“Quisiera estar en mi casita..., quisiera gozarla ahora”, dice uno de los damnificados del huracán María

La madrugada de aquel 20 de septiembre está intacta en los recuerdos de don José Luis Camacho Rivera. La casita de madera y zinc -levantada en zancos- en la que vivía en la barriada Buena Vista de Hato Rey, una de las comunidades pobres del G-8, aledañas al Caño Martín Peña, no resistió la embestida del huracán María.

Los fuertes vientos partieron por la mitad la endeble estructura, arrancaron el plafón y en medio de la furia del destructivo ciclón, el viejo, que vivía solo, se tuvo que refugiar en una letrina en la parte trasera del patio, en la que estuvo varias horas encerrado hasta que el temporal amainó.

“Lo pasé en el baño abajo, ahí lo pasé. Llovía y hacía viento. Oía que los vecinos me llamaban para ver si me había pasado algo, pero yo no salía porque la cosa estaba fea. Estaba nervioso, las planchas de zinc volaban por todo esto. La casa se partió por la mitad, se metió el agua y perdí todo lo de adentro”, rememoró el hombre, quien en noviembre próximo cumple 78 años.

Después que pasó el ciclón, para estar cerca de su propiedad, don José Luis, se alojó al frente en un cuartucho que le alquiló a un vecino por $100 mensuales. Allí vive desde entonces, en condiciones insalubres, pues el baño que utiliza queda fuera del estrecho cuarto en el que apenas puede caminar. “Tatito”, como lo conocen algunos allegados, se ha visto afectado en estos años por varias condiciones salud y hospitalizaciones.

La líder comunitaria Iris Rijo ha procurado ayuda para don José Luis.
La líder comunitaria Iris Rijo ha procurado ayuda para don José Luis. (Ramon "Tonito" Zayas)

Transcurridos cinco años del huracán, con la ayuda de fundaciones, donaciones, voluntarios y de la mano de la líder comunitaria Iris Rijo Matos, a quien considera su ángel guardián, don José Luis ahora tiene una nueva vivienda reconstruida en concreto armado, pero no se ha podido mudar porque todavía no ha logrado conectar el agua potable.

“Lo que me falta es el agua y la estufa para mudarme. Quisiera estar en mi casita. Ya que está bonita y arregladita, quisiera gozarla ahora”, exclamó el ebanista jubilado, quien “nunca imaginó” tener una residencia en cemento amueblada, la que emocionado mostró a Primera Hora.

La estructura en hormigón tiene un dormitorio grande, baño equipado y sala-comedor-cocina. Un pequeño balcón, con ventanas de seguridad y una rampa con manijas, refuerzan la entrada. Sólo le falta la estufa para estar completamente amueblada. El Ejército de Salvación (Salvation Army), donó la nevera, lavadora, microondas, muebles, la cama y gavetero.

Actualmente, vive en un apartamento en condiciones deplorables.
Actualmente, vive en un apartamento en condiciones deplorables. (Nydia Bauzá)

“Aquí mucha gente anónima contribuyó. Hay muchos ángeles, vinieron muchos ángeles”, expresó Rijo Matos, quien, junto con su hija, Aileen Rivera Rijo, tomó la batuta para que don José Luis tenga un hogar digno.

La líder comunitaria relató que la casa se comenzó a levantar en noviembre de 2021 y en febrero de este año, ya estaba lista, pero no fue hasta hace unas semanas que lograron conectarle la energía con la ayuda de un senador. En junio pasado acudió a la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados (AAA), pagó la fianza de $75, pero todavía no tiene agua potable, pues se le informó que la propiedad no tenía acometida.

Luego de suministrarle fotos del contador que ubica al lado derecho de la estructura, el oficial de prensa de la AAA, Moisés Lugo Molina, dijo a Primera Hora que están evaluando el caso.

La reconstrucción de la vivienda también fue toda una odisea, pues Rijo Matos dijo que al principio “hubo muchos ofrecimientos”, pero con el tiempo no se concretaron.

“La casa se comenzó a construir como un proyecto comunitario ya que yo era la presidenta de la comunidad, pero pasaron varias cosas y varias personas que nos ofrecieron donaciones se fueron retirando. En el 2020, ya desesperada por el tiempo pasado, decidí usar otro sombrero que tengo, que es una organización sin fines de lucro, Doctor Sonrisa, que preside mi hija, Aileen. Conseguimos los fondos en Estados Unidos, a través de Islamic Relief, pero necesitábamos otra fundación aquí que fuera nuestro recipiente. Tocamos las puertas de la Fundación Por lo Nuestro, que creyó en nosotros y nos sirvió de recipiente”, detalló.

