Mensaje de Juramentación

Del Gobernador del Estado Libre Asociado de Puerto Rico

Alejandro García Padilla

La grandeza del país. 

 

Compatriotas:

Con el mar, la tierra y el cielo puertorriqueño como testigos; frente a ustedes que representan al pueblo de Puerto Rico extendido por el mundo; y ante la mirada benigna de Dios; asumo con tanta humildad en mi espíritu como reciedumbre en mi voluntad, la responsabilidad de la gobernación del país.

 

Lo hago con plena conciencia de la dimensión de los problemas que nos aquejan; pero con convencimiento igualmente pleno de que nuestra voluntad de pueblo es más grande que esos problemas; que la capacidad y el tesón de los puertorriqueños es más grande que los problemas que enfrentamos.  

 

Altos índices de desempleo y de deuda pública – más altos de lo que pensábamos –, la degradación sin precedentes de nuestro crédito, estadísticas angustiantes de criminalidad y de fragmentación social,  han hecho que en ocasiones, Puerto Rico se mire a sí mismo y no se reconozca.  A veces la patria parece tierra ajena. 

 

En el pasado, la situación se ha visto como una enfermedad y la cura como un remedio embotellado que debemos ingerir, por prescripción médica,  con dificultad.    

 

La enfermedad no es la imagen que debe definir la agenda de este gran país;  la preocupación paralizante no puede ser respuesta ante el estado de cosas.  La solución no está en los anaqueles de una farmacia distante.  La solución está en nosotros; somos el paciente y somos también el médico;  la fuerza está en nosotros; la fortaleza está en nuestro propio país. 

 

Es hora de pasar de la preocupación a la ocupación.   De volver a asumir a nuestro país como lo que es:  una tierra de talentos, de empeños y de hazañas, con la capacidad de imaginar futuros y la voluntad de traducirlos en realidades.  Una tierra de solidaridad más que de conflictos, un lugar de convergencias; un pueblo capaz de construir sobre lo grande que lo une; más que de reñir por lo pequeño que lo separa.  Un pueblo que lucha por crear riqueza, no por la riqueza misma, sino por la oportunidad de construir con ella, para toda su gente,  accesos democráticos a la educación, a la salud, a la prosperidad.

 

La voluntad y el tesón de los  puertorriqueños y las puertorriqueñas  corre por su sangre.  Por eso, Puerto Rico tiene fe en sí mismo.  Son cualidades que no se improvisan, que a veces se opacan o se marchitan pero que están siempre vivas, siempre fuertes, en lo más profundo de nuestra identidad.  No se han ido. Son cualidades que se prueban sobre todo, en los tiempos difíciles.  Son cualidades que van a probarse ahora. 

 

Han sido muchas las veces que, con tesón, hemos salido hacia adelante altivos, orgullosos, aprovechando los tiempos malos para sacudirnos y salir adelante convertidos en un país mejor.

 

Cuando la Gran Depresión y dos terribles huracanes sembraron el  hambre y el desamparo en nuestros pueblos y campos, los mismos puertorriqueños y puertorriqueñas que quedaron sin techo y sin bocado, abrieron nuevamente los surcos y esparcieron la semilla. Combatieron la desesperación con trabajo, el desasosiego con voluntad y no miraron atrás, a lo que habían perdido, sino a la aurora que anunciaba un tiempo nuevo más noble que el perdido. 

 

Cambiaron el dolor por la esperanza; la frustración por la fe.   La devastación se convirtió en pasado; pasó a ser solo el prólogo de una gran transformación. Con esa Fortaleza, con ese empeño, Puerto Rico salió del atraso, recuperó las confianzas extraviadas, le echó manos a la obra y se convirtió en una sociedad moderna y democrática que ganó la admiración del mundo.

 

Lo hicimos nosotros.  Pasamos de la economía agraria de monocultivos, a la industria ligera de la aguja; cuando ya nuestros niveles de desarrollo no nos permitían competir en la costura, construimos un poderoso andamiaje de producción química; cuando las fuerzas geopolíticas dieron al traste con esa industria, auspiciamos una de las más altas densidades mundiales de manufactura de medicamentos y equipos médicos. Tuvimos éxito.  Vamos a tener éxito otra vez.   

 

Hemos trabajado con la tenacidad de un pueblo laborioso que no se resigna, que no se quita.  Salimos adelante con esfuerzo propio, con solidaridad y con sacrificios.  Lo hemos hecho muchas veces y ahora nos toca ahora volver a hacerlo.  Otro amanecer es posible; otro resurgir es alcanzable. 

 

De entrada, tenemos que ser honestos. Si no somos honestos y transparentes empezamos mal:  Los problemas son muy, muy serios.  No hay que minimizarlos ni esconderlos.  El país los conoce y los padece. Lo importante ahora no es repetirlos; es que nos ocupemos en superarlos.  Ante la caída de nuestros índices de crecimiento económico y desarrollo humano, no es momento para que nos refugiemos en la pena.  Ante las estadísticas del crimen y de incertidumbre social, no nos encerremos tras las rejas de la indignación. Es hora de intervenir, de actuar, de producir soluciones, de ejercer el liderato en la definición de mejores rutas.

