“Todos los ciudadanos que vivan en Puerto Rico tienen que estar en sus casas 24/7, es un lockdown total”, expresó un día como hoy, hace dos años, la exgobernadora Wanda Vázquez Garced, cuando decretó un toque de queda como medida para controlar la transmisión del COVID-19, una enfermedad que llegó como un enemigo invisible no solo a provocar la mayor crisis salubre de la historia moderna, sino a trastocar trascendentalmente la manera en que se desenvolvía el mundo y las sociedades.

Hoy, más de 730 días después de aquel momento, Puerto Rico ni ningún otro país ha vuelto a la “normalidad”, aunque recientemente se han dado pasos esperanzadores en la isla para acercar a la gente a la dinámica diaria que había antes de la pandemia del coronavirus.

Los niños poco a poco regresan a las escuelas, las familias han vuelto a confraternizar, muchas labores se realizan nuevamente de manera presencial y algunos sectores de la economía y el turismo empiezan a reflejar buenos números.

Sin embargo, despojarse de las mascarillas, aún cuando no son totalmente obligatorias para todos los escenarios, ha sido difícil para los boricuas, quienes se acostumbraron a cumplir con órdenes ejecutivas que buscaban proteger a la ciudadanía de un virus que -al momento- ha provocado más de 452 millones de contagios y seis millones de muertes alrededor del mundo, incluyendo 964 mil en Estados Unidos.

En Puerto Rico, el panorama ha sido también desalentador para los más de 267,000 infectados y los familiares de las 4,146 personas que han perdido la vida por causas asociadas a la mortal enfermedad. De otra parte, el mismo gobierno reconoce que un exceso de sobre 1,400 muertes durante la pandemia debe ser analizada con detenimiento, pues existe la hipótesis de que se trata de pacientes que descuidaron sus condiciones subyacentes por el miedo que tenían de acudir a los hospitales.

Fue el 11 de marzo de 2020, cuatro meses después de que se registrara en una provincia de Wuhan, China, una enfermedad desconocida y muy parecida a la neumonía, que los miembros de la Organización Mundial de la Salud (OMS) llamaron la atención de los gobiernos, pues tenían una profunda preocupación por los alarmantes niveles de propagación de la enfermedad y por su gravedad. Entonces, explicaron que debía declararse el COVID-19 como una pandemia.

Para cuando la exgobernadora Vázquez Garced declaró el estado de emergencia, ya la isla empezaba a familiarizarse con la crisis pues la primera toma de muestra local se hizo un 9 de marzo. Y, aunque se hablaba de casi una veintena de casos sospechosos, solo se tenía la certeza de cinco casos confirmados, entre estos el de la turista italiana que llegó en un crucero, su esposo y un paciente puertorriqueño con cáncer que recibía tratamiento en el Hospital Auxilio Mutuo.

Aquellos primeros meses de la emergencia se caracterizaron por la escasez de pruebas de detención y la ausencia de un robusto sistema de rastreo e investigación de casos. Simultáneamente médicos, enfermeras y otros profesionales de la salud se enfrentaban a una enfermedad volátil que los dejaba asombrados por la capacidad que tenía de provocar una inflamación severa en los pacientes.

Aunque surgieron algunos tratamientos -entre ellos los monoclonales- cuando se cumplió el primer año de la pandemia la esperanza se centró en la aprobación de varias vacunas contra el COVID-19. Ahí, la isla dio cátedra colocándose en una de las jurisdicciones con mayor tasa de vacunación en todo Estados Unidos y entre muchos países. Hasta ayer, en la isla se habían administrado más de seis millones de dosis y se estimaba que más del 95% de la población hábil para inocularse (5 años en adelante) habían recibido al menos una de las inyecciones primarias. En ese contexto, el hecho de que el gobernador Pedro Pierluisi decretara mediante órdenes ejecutivas que la vacunación fuera obligatoria en diversos sectores, abonó a que las estadísticas aumentaran.

