Sube el telón.

Es 20 de septiembre de 2017 y han pasado poco más de 12 horas desde que el huracán María golpeó sin piedad a Puerto Rico. Los vientos y las lluvias causan estragos. El 100% del país queda a oscuras y el 92% de las torres de telecomunicaciones caen, dejando incomunicados a los 78 municipios. Hay internet en algunas zonas del área metropolitana, pero los celulares no funcionan. Y en Caguas, el hematólogo oncólogo pediátrico Jhon Guerra Moreno camina desesperado para allá y para acá en su casa. Está al borde de la locura. Lo único que tiene en mente es la imagen del jovencito Kyrique Thomas, quien requiere, con urgencia de vida o muerte, un trasplante de médula ósea. En medio de tanta incertidumbre y angustia el galeno toma una drástica decisión: emprender un largo y peligroso viaje, a pie, y en medio de la tempestad, hasta llegar al hospital para salvar la vida de su paciente.

El adolescente había viajado con sus padres desde Tórtola a través de un programa de Turismo Médico del Hospital HIMA de Caguas, donde llevaba semanas hospitalizado tras un diagnóstico de leucemia bifenotípica, un cáncer raro y poco frecuente en la comunidad pediátrica.

Aunque en un principio el tratamiento que se le aplicó a Kyrique fue efectivo, el joven de 18 años tuvo una recaída en la que la única opción para salvarlo era a través de un trasplante de médula ósea. Pero, ojo, este complejo procedimiento había sido cancelado dos semanas antes, precisamente, por la amenaza que había para la Isla con el huracán Irma, otro poderoso fenómeno atmosférico que impactó al País.

Además, Kyrique había recibido altas dosis de quimioterapia y medicamentos inmunosupresores -como preparación para el proceso de trasplante- por lo que estaba totalmente desnudo de defensas. La única forma de contrarrestar esa falta de defensas en su organismo era la cirugía. Esto implicaba, también, que esas 24 a 48 horas antes de la intervención debía permanecer en un ambiente controlado, precisamente, para evitar infecciones. El lugar más seguro eran los cuartos con presión de aire positiva que hay en las unidades especializadas de trasplante de médula ósea.

Pero, en la última comunicación que el doctor Guerra Moreno tuvo con el personal de enfermería -justo antes de tomar la decisión de llegar caminando al hospital- fue una llamada telefónica en la que se le informó: “Doctor, se está metiendo el agua por las ventanas de las unidades de trasplantes. Tenemos que sacar al paciente de la unidad y moverlo a un lugar estéril. La única opción es la sala de operaciones en el área de neurocirugía”.

Eso fue todo lo que alcanzó a oír. Las comunicaciones se perdieron por completo. El mundo se le derrumbó pensando lo peor. El oncólogo pediátrico en su afán por hacer cumplir su juramento de salvar vidas, desafía a la naturaleza y va detrás de su paciente.

Baja el telón.

Han pasado cinco años desde aquella noche. Pero la escena está tan lúcida en la mente del doctor Guerra Moreno que la relata como si la estuviera viviendo recientemente. En ese viaje retrospectivo comparte con Primera Hora lo que aconteció luego.

“Esa noche del huracán fue para mí un estrés terrible porque yo no sabía qué estaba pasando con mi paciente. Yo estaba con mi familia y mis hijas en la casa, pero yo no sabía qué estaba pasando en el hospital porque había perdido la comunicación. Fue el estrés más grande que yo he tenido en toda mi vida, porque yo imaginaba llegar 24 a 48 horas después y que me dijeran que el paciente había fallecido. Así que llega el momento que dije: ‘definitivamente, yo tengo que irme para el hospital’ ’’, expresa.

La casa del médico queda a unas 10 millas del hospital, un recorrido que cualquier día de trabajo le tomaba unos 15 minutos en auto. Pero aquella noche y madrugada le demoró cinco horas caminando.

“Con esa preocupación tan grande yo dije: ‘Dios mío, ayúdame. Yo tengo que ir al hospital. No puedo seguir esperando porque el paciente va a morir’ ”, recuerda quien se encomendó a todos los santos para arrancar su travesía poco después de la medianoche del 21 de septiembre.

Al salir se percató que la marquesina de su casa estaba completamente destruida. El portón estaba contra los carros y no se veía prácticamente nada. La carretera estaba llena de escombros. La intención inicial era llegar al hospital en bicicleta, pero era imposible bajo esas condiciones. “Ahí tomé la decisión de empezar a caminar”, recuerda quien se alumbró por el camino con el ‘flashlight’ del celular. Agregó que su esposa, pediatra de profesión, lo apoyó en todo momento.

La evolución de Kyrique Thomas, quien vive en Tortola junto a su familia, ha sido excelente.
La evolución de Kyrique Thomas, quien vive en Tortola junto a su familia, ha sido excelente. (Suministrada)

Se estima que el huracán María -el fenómeno atmosférico más potente que ha impactado a la Isla en la historia reciente, azotando con vientos de 155 millas por hora, provocó la muerte de 4,645 personas, según un estudio realizado por un grupo de investigadores de la Universidad de Harvard.

