Las autoridades en Nueva York, España y otros lugares del mundo confiaban en que varios focos de infección de la pandemia global estuvieran dejando atrás su peor momento.

En el estado de Nueva York, el gobernador, Andrew Cuomo, anunció los primeros indicios de que el brote podría estar cerca de tocar techo, aunque advirtió que no era el momento de suavizar las restricciones de distanciamiento social.

“Parece que las cifras podrían estar cambiando”, dijo Cuomo, señalando que la crisis estaba lejos de acabar.

Nueva York ha registrado una media de menos 600 muertos diarios durante los últimos cuatro días. Pese al horror que suponen las cifras, esa cierta estabilidad se interpretó como una señal positiva. Cuomo también dijo que el número de personas que ingresaba a diario en los hospitales del estado había bajado, al igual que el número de pacientes graves que necesitaban respiradores.

El principal especialista en enfermedades infecciosas del país, el doctor Anthony Fauci, mostró un cauto optimismo diciendo que en Nueva York “lo que hemos estado haciendo ha funcionado”.

Por su parte, China no reportó nuevas muertes en las 24 horas previas por primera vez desde que empezó a publicar estadísticas del virus, aparecido en diciembre en la ciudad central china de Wuhan, aunque muchos expertos en enfermedades infecciosas han cuestionado las cifras de China.

Con 743 muertes en las 24 horas previas, unos 100 más que los fallecimientos entre el domingo y el lunes, la cifra de muertes en España se acercaba a 13,800 desde el inicio de la pandemia, según datos del Ministerio de Sanidad. El total de infectados superó los 140,000, con 5,478 nuevos el martes, 1,000 más que el lunes. Las dos cifras habían ido bajando desde el 2 de abril.

Las autoridades señalaron que consolidar la estabilización de la curva de contagio será un proceso largo, aunque señalaron que la presión sobre los hospitales estaba cayendo, especialmente en las unidades de urgencias.

Como parte de las medidas de desescalada que se están barajando para las próximas semanas, el gobierno izquierdista de España quería hacer pruebas en 30,000 hogares para hacer un mapa nacional del brote. El objetivo era medir la expansión del virus más allá de hospitales y residencias de ancianos, que se han convertido en importantes fuentes de contagio.

Se esperaba que el gobierno dirigido por Pedro Sánchez aprobara el martes nuevas medidas para amortiguar el impacto económico y social del virus, con subsidios para agricultores y flexibilidad para contratar a temporeros inmigrantes para la cosecha de frutas y verduras.

El número de casos nuevos también cayó en la afectada Italia, y aunque Francia registró el lunes un aumento de las muertes diarias a un récord de 833, la tasa de nuevas hospitalizaciones se redujo de forma drástica.

En todo el mundo se han confirmado más de 1.3 millones de infecciones y casi 75,000 personas han muerto, según la Universidad Johns Hopkins. Las cifras reales son con seguridad mucho mayores debido a la falta de análisis, las discrepancias en cómo contabilizan los muertos los diferentes países y el hecho de que algunos gobiernos dan números inferiores a los reales de forma deliberada. Las muertes en Estados Unidos se acercaban a 11,000, con más de 368,000 infecciones confirmadas.