 

La primera prueba en el camino de la superación, estaba en la formación del gobierno. Se ha superado bien. A la hora de formar gobierno,  excelentes puertorriqueños y puertorriqueñas, de todas las adscripciones políticas,  se han incorporado al servicio público en posiciones claves. Han dicho que sí. Han echado a un lado comodidades y buenas remuneraciones para meterle el pecho a una agenda difícil.  No se vale el pesimismo.  Puerto Rico esta de pie.   Maestros y maestras a punto de empezar un nuevo semestre escolar; personal de salud listo a echar el resto en los hospitales; vigilantes que cuidan de nuestros recursos naturales; los buenos oficiales que velan por la seguridad pública; los que imparten justicia; servidores del arte y de la cultura, todos componen un ejército invencible de servicio a favor de Puerto Rico.  Ellos han apostado a la recuperación. Yo apuesto a su sentido del deber y a su talento. Puerto Rico se une a esa apuesta. 

 

Pero la recuperación de Puerto Rico va más allá del gobierno.  Esta en fortalecimiento de la actividad industrial y comercial, está en la multiplicación de la producción cultural; en la expansión de los mercados.  Se requiere reforzar nuestro sentido de solidaridad ciudadana en todas las esferas de la vida del país.    Echar a Puerto Rico adelante es cuestión de todos.  Los puertorriqueños somos solidarios ante las desgracias; somos solidarios en el triunfo de nuestros deportistas, de nuestros artistas, de nuestras comunidades.  Y sabemos ser solidarios en el propósito de ser un mejor país.  De eso se trata ahora. 

 

La solidaridad y las convergencias nos enriquecen.  Construimos cuando nos juntamos.  Cuando nos juntamos detrás de nuestros héroes y heroínas; detrás de  los que se han fijado metas de excelencia y realizado proyectos que ponen en alto la puertorriqueñidad.  Detrás de Javier Culson  y Joseph Acabá;  de José Ferrer, Rita Moreno, Benicio del Toro y Jaime Espinal;  de Ricky Martin,  Justino Díaz y Calle 13; de Sister Isolina y Kiria Tapia; de Francisco Rodón y Arnaldo Roche; de Rosario Ferré y Güico Sánchez.  Detrás de sus triunfos y los de tantos otros como ellos, canalizamos la fuerza del país. 

 

Vamos a multiplicar esos triunfos.  Que se multipliquen en más  estudiantes graduados en carreras y profesiones; en más puertorriqueños y puertorriqueñas que ingresen  en el mercado laboral; en nuestros patrimonios naturales, edificados y artísticos conservados y respetados por todos.  Ganemos medallas triunfando sobre la inercia y la indiferencia; sobre los prejuicios excluyentes y sobre las divisiones partidistas.

Todo ello, sin menosprecio de las diferencias. La identidad puertorriqueña no es una camisa de fuerza, que limita y que excluye.  Puerto Rico es un rico mosaico de talentos disímiles, de perfiles y de vocaciones diversas, de pareceres y miradas complejas, pero cobijado por valores compartidos, por una manera común de decir, por tradiciones y luchas que hemos emprendido juntos. Así como somos un país más grande cuando fortalecemos lo que nos une, somos un país más grande cuando respetamos la pluralidad. La bandera puertorriqueña es enseña de alianzas, de concertaciones, de convergencias porque es la bandera de todos, sin distinción.  Por eso, es el símbolo que nos une. 

 

Finalmente, asumamos sin trepidaciones la realidad de que la recuperación es un camino que hay que andar a paso firme; sin descanso.  Llegar toma tiempo. Las cosas no se van a resolver de la noche a la mañana.  En muchos temas, la situación va a requerir más tiempo; en otros, menos.  Lo importante es que pongamos en marcha la agenda de reconstrucción, bien y pronto, y que la ejecutemos sin pausa, sin tolerancia al titubeo y al propósito de evadirla.

 

¿Qué espera el país del nuevo gobierno? ¿Qué esperamos nosotros de nosotros mismos?

Sabemos lo que queremos.  Hemos oído la voz de la gente, de las instituciones, de las comunidades.

 

El país quiere que se encarrile nuestra economía y se generen empleos. Puerto Rico tiene grandes oportunidades ante sí a pesar del escenario negativo que se presenta hoy. Hay que reactivar la economía.  En el corto plazo, debemos actuar con celeridad en la creación de empleos de urgencia.  En el largo plazo, debemos asegurar el fortalecimiento y diversificación de nuestra economía.

 

El país quiere una agricultura que encamine a Puerto Rico a mayores niveles de seguridad alimentaria.  Que se utilicen al máximo las nuevas tecnologías que estimulan la innovación y crean fuentes de empleo.

 

El país quiere calidad en las escuelas, que se reduzcan  significativamente las brechas en aprovechamiento, que se atiendan bien las necesidades educativas de poblaciones especiales.