En cambio, durante este segundo año de pandemia el panorama se complicó de la manera más cruel cuando nuevas variantes del virus -más peligrosas y contagiosas que la que se descubrió en Wuhan- empezaron a circular alrededor del mundo. Puerto Rico no fue la excepción de estos repuntes provocados por linajes como la Alpha, Delta y, recientemente, Ómicron.

De hecho, entre diciembre y enero pasado Puerto Rico enfrentó la peor ola y fue ocasionada por Ómicron. Para el 28 de febrero el profesor de bioestadísticas de la Universidad de Harvard y miembro de la Coalición Científica, Rafael Irizarry, daba buenos pronósticos a través de Twitter. “Esta semana la ola Ómicron por fin llega a su fin en Puerto Rico. Los casos por día han bajado a niveles no vistos desde principios de diciembre. Durante los 80 días en esta ola, se detectaron casi 300,000 casos, sobre 4,000 de estos fueron hospitalizados y sobre 800 fallecieron”, escribió el científico.

El manejo de todas estas crisis estuvo capitaneado en gran parte por el secretario del Departamento de Salud, Carlos Mellado, y un excelente equipo de asesores que componen a la Coalición Científica, un cuerpo asesor que hace recomendaciones al gobernador para la toma de decisiones vinculadas al COVID-19.

“Las etapas de la pandemia han ido cambiando”

En un viaje retrospectivo sobre las fases que protagonizaron al segundo año de la pandemia, Mellado tiene varias reflexiones entre estas que no se puede subestimar a ninguna enfermedad y que hay que aunar esfuerzos durante las crisis.

“Creo que una de las lecciones ha sido que todos tenemos que estar unidos para poder trabajar con una situación como esta. Cuando digo unidos, incluyo al sector privado y público. En este trabajo de pandemia nunca hubo política ni resistencia de sectores como está pasando en Estados Unidos y creo que por eso no han podido tener una gran cantidad de personas vacunadas”, expresó Mellado.

Reconoció que el reflejo de lo que ocurría en cada etapa de la pandemia en países como Italia o jurisdicciones como Nueva York, surgía miedo entre los líderes científicos y gubernamentales de la isla.

“Cuando empezó el COVID-19 nos asustamos y se tomaron decisiones en aquel momento que había que tomar porque no había pruebas o tratamiento, ni tan siquiera se sabía a nivel médico porqué era que se ocasionaba este proceso inflamatorio agudo que tienen algunos pacientes. Recuerdo que uno miraba al paciente lo mal que estaba, lo entubaba y no respondían... y uno decía: ‘qué es lo que está pasando’. Pero las etapas de la pandemia han ido cambiando y hemos ido descubriendo tratamientos. También llegó la vacuna y eso ha sido clave”, puntualiza Mellado al hacer un alto para reconocer la encomiable tarea realizada por la Primera Oficial Médico de la agencia, la infectóloga pediátrica Iris Cardona, quien diseñó y dirige los esfuerzos de vacunación contra el COVID-19 en la isla, una tarea que en gran parte logró con la ayuda en logística de la Guardia Nacional.

Cuando habla de tratamientos el secretario menciona, por ejemplo, que en la isla se ha salvado la vida de más de 5,000 pacientes con anticuerpos monoclonales. Además, otros 2,000 se han visto beneficiados con los tratamientos antivirales que llegaron al archipiélago para el 29 de diciembre, en plena crisis del último repunte de casos. “En enero nada más se dieron 1,000 tratamientos”, destaca.

Sin embargo, la herramienta clave en todo el proceso ha sido la vacunación, un fármaco que, inicialmente, se utilizó en profesionales de la salud, primeros respondedores y pacientes de 65 años en adelante o inmunocomprometidos.

“Cuando llega la vacuna, es que entro como secretario de Salud y ya Cardona tenía un plan diseñado y que ha sido exitoso porque se ha seguido al pie de la letra”, comenta.

Los últimos datos de la agencia de sanidad indican que en Puerto Rico se han administrado más de 6 millones de dosis de la vacuna lo que ha elevado a un 95.4% el total de personas aptas para inocularse (5 años en adelante) con al menos una inyección. De otra parte, el 85.9% completó la serie primaria.

