La sargento Ana Jiménez y los agentes, Jessica Ortiz, Emeridalys Figueroa Cruz y Javier Colón Maldonado vivieron momentos de angustia y desesperación cuando en medio del azote del huracán Fiona, el Río Tallaboa, en Peñuelas, se salió de su cauce y un golpe de agua arrastró la patrulla en la que iban los policías por la carretera PR-386 hacia Ponce.

Para ponerse a salvo, los oficiales del orden público se treparon en la capota del vehículo (una guagua) y tuvieron la ayuda de un hombre que conducía una ambulancia, que también fue empujada por el torrente de agua, pero el buen samaritano conocía el área y logró dirigir a los agentes, con el agua al cuello, hasta un área segura.

“Fueron momentos de mucha tensión, de desesperación. En ese momento yo no pensaba en mí, yo pensaba en que tenía que devolver a mis agentes sanos y salvos a sus casas”, relató a Primera Hora la sargento Jiménez, quien es la supervisora de varios de los policías.

En medio del percance, los agentes tuvieron la fortuna de que la corriente arrastró la patrulla debajo del puente de la PR-386 hacia la izquierda, cerca de los predios del Campamento contra las Cenizas. Si el vehículo hubiera sido arrastrado hacia la derecha, la situación hubiera sido peor, porque ya el río venía con un caudal enorme para continuar hacia la desembocadura en la bahía de Tallaboa.

Era el anochecer del domingo, 18 de septiembre. Todavía el huracán Fiona azotaba con sus lluvias torrenciales y los vientos no habían cesado en los pueblos del suroeste. Por las malas condiciones del tiempo, los policías, asignados a la Unidad Preventiva A, de la Comandancia de Ponce, fueron hasta Peñuelas para dejar segura a otra agente de la unidad, Rebeca González, quien reside en el llamado Valle de los Flamboyanes.

Una vez dejan a la agente González, en el Cuartel de Peñuelas le brindaron transportación a la mujer policía Jessica Ortiz, quien reside en Ponce, pero como su carro es pequeño, le ofrecieron llevarla a la Ciudad Señorial.

“Cuando veníamos de regreso, cerca de las 6:44 de la tarde habíamos pasado lo que llaman Los Cubanos y cuando vamos pasando debajo del puente para tomar la salida a Ponce vemos agua, pero bajita. De pronto vemos que el agua comienza a subir, el compañero (Colón Maldonado) intenta dar reversa, pero ahí fue que recibimos el golpe por el lado derecho de la patrulla, que es cuando el río o la quebrada sale de su cauce y nos arrastra”, narró la sargento Jiménez, quien es supervisora de los agentes Figueroa Cruz, Colón Maldonado y González, en la Unidad Preventiva.

“Inicialmente, les indico a los compañeros que bajen los cristales para evaluar la situación y cuando ya el agua nos llegaba a la cintura tomé la decisión de que nos subiéramos a la capota de la patrulla. En ese momento, éramos nosotros los únicos. Varios minutos después, entró una ambulancia, que ya no se utiliza como ambulancia, pero en ese momento yo no lo sabía. Después, cuando hablo con el caballero, me indica que la tiene ahora como un taller de mecánica ambulante. La ambulancia también fue arrastrada y otro vehículo más”, relató.

Ya oscurecía y Jiménez dijo que le hicieron señales al conductor de la ambulancia con sus flashlights. “El señor de la ambulancia conoce el área, se bajó y donde él estaba no había corriente por lo que pudo caminar hacia nosotros para indicarnos por dónde podíamos salir. Primero nos tiramos al agua el compañero Colón y yo para verificar la profundidad, luego las compañeras salieron del vehículo”, sostuvo para agregar que hicieron “una cadenita” hasta que lograron salir del área inundada.

“En ocasiones la corriente nos arrastraba hacia atrás, pero poco a poco pudimos salir hacia un área segura. Posteriormente, llegaron compañeros de Drogas-Yauco que nos brindaron cooperación también en el lugar”, dijo la sargento, quien detalló que antes de salir del área el agua les llegaba hasta los hombros y el cuello.

“Yo les preguntaba a los compañeros si sabían nadar para saber con qué yo contaba, porque los tenía que sacar uno a uno. Tuve que virar a la patrulla para sacar el equipo de las compañeras y mi preocupación era que tenía que sacarlos de allí. Fueron momentos bien desesperantes porque dos de ellos estaban bastante descontrolados y había que mantener el control”, narró Jiménez.

“Jessica estaba como en ‘shock’. Yo le decía: ‘sal de la patrulla, te tienes que trepar al biombo’ y ella no entendía, no quería salirse de la patrulla y yo le pedía que saliera porque si no, nos íbamos a quedar las dos, porque yo no la iba a dejar sola. Fue bien desesperante, era como una película pasando bien rápido, bien desesperante y bien difícil. Yo me sentía bien comprometida porque eran tres vidas que yo entendía que tenía que salvar, sí o sí”, sostuvo.

“Jamás me imaginé lo que nos iba a pasar. Lo que quería era que Rebeca llegara segura a su casa en Peñuelas y logré el cometido. Fue desesperante, pero gracias a Dios ya estamos con nuestras familias y estamos bien”, dijo Jiménez. Añadió que no sufrieron ningún daño físico.

“El daño solamente es lo emocional y la Unidad de Psicología de la Policía está trabajando con el asunto”, detalló. Perdieron pertenencias personales y parte del equipo que llevaban en la patrulla, como ‘tasers’, radios, botas y chalecos. La agente Emeridalys Figueroa Cruz, quien es diabética perdió sus medicamentos.

Jiménez relató que en medio de la emergencia intentó usar el radio para pedir ayuda, pero por el agua se había dañado. “Llamé por teléfono al Centro de Mando, no me respondieron y mi esposo, que también es sargento, ya había entrado al turno a las 6:00 de la tarde, lo logré contactar, le pedí que tirara el 1050 y le di la ubicación”, sostuvo. Añadió que “cuando tiran por radio el mensaje, personal de Drogas-Yauco venía hacia Ponce a traer a su capitán, viran, pero ya nosotros estábamos saliendo del área cuando ellos llegan”.

“Habíamos estado en situaciones de inundaciones y habíamos entrado a sitios a salvar personas, pero nunca me había tocado a mí un suceso de esa magnitud”, dijo la sargento, que lleva 27 años en la Policía y es madre de tres hijos. “Pensaba en mis hijos, pero el compromiso conmigo era sacar a mis agentes de ahí”, sostuvo.

Dijo cuando ya habían logrado salir llegaron otras personas a brindarles ayuda. “Un señor que se enteró de la noticia nos fue a llevar ‘comforters’ y Rebeca también llegó con su esposo. Nos dijeron que el golpe de agua nunca había salido por allí de esa manera. Damos gracias a Dios porque cuando el río nos lleva, nos arrastra hacia la mano izquierda y no hacia la derecha con toda la corriente”, narró Jiménez, quien dijo que afortunadamente fue un gran susto, que nunca olvidará.