Reconocen que es una batalla que por momentos parece ser cuesta arriba, pero que han asumido convencidos de que saldrán vencedores. Por eso, aseguran estar más firmes que nunca en su lucha universitaria que hoy entró en su día 14.

En el campamento de Ciencias Sociales, ubicado en el portón de la avenida Ponce de León que da acceso a dicha facultad, se respira ese espíritu. Expertos en la conducta humana dicen que los jóvenes se creen invencibles gracias a la vigorosidad que les da su corta edad y eso mismo es lo que se percibe al llegar allí.

Están sumanemente organizados. No hay lujos ni comodidades, pero se han encargado de hacer mucho con las pocas donaciones que han recibido de organizaciones y sus familiares, parte fundamental de su batalla.

Construyeron una ducha con paneles, asientos de vehículos se han convertido en su lugar de descanso, con una pequeña estufa de gas hacen el desayuno y las comidas y la caseta del guardia la han convertido en su alacena. Allí guardan salchichas, atún, habichuelas, galletas y otros víveres.

Tienen que lavar los baños, cocinar, recoger la basura acumulada y cada semana se dividen los turnos para brindar seguridad.

“Esta lucha no es sólo de nosotros, sino que es también por cada uno de los trabajadores que han sido botados del Gobierno”, dijo el estudiante de sociología Fernando Nieves mientras se refrescaba en una piscina que instalaron en el área, pues el calor por momentos es insoportable.

Al joven le ha sorprendido el pobre espíritu de lucha que han tenido los trabajadores que han sido desplazados, pues era “para que el país estuviera paralizado”.

“La gente no siente indignación. Si seguimos así nos van a quitar el país”, añadió a la conversación Alexandra Mulero.

En sus reuniones diarias para discutir estrategias, procuran mantener vivo ese espíritu luchador. “Lo más cuesta arriba ha sido lograr la comunicación con la Junta de Síndicos y la administración, pero es algo que vamos a lograr”, señaló Marlene Gómez.

Se unió a la lucha estudiantil ante el hecho de que “poquito a poquito nos están quitando nuestros derechos”, dijo.

Marlene debe graduarse ahora en mayo de administración de empresas, pero “no podía irme de esta universidad, dejándola como está. “Tengo que dejar aquí un tipo de legado”, apuntó.

Para la asistente de cátedra Angie Maldonado la lucha es por todos, pero se torna personal porque se beneficia de la exención de matrícula.