Ahora el enfoque está en lograr que más niños entre los 5 a 11 años se inmunicen pues, mientras entre adultos 9 de cada 10 personas está impactada por la vacuna, entre los más pequeños son solo 7 de cada 10.

Mellado reconoce que ha tomado medidas “antipáticas” para lograr impulsar la vacunación, incluidos los mandatos que la semana pasada fueron eliminados por el gobernador Pierluisi, pero defiende cada una de las acciones, incluyendo que continúe siendo obligatoria la inoculación para los estudiantes de 16 años en adelante. Algunas de estas imposiciones fueron objetadas a través de pleitos en las cortes del país.

“Hemos luchado contra eso (opositores a la vacunación) en tribunales, pero ha sido para defender esos puntos que fueron basados en ciencia y en nuestro sistema de salud”, acotó.

Bajo análisis el exceso de muertes que no fueron por COVID

De otra parte, en el análisis de lo ocurrido durante los pasados dos años de pandemia el secretario de Salud hace otra observación: las 1,571 muertes en exceso que ocurrieron en el país y que no son del novel coronavirus.

“Pasó algo bien particular porque llegamos a tener mil pacientes de COVID, pero estábamos en un 58% a un 62% de ocupación. ¿Qué pasa? Que mucha gente dejó de utilizar los hospitales porque al principio el mensaje fue de quedarse en casa y, ojo, no lo estoy criticando... pero entonces tenemos que ver que había paciente con dolor de pecho y condiciones reales que tenían que acudir a hospitales, pero por miedo al COVID no acudían. Entonces cuando miramos las estadísticas demográficas tenemos 1,571 personas que murieron adicionales que no son del COVID. Y miramos las estadísticas y entonces pues, ahí, tenemos que tener la hipótesis y analizar si esa falta de acceso a servicios de salud, obviamente por el temor a tener COVID-, fue lo que desencadenó esa mortalidad. Y, obviamente, ahora tenemos que analizar toda la morbilidad y todos los pacientes que no han tenido esa atención médica. Es un reto bastante grande”, reconoció.

La pandemia no ha acabado

Sobre el futuro, ni el secretario ni la Primera Oficial de Epidemiología de la agencia, Melissa Marzán, se atreven especular.

“Cuando vino Delta yo dije: ‘pues, mira yo creo que ya (pudiera mermar). Pero vino Ómicron y ya sabemos lo que ocurrió. La pandemia no se ha acabado y es sumamente difícil predecir qué va a pasar”, expresó Mellado.

Marzán consiente y agrega que aunque, en efecto, hay muchas más herramientas contra el COVID ahora que hace dos años -y estas han ayudado en el manejo de la pandemia-, lo cierto es que las vacunas no han sido distribuidas equitativamente alrededor del mundo y eso ha impactado el hecho de que hayan regiones con niveles bajos de inoculación, lo que abre las puertas al desarrollo de nuevas variantes de preocupación.

“Sabemos que estas variantes de preocupación surgen cuando hay altos niveles de incidencia. Y sabemos también que estas variantes suelen ser más transmisibles y eso lo vimos ahora, recientemente, con Ómicron. Así que lugares donde haya poca cobertura de vacunación hay más posibilidades de que circule el virus, por lo que tenemos esa posibilidad de nuevas variantes. En ese sentido, por eso es que el señor gobernador ha mantenido la declaración de emergencia para el manejo de la epidemia porque si surgiera nuevamente una variable que empiece a circular en Puerto Rico, sabemos que va a tener un impacto en casos, hospitalizaciones y, lamentablemente, en defunciones”, señaló la experta.

Marzán recordó que a principio de año, específicamente el lunes, 3 de enero se registró en la isla la cifra récord de 16,000 casos diagnosticados en un solo día. “Hemos mejorado y ahora mismo los niveles de transmisión comunitaria están moderados, o el famoso color amarillo. Eso nos coloca en unos 200 casos diarios entre probables y confirmados. La positividad de otra parte está entre un 4% a 4.2% (9 de marzo)”, manifestó al recodar que aún así hay que mantener la guardia.

