La renuncia del líder cubano Fidel Castro a seguir en el poder tras casi medio siglo ha dado respuesta a algunas preguntas, pero no cierra las incógnitas sobre su papel a partir de ahora o sobre el calado de la renovación que se producirá al frente de la revolución.

El mandato de Castro en Cuba, al menos formalmente, ha quedado cerrado, 49 años después del triunfo la revolución y por culpa de una enfermedad intestinal aún rodeada de no poco misterio.

El jefe de la revolución dejará de ser el jefe de Estado de la isla y Comandante en Jefe el próximo 24 de febrero.

En el mensaje publicado hoy en la prensa oficial cubana para informar de su decisión, Castro adelantó que, a partir de ahora, al menos en los artículos de "reflexiones", será simplemente el "compañero Fidel".

Dijo también que sus notas de opinión continuarán siendo "un arma más del arsenal con la cual se podrá contar" y recordó, por si había dudas: "no me despido de ustedes".

Aunque analistas y diplomáticos consultados por Efe coinciden en que, tras meses de especulaciones y conjeturas, la opción escogida por el dirigente cubano entraba en la baraja de posibilidades, no por ello el anuncio ha dejado de ser "sorpresivo" no sólo por el momento, sino por la forma.

Además, los cálculos sobre el futuro de Cuba se topan con algunas preguntas para las que aún no hay respuesta.

La primera es si el mantenimiento del cargo de primer secretario del Partido Comunista de Cuba, en un país con una Constitución en la que se consagra a este órgano como "la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado", permite hablar de una jubilación definitiva de Fidel Castro.

"Esa es una de las patas que quedan cojeando en este mensaje, qué pasa con el partido?", se preguntó un observador.

La segunda es qué va a pasar ahora con el líder cubano y si por el hecho de renunciar a sus cargos se le dejarán de consultar "las decisiones más importantes" del país como, según los dirigentes cubanos, se ha venido haciendo en los últimos meses de una convalecencia que comenzó en julio de 2006.

En esa pocos tienen dudas: "Fidel va a continuar teniendo poder de veto sobre las decisiones del país y ese poder no se le va a discutir", consideró uno de los preguntados, no sin dejar de puntualizar que el líder cubano comenzará a ocupar un papel ante la población "cada vez más irrelevante".

Esta apreciación sintonizaría con la preocupación expresada por Castro en su mensaje de hoy, al subrayar su "obligación" de preparar al pueblo para su "ausencia, psicológica y políticamente".

El haber elegido el martes, cinco días antes de que se constituya el Parlamento y se designe al nuevo Consejo de Estado, para informar de su decisión, tampoco pasa desapercibido y levanta suspicacias el descarte de la renovación de su mandato.

"O su estado de salud está peor de lo que dicen los jefes de Estado que lo visitan", o las reformas económicas requeridas por el país "son más urgentes de lo previsto", dijo un observador que daba por descontada la continuidad del octogenario líder.

Para otros, llama la atención que un hombre tan preocupado por su imagen pública y familiarizado con la televisión -por la que ha difundido entrevistas, vídeos y hasta la proclama del 31 de julio del 2006 con la delegación de sus cargos- no haya elegido ese medio para anunciar la renuncia, "como todos los presidentes del mundo".

Con relación al futuro, el ministro de Defensa, Raúl Castro, aparece como el sucesor natural del jefe de la revolución.

Aunque no pocos coinciden en la posibilidad de que el cargo de presidente del Consejo de Estado, que constitucionalmente implica la titularidad del Consejo de Ministros, pueda reformarse para que sean órganos separados con cabezas distintas.

En esa fórmula, cabría la opción de que Raúl Castro ostentara las atribuciones de jefe de Estado como presidente del Consejo de Estado y el vicepresidente Carlos Lage se ocupara de las tareas de jefe del cuerpo ministerial.

"A lo largo del año, una reforma constitucional para cambiar los Consejos de Estado y de Ministros es perfectamente posible", afirmó uno de los consultados, que -en todo caso- no escondió que aún "son más la interrogantes que quedan que las que se han despejado".