 

El país necesita que sus jóvenes puedan culminar una carrera universitaria sin trabas o que adquirieran capacitaciones técnicas y vocacionales en sintonía con las necesidades  del momento.  La educación es la herramienta principal para lograr un Puerto Rico de respeto ciudadano de aprecio al entorno y la cultura. El país quiere una Universidad democrática en accesos y exigente en  su producto, que sea centro vivo de debates, de generación de conocimiento, de fomento de talentos profesionales y culturales, sin intervenciones anacrónicas que comprometan su papel fundamental en la vida de Puerto Rico.

El país quiere bienestar físico, mental y emocional que permita a sus ciudadanos desarrollar al máximo sus talentos, capacidades y vocaciones. La salud es derecho de todos, es cuestión de justicia social y de derechos humanos.   Podemos acoplar el acceso universal a los servicios de salud y la costo-eficiencia. Vamos a promover la salud a la vez que controlamos los costos de los servicios.

 

El país quiere recuperar la paz en las calles y las casas.  Que se disipe la atmósfera de impunidad; que los que transgredan el orden asuman las responsabilidades. El país quiere un tratamiento salubrista de las adicciones y un sistema de justicia efectivo que detenga al delincuente.  Que se acabe la violencia contra los más vulnerables – los niños y los ancianos- y el abuso por motivo de género. El país quiere ciudades y pueblos, con espacios públicos cuidados, con ornato y arte, hábiles para el despliegue de la creatividad.

 

El país quiere sentirse orgulloso de su historia, de sus paisajes naturales y sus patrimonios culturales. Quiere amar la cultura propia y vivir en interacción productiva con la cultura del mundo.   Quiere que se practique más deporte y se cultive una vida más sana. El país quiere estrechar sus nexos con la gran comunidad de puertorriqueños de Estados Unidos y del mundo y asegurar que sus talentos se incorporan al proyecto de país que emprendemos hoy.

 

Hoy nos sentimos honrados de los dignatarios que nos visitan.  Que sea ésta el inicio de muchos intercambios educativos y culturales, de expansión en nuestras redes de cooperación.  Porque podemos aprender de lo mejor del mundo, lo mejor de Estados Unidos, lo mejor de nuestro Caribe hermano y ofrecer a todos ellos lo mejor de lo nuestro. 

 

El país quiere un gobierno  de responsabilidad y transparencia,  intolerante a la corrupción y respetuoso del mérito en sus acciones. Un gobierno con bases financieras sólidas, prudente en el manejo de sus finanzas, pero sensible socialmente que es que lo hace democrático y lo distingue de los que solo miran el lucro.

 

Un gobierno que sepa pensar en grande, pero que también atienda lo cotidiano y lo básico para adelantar las metas. 

 

El país quiere un gobierno de inclusión,  con los brazos tendidos a las ideas  y a las gestiones que surgen de las comunidades, de la Academia, de las instituciones comprometidas con Puerto Rico. 

 

El país quiere que los partidos políticos cumplan con nobleza sus propósitos públicos; que no impongan sus rivalidades, sus intereses y sus mezquindades en la vida de esta sociedad.  Nuestra política partidista debe superar el lastre de un tribalismo desfasado y, en su lugar, aprender a generar entendimientos y convergencias de valor cívico. Los problemas de Puerto Rico no se resuelven con el ruido de políticos en nómina, encerrados en este noble edificio en gritería ensordecedora de año entero que, si alguna vez sirvió de entretenimiento, ya no divierte al país.  Se resuelven con la cooperación responsable con y la interacción sencilla y modesta de la política con la base ciudadana.  Esa, es la mejor tradición política de Puerto Rico y del mundo; es la tradición a la que el país quiere volver.

 

Compatriotas:

 

Es hora de iniciar gobierno. Descolgados los cruzacalles y archivados los anuncios electorales, sosegados los ánimos, Puerto Rico enfrenta una tarea complicada pero posible, difícil pero imprescindible: echar adelante el país.  Lo vamos a hacer. 

 

Los países que alcanzan verdadera grandeza no son aquellos que tienen más riquezas o más poder que los otros; son los que tienen la mayor cuota de dignidad, la mayor cuota de tenacidad y los que resurgen de las crisis con mayor fuerza de espíritu. Ahí está su grandeza!!

 

Hoy, con el mar, la tierra y el cielo puertorriqueño como testigos, frente a ustedes que representan al pueblo de Puerto Rico extendido por todo el mundo, y ante la mirada benigna de Dios, convoco a la grandeza del país.  La que reside en todos los puertorriqueños y puertorriqueñas de buena voluntad.  Con nuestra gente, con la fe puesta en nuestras fortalezas, recuperaremos a Puerto Rico como un país de progreso y de paz; un país de respeto ante el mundo y ante la conciencia de cada uno de nosotros.

 

¡Cuento con ustedes!

¡Puerto Rico cuenta con nosotros!

¡Que Dios bendiga a Puerto Rico!

¡Que Dios bendiga a todos!