Rijo Matos dijo que la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA), le otorgó a don José Luis, $2,700 para la reconstrucción de la vivienda y otros 2,500 para cosas de la casa.

Todavía espera por la conexión de acueductos.
Todavía espera por la conexión de acueductos. (Ramon "Tonito" Zayas)

“Como todas estas casas pertenecen a un fideicomiso de la tierra y la gente no tienen título de propiedad, por eso se le hizo un poco más cuesta arriba, pero FEMA le dio una partida y esa es la única partecita que usamos. Al principio la casa era en zinc y esa fue la única partecita que usamos para el techo. En total recibió casi $6 mil de FEMA, pero la casa se levantó con las donaciones de entidades privadas. La suma más importante la aportó Islamic Relief y el arquitecto Fernando Pagán supervisó la obra”, sostuvo.

Sostuvo que una vez llegaron los fondos, la casa se construyó rápido. “El arquitecto Pagán, de Fase 3, nunca se despegó de nosotros. Siempre estuvo aquí mano a mano, sin cobrar un centavo. Una vez se identificaron los fondos, Pagán sacó el permiso de construcción y la compañía West Construction, hizo la casa. Las donaciones de losa y de sellado de techo fueron aparte”, explicó la líder comunitaria.

Estimó que “el caparazón de la casa” salió en más de $40 mil.

“Algunas de las ventanas y losas fueron donadas por los voluntarios que se unieron para reconstruirle el hogar a don José Luis. El baño fue donado también”, sostuvo para agregar que el servicio sanitario se logró mediante el programa Ayudando a Cumplir un Sueño, de la fundación que preside su hija.

La líder comunitaria también dijo que el Fideicomiso de la Tierra del Caño Martín Peña está haciendo las evaluaciones y se comprometió a otorgarle el título de propiedad de don José Luis por derecho de superficie.

Añadió que una de las fundaciones “que comenzó a ayudarnos, Puerto Rico Raise, de Mayagüez, nos donó ventanas, puertas y bloques”.

“No hemos terminado de arreglarle la casa a don José Luis en espera de que le pongan el agua para darle otra manita de pintura. Todavía hay mucho revolú, pero, si pasa un huracán, ya él tiene dónde pasarlo”, dijo Rijo Matos.

“Espero que Acueductos pueda sensibilizarse y venir a ponerle su agua a José Luis para que él pueda disfrutar su nueva casa porque él se merece un techo digno, como muchos aquí en Puerto Rico. Aquí hay mucha gente igual, gente necesitada y esas agencias que pueden ayudar a las personas, de verdad, que sensibilicen porque hay mucho que hacer”, dijo Rijo Matos, una dominicana que lleva 20 años en Puerto Rico y hace trabajo en comunidades desventajadas.

“Acueductos le está exigiendo una cantidad muy alta (por la acometida) para una persona que lo que recibe es una pequeña cantidad de seguro social”, expresó la mujer, quien lleva a don José Luis a sus citas médicas, está al pendiente de sus condiciones de salud y en medio de su voluntariado ha tenido que enfrentar el discrimen y xenofobia.

“De verdad que no fue fácil salir a la calle a ayudar. Hay mucha impotencia. Yo no trabajo para los dominicanos, yo voy donde está la necesidad y cuando aquí hay una asamblea, quienes me elijen son los puertorriqueños. Mis hijos estudiaron aquí y todo lo que yo tengo, se lo debo a Puerto Rico”, expresó la líder comunitaria, quien este año recibirá uno de los premios de servicio al prójimo, Sor Isolina Ferré.

“Iris apareció de la nada. Ella es mi ángel guardián… Si no es por ella, no estuviera aquí yo. Es mi salvadora, Iris es tremenda persona. La aprecio como si fuera una hija mía. Su familia es una segunda familia para mí. La quiero mucho”, sostuvo don José Luis, natural de la barriada La Perla, donde vivió hasta los tres meses de nacido.

Contó que, siendo un bebé, Dolores Sandorán, esposa de su tío materno, Eladio Rivera, se lo llevó para la barriada Buena Vista, donde siempre vivió con los que fueron sus padres de crianza hasta que murieron. Don José Luis tuvo compañeras sentimentales, no tuvo hijos, tiene una hermana, que reside en Carolina y tres sobrinos.

Confesó que está loco por mudarse a su remozada morada. “Lo primero que voy a hacer es cocinar. El menú va a ser arroz, habichuelas y chuletas, con aguacate”, expresó sonriendo el humilde hombre que laboró como ebanista en varios negocios comerciales en San Juan hasta que se jubiló.