Un cúmulo de temor y, a la vez, esperanza arropa a cuatro miembros de una familia puertorriqueña que con valentía se unieron como voluntarios a uno de los retos más grandes que enfrentan los científicos del mundo: probar la eficacia de una de las vacunas que se desarrolla para inmunizar a la población del COVID-19 y de esta forma frenar una pandemia que, al momento, ha infectado a más de 26 millones de personas y causado la muerte de más de 865,000.

“Tengo miedo… anoche yo no dormí porque esto es algo en el que están usando nuestros cuerpos como experimento”, relató a Primera Hora Anthony Irizarry, el pasado miércoles en la noche horas después de haber sido inoculado en su hombro izquierdo con una primera dosis de lo que pudiera ser la vacuna desarrollada por Pfizer y BioNTech.

Junto a Anthony -un policía natural de Lajas, pero que se mudó hace dos años a Mississippi- participan del ensayo clínico su esposa Loida Lugo; y sus padres, Edgardo Irizarry y Noelia Pérez, quienes tienen 74 y 70 años, respectivamente.

En el mundo, hay más de 160 esfuerzos por desarrollar la vacuna contra el COVID-19 y hasta la semana pasada había 32 ensayos en humanos.

En esa carrera está Pfizer, una compañía farmacéutica que inició la tercera fase del proceso de elaboración de la vacuna con el gran reto de hacer pruebas a cerca de 30,000 personas de entre 18 a 85 años de edad.

Esta información y otra literatura que en total componen 21 páginas se la entregaron a Anthony y a su familia la semana pasada cuando los llamaron para notificarles que habían sido seleccionados a participar del ensayo clínico. El hombre de 48 años se había anotado -junto a los otros miembros del hogar- en una petición de reclutamiento que estaban realizando a través de la red social Facebook. Para su sorpresa lo llamaron inmediatamente.

El policía Anthony Irizarry inscribió a toda su familia -su esposa Loida Lugo y a sus padres Edgardo Irizarry y Noelia Pérez- para participar de las pruebas.
El policía Anthony Irizarry inscribió a toda su familia -su esposa Loida Lugo y a sus padres Edgardo Irizarry y Noelia Pérez- para participar de las pruebas. (Suministrada)

“Mi esposa no quería y, finalmente, dijo que sí. Mi papá tampoco quería, porque tenía miedo, pero hablamos con unas amistades que trabajan en una farmacéutica en Puerto Rico y papi me dijo: ‘lo voy a hacer’. Y aquí estamos hoy en este proceso que nos da un poco de miedo porque en esas 21 páginas que te entregan hay una oración que habla sobre las posibilidades de riesgos. Yo diría que son muchos sentimientos a la vez”, confesó.

Pero asegura que la motivación de todos al unirse al ensayo clínico está basada en la esperanza, una a la que se aferran con muchísima fe.

“¿Por qué estoy aquí? Porque veo que hay mucha gente muriendo, gente de mi edad pero, sobretodo, gente de la edad de mis padres que tienen condiciones y pueden caer en un hospital con esto y no sabemos qué pueda pasar. Porque ahora cuando yo visito a mis padres lo tengo que hacer con una mascarilla puesta. Porque cuando salgo lo hago con miedo. Porque me encanta viajar y no lo puedo hacer porque estoy más seguro encerrado. Son muchas las situaciones que me motivaron a dar este paso… es un paso de muchas emociones”, respondió con una honestidad que provocó segundos de silencio durante la entrevista telefónica que sostuvo con Primera Hora.

Su esposa, Loida, reflexionó y agregó que también les motivó a participar el hecho de ser parte de la comunidad hispana que forma parte del ensayo clínico. “Creo que es importante que tengamos presencia”, expresó sobre el memorable momento que documentaron con fotos y vídeos en el que la bandera puertorriqueña tomó protagonismo.

Ambos explicaron que la clínica de investigación donde se lleva a cabo el ensayo es la CNS Healthcare y está ubicada en Memphis, Tennessee, donde les realizó un cernimiento físico que incluyó pruebas serológicas y moleculares de COVID-19. También se les cuestionó sobre su estado de salud y se les invitó a ver un vídeo explicativo sobre lo que ocurriría.

Momento en que Anthony recibe su dosis.
Momento en que Anthony recibe su dosis. (Suministrada)

“Luego pasamos al área de laboratorio. Según nos explicaron, a través de computadora se escoge al azar quién recibirá la vacuna del estudio y quién recibirá el placebo (sustancia de agua salina sin ningún efecto). Por cada una persona que reciba la vacuna del estudio, una persona recibirá el placebo. Eso quiere decir que mi esposa o yo, alguno, recibió la vacuna. Igual ocurrió con mis padres. Pero no sabemos nada. De hecho, ni los médicos, ni nadie sabe nada. Solo la enfermera”, expresó sobre el proceso que busca comparar ambos grupos y concluir si la vacuna protegió efectivamente (desarrollando anticuerpos del virus) a los participantes que la recibieron.

Todos recibirán dos dosis, ya sea de la posible vacuna o del placebo, por lo que la familia deberá regresar nuevamente a la clínica en tres semanas. En el interín, semanalmente todos deben llenar una información que busca indagar si han presentado síntomas relacionados a COVID-19. Les advirtieron que deben visitar la clínica entre seis a siete veces y que el proceso pudiera extenderse durante 26 semanas. Anthony explicó que supo durante el proceso que se les recompensará por tarjetas prepagadas $120 por cada visita a la clínica y $5 por cada informe de síntomas que llenen semanalmente.