Dijo que la OMS ha establecido como meta que para el verano un 70% de la población global esté vacunada. “Esa meta ayudaría a que haya menos probabilidad de que surjan nuevas variantes y eso nos pondría ya en una fase de estar en control de la pandemia”, explicó.

“Tenemos que dejar que la ciencia nos guíe”

El futuro de la pandemia está circunscrito a la vacunación y es algo en lo que insisten los científicos locales como los de instituciones como la OMS.

En Puerto Rico, la doctora Cardona mantiene el norte en continuar los esfuerzos de inoculación, particularmente entre los más pequeños y en la dosis de refuerzo. De los 2,343,639 personas aptas para recibir el refuerzo (12 años en adelante), un 58.1% se puso la dosis. Esto es equivalente a 1,360,791. En cuanto a los menores entre 5 a 11 años un 70% tiene al menos una dosis.

La infectóloga pediátrica reconoce que la “desinformación” es un gran reto en el camino, pero mantiene el enfoque en la educación.

“Hoy tenemos vacunación para casi toda la población pues está disponible para los mayores de cinco años. Cuando miras lo que hemos logrado por grupo de edad, me gusta conceptualizarlo desde el punto que cada 9 de 10 puertorriqueños está vacunado. En términos generales, la gente en Puerto rico dijo que sí a la vacunación en casi todos los sectores, pero reconozco que no fue fácil”, expresó.

Dice entender la reserva de algunos padres con niños pequeños. “Soy pediatra y he trabajado esto y no es nuevo. Nos pasó con la vacuna del VPH (Virus de Papiloma Humano)... nos tomó años para que las personas entendieran y ya tenemos 9 de cada 10 vacunados con VPH. Es otro tema, pero lo traigo como ejemplo de que es un asunto de educación”, explicó Cardona.

¿Viene una cuarta dosis?

La pregunta que muchos ciudadanos se hacen, particularmente los que están próximos a cumplir seis meses con la dosis de refuerzo, es si hay sobre el tintero la posibilidad de una cuarta dosis o segunda dosis de refuerzo.

“Ese es un asunto que está bajo estudio o discusión. Ya sí hay una cuarta dosis pero es para pacientes inmunocomprometidos porque sabemos que baja la respuesta inmunológica de pacientes trasplantados, pacientes de cáncer o pacientes que toman algún tipo de medicamentos... eso por mencionar algunos ejemplos. En estos casos la serie primaria se compone de tres dosis (la tercera se inyecta 28 días después de la segunda) y la cuarta viene siendo el refuerzo”, detalló.

Según datos provistos con anterioridad por el Departamento de Salud, en Puerto Rico hay unas 76,000 personas de 12 años en adelante que tienen acceso a recibir la tercera dosis de la vacuna contra el COVID pues pertenecen a un grupo con un sistema inmunitario debilitado, según se detallan en unas guías establecidas por los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC).

Pero, de nuevo a la pregunta de una cuarta dosis para la población general o el equivalente a un segundo refuerzo dijo lo siguiente:

“Realmente hay una discusión. Pero si se va a poner un refuerzo no sería cada seis meses. ¿Cuál sería el mejor momento? No lo sabemos, pero si tú le das demasiado estímulo al sistema inmunológico, si es algo muy corrido, puede tener un efecto no deseado y que sea al revés... pero está sobre la mesa ver si hay alguna manera de rehacer la estructura de la vacuna par que el refuerzo proteja mejor”, explicó.

Agregó que se ha hablado, incluso, de diseñar una vacuna que otorgue protección a futuras variantes. Y otro punto en el escenario es que pudiera haber nuevas tecnologías que pudieran funcionar mejor como “booster”.

“Todo eso está en discusión. No hay nada concreto. Tenemos que esperar. Yo siempre digo que tenemos que dejar que la ciencia nos guíe”, puntualizó.