Su apodo se convirtió pronto en parte de su personalidad pública. Pero en realidad lo había acompañado durante toda su vida.

Familiarmente, Rafael Hernández Colón era simplemente Cuchin. Así, sin acento.

El apodo se lo había puesto una tía y pegó en la familia al punto de que lo siguió acompañando a través de su vida política.

Probablemente debido a su juventud -fue secretario de Justicia a los 28 años y presidente del Senado con 32– a los populares se les hizo fácil comenzar a llamarle por el apodo familiar.

Con una ligera modificación. Porque le llamaron Cuchín, con acento en la i. Y Cuchín se quedó para seguidores y detractores por igual. Los primeros por el cariño y los otros por la rivalidad política.

Relacionadas

En casa siguió siendo Cuchin, sin acento. Así lo llamaba su primera esposa, Lila Mayoral, fallecida en enero de 2004, recién cumplidos los 60 años.

Y así lo recordarán muchos, sobre todo los más allegados, pero también más de una generación de puertorriqueños que siempre asociará a Rafael Hernández Colón con su apodo de la niñez y juventud.