“Bajamos una aplicación y ahí debemos contestar preguntas que van desde si tenemos dolor de cabeza, náuseas, diarrea, fiebre o algún otro malestar”, relató al destacar que a cada uno se les entregó un kit que contiene un termómetro y los materiales para que, en caso de ser necesario, se autorealicen la prueba molecular a través de un hisopo por la nariz.

El primer día del ensayo solo don Edgardo presentó síntomas asociados al virus. “Me dio escalofríos por la tarde. Me dio como cuatro o cinco veces. Pero luego todo bien y con mi esposa también… estamos bien cerca de la vacuna, yo lo sé. Es la etapa final y yo quiero poner mi granito de arena para ayudar en esta situación”, dijo el hombre quien labora como guardia de seguridad. Los demás familiares tuvieron molestias e hinchazón en el área donde recibieron la inoculación.

En cambio, 24 horas después, la historia cambió un poco para Anthony. “Me subió la temperatura. La tengo en 100.7 y hace 20 minutos la tenía en 100.5. Pero, quiero aclarar que los síntomas son bien leves.”, reportó a Primera Hora quien recibió instrucciones de tomar acetaminophen en caso de que presentara un cuadro febril. Igualmente, se les instruyó a llamar o acudir a la clínica en caso de alguna complicación.

Ha experimentado un poco de fiebre.
Ha experimentado un poco de fiebre. (Suministrada)

Según explicó el doctor Marcos López Casillas, gerente de investigaciones de Puerto Rico Public Health Trust, la fase tres en la que se encuentran varios ensayos clínicos es importante porque se busca probar “seguridad y eficacia”.

“Mientras más gente participe más muestras representativas habrá. Nuestra genética no es igual que la de los afroamericanos. En ese sentido es bueno que la población hispana, incluyendo a los puertorriqueños, participen de estos procesos y mucho más porque los hispanos son el segundo grupo que más infecciones a COVID ha presentado. Así que se necesita representación para verificar seguridad y eficacia porque somos una población vulnerable”, acotó el científico.

Resaltó que es importante seguirle el paso a los ensayos clínicos y evaluar las garantías de acceso a la vacuna que habrá para la población.

“Las vacunas ayudarán a crear inmunidad de rebaño y eso, no solo ayudará a salvar vidas sino que salvará también la economía. Por eso hay mucho interés en la vacuna en el ámbito social, humanitario y económico. El primer país que se inmunice es el que repuntará la economía”, destacó.

Por su parte, la doctora Carmen Zorilla, investigadora reconocida por haber liderado el estudio que logró eliminar la transmisión del VIH de madre a hijo con el medicamento AZT (Zidovudina), destacó la importancia del desarrollo de las vacunas para acabar la pandemia.

“El impacto más terrible de la pandemia del COVID-19 es la mortalidad prematura de tantas personas alrededor del mundo. No solo han sido muertes prematuras, prevenibles y dolorosas, sino que han sido muertes en soledad, sin la compañía de los seres queridos”, expresó la decana de investigación del Departamento de Obstetricia y Ginecología del Recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico.

“¡Todos añoramos el tiempo pre-covid! Por eso el desarrollo de vacunas es esencial para acabar la pandemia. Pero las vacunas deben estudiarse en diversas poblaciones y demostrarse seguras y eficaces. Recordemos que las vacunas se administran en personas saludables, para prevenir infecciones y enfermedades. Y como se administran en millones de personas, el requisito de que sean seguras es más estricto”, agregó.

Dijo que al presente otras dos vacunas en estudios clínicos llevándose a cabo (Moderna y AstraZeneca) no tienen lugares de estudio en la isla.

“En Puerto Rico esperamos llevar a cabo estudios de vacunas pues es esencial conocer el impacto en nuestra población. Hay otros productos que están en desarrollo y posiblemente se estudiaran aquí. Los estudios de vacunas son importantes para confirmar de manera estructurada, monitoreando cada voluntario y evaluando por pruebas de laboratorio sofisticadas, la respuesta inmune y la duración de esta. Así es que seguridad es esencial, y eficacia también pues queremos que las vacunas nos protejan”, enfatizó.

De otra parte, la puertorriqueña Nanette Cocero, presidenta a nivel global del programa de vacunas de la multinacional Pfizer, expresó recientemente a El Nuevo Día que se intenta tener lista la vacuna para finales de año.

“Si es aprobada por la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos), esperamos tener 100 millones de dosis en manos de las personas para fines de 2020”, expresó al diario.

Detalló que la distribución de las vacunas será gratuita y será determinada por el gobierno de Estados Unidos.

Actualmente, la farmacéutica tiene un acuerdo con el gobierno federal de $1,900 millones en el que entregaría 100 millones de dosis si se lograra desarrollar la vacuna. Si no resultara efectiva, la compañía no tendría acceso al dinero.

Actualmente, a nivel global hay más de 26 millones infectadas por COVID-19 y más de 865,000 han fallecido. Estados Unidos ocupa el primer lugar de contagios con más de 6 millones de personas enfermas y 186,000 muertes.

Mientras, el reporte del jueves del Departamento de Salud indica que a la fecha hay 16,069 casos confirmados de COVID-19 y 18,129 casos probables, para un total de 34,198. Mientras, un total de 448 personas han fallecido a causa de la enfermedad.