La educación rebasó los barrotes para cuatro personas confinadas que -aun cuando han pernoctado la última década en prisión y tienen sobre sus costados sentencias que, posiblemente, sobrepasan sus expectativas de vida-, pusieron empeño y determinación para ver hecho realidad el sueño de completar un grado de bachillerato en Artes con Concentración en Estudios Generales de la Universidad de Puerto Rico (UPR), en Río Piedras.

El camino fue empinado, agotador y sacrificado, pero el proceso de transformación es emotivamente invaluable para los cuatro graduandos. Hay un antes y un después en la vida de Sheila Figueroa Suárez, Yarelys Rossy Pérez, Gadiel Falcón Rodríguez y Héctor Andújar Andino, las cuatro personas que ayer celebraron junto a familiares y amigos haber alcanzado la meta que se propusieron hace varios años cuando aceptaron formar parte del Proyecto de Estudios Universitarios para Personas Confinadas que se creó gracias a una alianza entre el Departamento de Corrección y Rehabilitación (DCR) y la Universidad de Puerto Rico, en Río Piedras.

El reto para estos, y otros 12 confinados que obtuvieron el grado de bachillerato el año pasado, llegó en 2014 con la integración especial del profesor y padre jesuita Fernando Picó, quien dedicó sus últimos años en vida -hasta su muerte en junio de 2017- a convencer a sus especiales estudiantes que la educación puede derrotar barreras y es el antídoto principal para cualquier mal social.

Y, aunque completar el bachillerato les tomó siete años -debido a las interrupciones causadas por eventos como huracanes, terremotos y la pandemia- finalmente, la oportunidad académica se concretó y colmó de esperanza ese vacío que tenían los estudiantes tras sus condenas.

“La universidad tiene que estar donde el país la necesite... y si es en prisión, allí estaremos”, dijo en su mensaje a los graduandos el rector interino de la facultad de Estudios Generales, Carlos Sánchez Zambrana, quien alentó año tras año a sus estudiantes con la frase: “no estamos ahí, pero vamos a llegar”, una expresión que ayer fue repetida y coreada por los homenajeados en varias ocasiones.

Y aunque la meta se hizo por momentos extensa, en efecto, los graduandos lograron completar con éxito la carrera universitaria.

“Ustedes hoy se gradúan a pesar del más antinatural de los fenómenos: la cárcel”, reconoció en un momento de la ceremonia la coordinadora del programa, Edna Benítez Laborde, como preámbulo a una pequeña descripción que hizo sobre el proceso de reclutamiento de cada uno de los cuatro graduandos.

Asimismo, enumeró algunas historias de éxito que han tenido los egresados del año pasado, incluyendo el hecho de que la confinada Omayra Torres Sánchez, quien fue nombrada asistente de cátedra de la profesora María Elba Torres, sirvió de inspiración para que el senador José Vargas Vidot radicara el Proyecto del Senado 1183, el cual busca proteger a las imputadas de delito durante el embarazo y salvaguardar el vínculo materno con la criatura luego del alumbramiento.

De igual forma, se resaltó que varios de los estudiantes graduados en el 2022 han sido invitados a colaborar en la redacción de libros sobre derechos humanos y han participado en talleres virtuales en universidades de países latinoamericanos.

Se vislumbra que para el 2024 otras tres personas reclusas culminen su bachillerato. Posteriormente, y por promesa de la secretaria del DCR, Ana Escobar, los egresados interesados podrían continuar estudios de maestría en la UPR.

“La maestría va”, prometió la titular de la agencia al reconocer la gesta de los que se graduaron, porque aun cuando viven en “condiciones tan limitantes” pudieron concluir su bachillerato.

Emotivas y aleccionadoras trayectorias de vida

En el caso de las mujeres, la oportunidad llegó para agosto de 2016 cuando desde la UPR entrevistaron a las posibles candidatas en la institución carcelaria para féminas, en Bayamón.

Sheila, quien se graduó de cuarto año en el 2000, llamó la atención de los reclutas porque mencionó que había comenzado estudios en la Universidad Interamericana y que su mayor anhelo era y continúa siendo certificarse como maestra.

La fémina de 40 años fue sentenciada a 41 años de cárcel, de los cuales ha cumplido poco más de ocho años.

