Santiago, Chile. El coronavirus, que separa a las personas de sus familias y conocidos, reunió hoy a un grupo de chilenos que recolectan víveres, los cocinan y -encabezando las llamadas “ollas populares”- ofrecen un plato de comida a quienes no tienen qué llevarse a la boca.

En populosa barriada pobre de Puente Alto, al sureste de la capital chilena, miles de personas que viven de trabajos informales -como ventas de verduras, frutas o lavando automóviles- perdieron a la mayoría de sus compradores, que están encerrados en sus viviendas para alejarse del virus.

Cada día son más los que no tienen para alimentarse entre los más pobres en Puente Alto, dijo a The Associated Press Lina Saavedra, dirigente de un grupo de activistas de derechos humanos que surgió tras el estallido social de octubre del año pasado, cuando millones de personas se manifestaron contra la desigualdad en Chile.

Antes de la llegada de la pandemia, a inicios de marzo, Chile tenía un desempleo cercano al 8%, y hasta mediados de abril se estima que llegó a los dos dígitos. Unas 300,000 personas fueron informadas de su próximo despido y 80,000 más fueron desvinculados formalmente. Las cifras no reflejan a unos cuatro millones de trabajadores informales en una fuerza laboral de nueve millones de personas. El presidente Sebastián Piñera declaró el viernes que “llegaremos a más de un millón” de desempleados.

La chef Alejandra Albornoz sirve salsa roja sobre una olla con pasta mientras ella y otros voluntarios se preparan para distribuir comida a vecinos que la pasan mal por falta de ingresos durante la pandemia en El Nocedal a las afueras de Santiago, Chile. (AP)
La chef Alejandra Albornoz sirve salsa roja sobre una olla con pasta mientras ella y otros voluntarios se preparan para distribuir comida a vecinos que la pasan mal por falta de ingresos durante la pandemia en El Nocedal a las afueras de Santiago, Chile. (AP) (Esteban Felix)

En las pequeñas barriadas de Nocedal 1, 2 y 3, en Puente Alto, igual número de ollas populares entregaron 120 platos humeantes con lentejas el jueves y 170 con tallarines con salsa de tomate el viernes, que fueron recibos por ansiosas manos que a través de las rejas de sus viviendas esperaban la comida, que llegó acompañada de un pan.

Saavedra explicó que mantienen las ollas populares con el aporte de víveres que hacen los vecinos. “Vamos a tener que seguir montando, porque (estas) no dan abasto”, agregó.

Paulina Caro, de un centro cultural de la barriada, explicó que “decidimos salir de nuestras casas para poder alimentar a nuestros vecinos de la Nocedal 1, 2 y 3 porque en realidad están pasando hambre”. “Esta pobreza viene hace mucho, mucho tiempo. Con la pandemia salió a flote”, aseguró.

La ayuda municipal no alcanza para todos los necesitados, dijo Saavedra. El alcalde de la barriada pobre Pedro Aguirre Cerda, Juan Rozas, indicó que en su comuna también aparecen las ollas populares “para paliar la falta de alimentos”.

Las ollas populares además se extienden por los “campamentos” de Antofagasta, en el extremo norte, donde miles de personas viven en la extrema pobreza, la mayoría inmigrantes. Los programas sociales del gobierno, que incluyen ingresos mínimos de 300 dólares mensuales, no alcanzan para que la población más vulnerable del país se sostenga.

En las pequeñas barriadas de Nocedal 1, 2 y 3, en Puente Alto, igual número de ollas populares entregaron 120 platos humeantes con lentejas el jueves y 170 con tallarines con salsa de tomate el viernes. (AP)
En las pequeñas barriadas de Nocedal 1, 2 y 3, en Puente Alto, igual número de ollas populares entregaron 120 platos humeantes con lentejas el jueves y 170 con tallarines con salsa de tomate el viernes. (AP) (Esteban Felix)