El huracán destrozó a Puerto Rico con más fuerza que la de Katrina a Lousiana en 2015. El 100% de la Isla quedó a oscuras, las telecomunicaciones colapsaron y el 60% de la gente quedó sin el servicio de agua. La Isla retrocedió de un día para otro 40 años en el tiempo, como lo describió en aquel entonces Primera Hora a través del especial “María, un nombre que no vamos a olvidar”.

Rememorando la potencia de María es que hay que mencionar que el trayecto del doctor Guerra Moreno tuvo grandes complicaciones pues los vientos y aguaceros vinculados al huracán todavía afectaban la zona.

“Hubo áreas en las que me asusté mucho. Me acuerdo que cerca de la Universidad del Turabo estaba completamente inundado y todos los cables estaban en el piso... pensé que podría electrocutarme. Pero después hice el análisis y dije pero si todo está oscuro, electricidad no hay. Así que seguí, pero fue difícil”, subraya.

En el camino solo vio a un hombre cerca de una gasolinera. Recuerda que tenían una planta eléctrica. Lo llamó, pero el ciudadano no le hizo caso, no quiso salir.

¿Pensó virar en algún momento?, le cuestionamos.

“No, no, no. Yo tenía que llegar porque la única persona que podía ayudar a ese paciente en ese momento era yo. Ya yo había tomado una decisión y la iba a cumplir”, respondió.

Finalmente, a eso de las 5:00 de la mañana llegó al Hospital HIMA. “Estaba todo embarrado y con mucho susto”, cuenta.

Rememora que en la clínica “todo el mundo estaba viviendo su tragedia, su caso particular”. “Y yo estaba viviendo el mío, que era mi paciente de trasplante”, agregó al describir como un “gran alivio” el momento en que pudo ver a Kyrique, quien se logró reubicar nuevamente en uno de los cuartos de la Unidad de Trasplantes.

Sube el telón.

Son las 7:00 de la mañana del 21 de septiembre de 2017 y la pesadilla no culmina para el doctor Guerra Moreno. Su paciente no puede pasar otras 24 horas sin que se realice el trasplante de médula ósea o morirá.

Ya se había determinado que el procedimiento se realizaría con el hermano de Kyrique como donante. Pero, había una situación, el paciente y su pariente tenían tipos de sangre diferentes por lo que se requería la intervención de especialistas de la Cruz Roja para manipular las céluas extraídas y evitar complicaciones durante el trasplante.

Un agente de seguridad del hospital decide desafiar las inclemencias del tiempo y llevar al médico hasta las instalaciones de la Cruz Roja, en Río Piedras.

El trayecto se hizo eterno pues había escombros por toda la carretera. Finalmente, llegan al edificio y un solitario portero les da la noticia: “Doctor, aquí no ha venido nadie”.

“Dios mío, ¿ahora que voy a hacer?”, piensa en voz alta el doctor Guerra Moreno.

Transcurren las horas y afortundamente surge la posibilidad de que el inmunopatólogo Luis Ferrer pudiera hacer el cálculo de cuántas células se debían coleccionar del hermano de Kyrique para poder hacer la intervención. Posteriormente, también se pudo hacer la manipulación a las células madre, para hacerlas compatibles al paciente y poder infundirlas a la médula ósea.

Ya era viernes cuando se realizó el trasplante de médula ósea a Kyrique. El proceso duró unas ocho horas.

“Tuvimos una colección excelente. Ahora hay que esperar el curso post trasplante”, le dijo el médico a los padres del joven y a su hermanito donante de 14 años.

Baja el telón.

Es septiembre de 2022 y Kyrique ha tenido una recuperación post trasplante que ha dejado boquiabiertos a los médicos. Después del trasplante estuvo tres meses en Puerto Rico haciendo visitas periódicas al hospital. Al año se había confirnado que las células trasplantadas habían logrado un 100% de compatibilidad. Aparte de una infección respiratoria, que se manejó positivamente, no tuvo otras complicaciones.

“Yo creo que eso fue la mano de Dios. Yo no tengo duda de que un ser superior puso la mano ahí para que todo saliera bien en medio de tanta dificultad, que todo saliera perfecto”, comenta Guerra Moreno.

“Han pasado cinco años y el paciente tiene 23 años. Nosotros usualmente transferimos los pacientes cuando cumplen 21 años a la unidad de adultos, pero en este caso lo mantuvimos un año adicional con nosotros hasta los 22 años. Pero tenemos contacto con él todo el tiempo, con el papá, con el nene y ha ido muy bien. Está curado de su cáncer gracias a Dios”, manifiesta el médico.

El oncólogo pediátrico hace la narración y confirma que hubiera hecho todo tal y como transcurrió hace cinco años. Pero no se considera un héroe.

“Yo digo que no sé por qué me felicitan si esa era mi responsabilidad como médico del paciente. Nadie en ese momento podía resolver la situación. Yo sentía que me había comprometido con su familia. La única esperanza que tenían su papá y mamá en ese momento era yo. En medio de semejante catástrofe, como fue el huracán María, lo único que tenían era a mí. Si ese paciente se hubiera muerteo yo no hubiera podido con el cargo de conciencia. Así que sí, lo volvería a hacer si fuera necesario y no me arrepiento. Al contrario, esto me ha enseñado lo importante que somos los médicos para los pacientes”, revela con nostalgia.