Su tiempo en la universidad lo aprovechó para hacer una introspección o algo así como “una mirada desde el encierro”.

“Hemos demostrado que ya no somos lo que fuimos. Estamos completamente transformados y este programa nos preparó intelectual y socialmente. Estamos más que preparados para demostrárselo a la sociedad. Solo necesitamos una oportunidad”, expresó Sheila durante un emotivo mensaje que dedicó a sus tres hijos universitarios: Yeiska, Sheismarie e Hian.

En su emotivo mensaje, Sheila dedicó el logro a sus tres hijos universitarios: Yeiska, Sheismarie e Hian.
En su emotivo mensaje, Sheila dedicó el logro a sus tres hijos universitarios: Yeiska, Sheismarie e Hian. (VANESSA SERRA DIAZ)

Subrayó con un notable orgullo en su rostro que el programa universitario la preparó también para impactar la vida académica de sus vástagos. “Esta educación sobrepasó toda estructura carcelaria y fue inspiración y motivación para cada uno de ellos”, agregó al explicar que, actualmente, su hija mayor –Yeiska- iniciará un doctorado en farmacia en una universidad en Wisconsin; Sheismarie cursa estudios en educación K-3; mientras el benjamín del grupo, Hian, fue recientemente aceptado en la Escuela de Arquitectura de la UPR.

Sheila culminó su mensaje manifestando que la experiencia de “vivir la cárcel desde adentro” la ha convencido de que las penas punitivas que exceden las expectativas de vida -como es su caso y el de sus compañeros- no han disminuido la criminalidad “y eso lo comprobamos día tras día, históricamente”.

Acotó que el gobierno debe contemplar un sistema educativo alterno a la prisión o una “justicia restaurativa”. De hecho, durante su bachillerato hizo una tesina que busca un impacto en política pública para que la educación sea un derecho fundamental en los espacios de confinamiento.

En el caso de Yarelis su integración al programa se da por curiosidad para investigar la salud mental de las mujeres privadas de la libertad.

“Creo que la mejor contestación para saber si este programa vale la pena es que nos vean cumplir nuestras metas hoy, aquí... te aseguro que no somos lo que éramos”, sostuvo la mujer de 31 años y madre de dos hijos, uno de ellos fallecido.

Yarelis -condenada a 38 años de cárcel, de los cuales ha cumplido casi nueve años- tiene sus metas claras: quiere continuar una maestría en psicología y ejercer su profesión “para aportar a la ciudadanía”.

Por su parte, Gadiel y Héctor, tienen puesta la mirada en desarrollarse en la industria de la agronomía.

“Nos unimos para investigar la soberanía alimentaria desde el punto de vista de los derechos humanos”, explicó Gadiel en un corto pero emotivo mensaje que le provocó “muchos nervios”, pues era la primera vez que hablaba en público.

Solicitan al gobernador clemencia ejecutiva para graduandos

Entre los momentos memorables de la ceremonia se destacó el instante en que Benítez Laborde, desde su rol como coordinadora del programa de estudios universitarios para personas confinadas, solicitó al gobernador Pedro Pierluisi considerar la clemencia ejecutiva para los graduados del programa académico.

“Le pido al gobernador de Puerto Rico que ejerza su poder para conceder clemencias ejecutivas mediante una conmutación al mínimo de sentencia para estos compañeros... esa sí sería una verdadera oportunidad”, puntualizó.

Recordó el caso de la egresada Ilka Cruz Rosario, quien formó parte de la primera clase de 12 estudiantes del programa del DCR y la UPR, y recibió una clemencia ejecutiva, mediante un indulto total, por parte de Pierluisi en diciembre de 2022.

Cruz Rosario ha aprovechado su libertad para iniciar estudios de maestría en trabajo social, pues su anhelo es ayudar a otras mujeres que como ella tienen la necesidad de ser escuchadas, visibilizadas y requieren sanar traumas y heridas del pasado.

“Las cuentas del alma no se acaban nunca de pagar... a menos que decidamos perdonar”, expuso Benítez Laborde en su clamor al gobernador Pierluisi, lo que ocasionó una ovación por parte del público presente, incluyendo profesores y catedráticos de la UPR.