Cushing, Oklahoma. Durante décadas, las bandas carcelarias en la Isla han tenido una presencia notable en las instituciones correccionales que obliga a los reos a tomar la decisión de unirse a uno de los grupos o arreglárselas como puedan para sobrevivir a las rencillas que existen entre las organizaciones rivales. Sin embargo, la mentalidad de “guerra” entre los bandos parece estar cambiando tras un pacto de paz que hicieron los presos, que voluntariamente decidieron formar parte del programa Out of State, el cual les permite completar unos talleres de educación y rehabilitación en la cárcel Cimarrón, en Oklahoma.

Por muchos años han sido constantes los conflictos que ha suscitado la guerra interna entre bandos como los Ñeta, el Movimiento 27, el Grupo de los 25 o los 31, conocidos también como Los Tiburones, al extremo de que el Departamento de Corrección y Rehabilitación ha tenido que segregar a los confinados por su afiliación. Estas pugnas se le atribuyen principalmente al control de drogas dentro de las cárceles.

Es separarlos o esperar la confrontación que implica la rebeldía de sus miembros, la que, incluso, ha llegado a provocar muertes.

En la memoria colectiva quedaron retratados conflictos como el ocurrido en el 2004 cuando hubo una reyerta entre organizaciones de reos precisamente en medio de una política pública que buscaba encarcelar en un mismo módulo a grupos enemigos.

Para aquel entonces, dos líderes del Movimiento 27 fueron asesinados y otra docena de reos afiliados al grupo resultaron heridos.

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Para sorpresa de muchos, la historia pudiera cambiar. Al menos, así lo expresan muchos de los 301 reclusos boricuas que desde el pasado mes de febrero han ido llegando a la institución correccional Cimarrón, en Oklahoma, para participar del programa educativo en el que se le brinda la oportunidad al reo de recibir cursos vocacionales en áreas como plomería, albañilería y transporte comercial. Además, tomarán clases de inglés y podrán completar estudios conducentes a un diploma de escuela superior.

La idea de lograr la rehabilitación y tener un mejor porvenir cuando estén en la libre comunidad parece ser el factor unificador entre los reclusos de bandas enemigas.

Y es que, como dijo el confinado Hiram Hernández Martínez, “acá (en Oklahoma) no somos los ñetas, los 27, los 31... acá somos los boricuas y cuando decidimos montarnos en el avión fue con un solo propósito y línea de pensamiento: queremos mejorar”.

Así las cosas, desde el primer día en la institución -donde los reclusos de la Isla están separados de los reos de Oklahoma-, se establecieron unas normas de convivencia: un pacto de paz, como lo han nombrado ellos mismos.

“Cuando llegamos, conversamos. Eso era inevitable. Somos muchas mentes distintas, diversos bandos y todo el mundo sabe cómo funcionan las instituciones carcelarias en Puerto Rico. Pero, decidimos establecer unas normas para llevar la fiesta en paz. Y la primera regla es el respeto”, explicó, por su parte, el recluso Francisco Robles.

Otro de los confinados, Carlos Rodríguez, manifestó que el “reglamento” se discutió con el personal de seguridad de la cárcel Cimarrón y “persona que no esté de acuerdo y no se deje llevar por las rutas establecidas en el programa o la convivencia que queremos tener” recibirá una reprimenda.

“Exhortamos a la población a que se hagan los acercamientos pertinentes a cada grupo y que cada uno busque la manera de solucionar positivamente cada situación”, dijo Rodríguez.

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“A veces hay que dejar las niñerías atrás y, aunque cada uno vamos a seguir perteneciendo a nuestros grupos, estamos claros de que vamos a vivir juntos y que esto es por nuestro bien”, dijo Stephen Rodríguez, miembro del Movimiento 27.

Esta acción por parte de los reclusos le ha brindado un respiro a Raúl Matos, el gerente de la unidad de vivienda donde están establecidos los boricuas, quien aceptó que las rencillas entre los grupos eran una de sus preocupaciones.

“El concepto de bando era lo más que nos preocupaba y el hecho de que haya una tregua de no conflictos entre ellos nos alivia. De hecho, gracias a Dios, no hemos tenido problemas hasta el momento”, dijo.

Por su parte, el secretario de Corrección, Jesús González, dijo que con su acción los reclusos en Oklahoma le están dando un mensaje al resto de la población penal.

“En las brigadas de ornato hemos visto que sí pueden funcionar juntos. Y, ¿por qué en vivienda no puede pasar? Es porque, lamentablemente, algunas de estas organizaciones tienen personas que las lideran con otros intereses y eso no lo vamos a permitir. Aquí, en Cimarrón, son ellos mismos los que tienen que velar para que eso no suceda”, dijo el Secretario sobre la matrícula de reclusos, que se espera llegue a los 480 reos antes del verano.