El problema no es la inyección letal, es la pena de muerte
Estados Unidos busca ahora un método que no viole las prohibiciones constitucionales de castigo cruel e inusitado.

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 11 años.
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Defensores de los derechos humanos en Puerto Rico repudiaron el que Estados Unidos sea uno de los 58 países en el mundo que todavía aplican la pena de muerte, con el agravante de que utilizan métodos lentos y dolorosos, como sucedió en días recientes con una ejecución mediante inyección letal que tardó dos horas en hacer efecto.
Se trató del reo Joseph Wood, ejecutado el miércoles pasado en Arizona, quien murió casi dos horas después de recibir una inyección letal que tenía los mismos compuestos usados en otra polémica ejecución en Ohi, hace seis meses.
Ahora se busca en Estados Unidos, un método que no viole las prohibiciones constitucionales de castigo cruel e inusitado.
“No es la primera vez que se está cuestionando esta situación. En algunos estados se están cuestionando si se debe mantener la pena de muerte. Hay dos razones para el cuestionamiento: uno, las desigualdades en las personas condenadas a pena de muerte que son los grupos étnicos minoritarios que tienen mayor prevalencia de ser condenados, los hispanos y afroamericanos”, expuso la activista pro derechos humanos, Palmira Ríos.
“Segundo, es que el argumento de que las inyecciones van a ser más rápidas y menos dolorosas es incorrecto. Se han dado casos en que este método ha sido lento y doloroso y constituye una forma de tortura por parte del estado”, expuso, la también directora de la escuela de Administración Pública de la UPR.
Estados Unidos, agregó, tiene que moverse a adoptar los mecanismos internacionales de abolir la pena de muerte, en vez de buscar medicinas.
“Es cuestión de abolirla. Para entrar a la Unión Europea, los países que están solicitando tienen que abolir la pena de muerte”, señaló.
A juicio de Río, la pena de muerte, la tragedia con los niños migrantes en Centro América y el mismo caso colonial de Puerto Rico, son evidencia de que Estados Unidos se mantiene al margen del sistema internacional de derechos humanos.
En tanto, el abogado Carlos del Vallle, recién nombrado comisionado de la Comisión de Derechos Civiles, destacó que el pueblo de Puerto Rico se ha declarado inequívocamente en contra de la pena de muerte desde la creación de nuestra Constitución, en 1952, que la prohibe.
A pesar de ello, indicó, el Gobierno federal ha tratado de instituirla en Puerto Rico por medio de los delitos criminales que conllevan este castigo en los Estados Unidos. “Nuestro pueblo, gracias al esfuerzo legal y de concientización del movimiento en contra de la pena de muerte ha evitado la transgresión de nuestros valores patrios como seres humanos”, dijo.
En Estado Unidos, agregó , se continua con una retrógrada mentalidad.
“Los argumentos en contra de la pena de muerte en Estados Unidos los podemos definir como: la dignidad de la vida humana, que todavía permea en el pensamiento de muchos grupos religiosos y seculares; la manera discriminatoria en contra de grupos minoritarios raciales y étnicos de bajos recursos económicos, a la cual afecta; y el recurrente error de identificación con relación a los acusados”, expuso.
El proyecto de DNA, agregó, ha logrado demostrar y revocar la pena en un centenar de casos.
Otro argumento, indicó Del Valle, para repudiar este castigo es el gran dolor y sufrimiento que causa, porque los medios de su implementación padecen de deficiencias.
“Todas estas objeciones hacen llorar a los ojos de todas las persona que guarden la dignidad de la vida como su valor principal”, sentenció.