropología Forense, Meisshialette Ortiz Quiñones, explicó a este diario que esta rama “es una pieza fundamental para ayudar a los patólogos forenses a establecer la causa y manera de muerte. Así que nosotros ayudamos a identificar el perfil biológico, que básicamente eso es el sexo, la edad, la estatura, la afinidad poblacional y los traumas que pudieron haberle causado la muerte, algunas condiciones que la persona padecía, que nos puedan ayudar también a identificarla”.
Con la medición de los huesos, por ejemplo, el de la pelvis, esta estudiante de doctorado puede determinar el sexo, la edad y la estatura. También miden el cráneo, postcráneo y las extremidades de un esqueleto que revelan información importante sobre su afinidad poblacional. Estas mediciones se introducen a una base de datos, que promedia la estatura de una persona, explicó, por su parte, la experta y la antropóloga forense, Damara Guevara Morales.

Esta división es de reciente creación, ya que anteriormente el ICF contaba con un “consultor de casos”. Este fue el doctor Edwin Crespo, quien también era catedrático de la Universidad de Puerto Rico, recinto de Río Piedras. Crespo falleció en el 2019 y no es hasta el 2022 cuando Ortiz Quiñones entra a la agencia para hacerse cargo de la sección.
“En diciembre del 2022, es que yo me introduzco a lo que es el ICF y se crea -por primera vez en la historia del instituto- la sección y un laboratorio per se de antropología forense”, contó sobre cómo nació este nuevo departamento.
En un principio, Ortiz Quiñones laboraba sola.
Compartió que cuando llegó a la agencia, había 80 casos acumulados, principalmente de personas que no habían logrado ser identificadas. Pero, desde febrero de 2024 su sumó Guevara Morales a dar apoyo en estas investigaciones de osamenta. Diez meses después se creó la Unidad de Identificación Humana para tratar de lograr identificar todos los casos acumulados sin que se haya determinado quiénes eran las personas fenecidas, que sumaban entre 100 a 180, reconoció la directora de la sección.
“Con la creación de la unidad, identificamos el 95% de los John Doe, (nombre ficticio con el que se nombra a un cadáver sin identificar), que vinieron a la institución”, precisó Ortiz Quiñones.
En la mayoría de los casos, pruebas como el “Rapid DNA”, la dentadura y las huellas dactilares pueden ayudar a identificar a una persona fenecida. Ya cuando lo que se encuentra es la osamenta, se puede comparar una radiografía anterior tomada a la posible víctima, o verificar posibles implantes ortopédicos para tratar de dar con su identidad.
“También si solamente tenemos la cabeza, podemos hacer una comparativa del seno frontal, que es como una huella dactilar que cada ser humano tiene diferente”, explicó la directora.

Añadió que “últimamente hemos identificado calcinados a través de lo que es la huella dactilar. Aunque hoy día se digitalizan esas huellas, la colaboración con el laboratorio de huella del FBI (Negociado Federal de Investigaciones) nos ha ayudado que, por medio de una fotografía, en algunos casos complejos como los calcinados, hemos podido identificarlos a través de, simplemente, una foto”.
En los huesos también se pueden detectar heridas de bala, como pasó en el esqueleto que se usó de ejemplo.
La osamenta que no se logra identificar se queda guardada en el laboratorio del ICF por alrededor de cinco años, por si se reclama alguna persona desaparecida.
Ortiz Quiñones detalló que, en la actualidad, quedan unas 100 osamentas almacenadas en el laboratorio.