Artesanos y comerciantes ultiman en Ecuador los preparativos para la celebración del fin de año, en la que los ecuatorianos suelen quemar monigotes para ahuyentar los malos augurios y anhelar con ello un año nuevo de prosperidad y salud.

Como el año pasado, el coronavirus vuelve a la escena popular y será uno de los protagonistas que los ecuatorianos incineren la noche del 31, como manda la tradición, aunque no faltarán tampoco personajes de ficción como Venon, el villano de Marvel, o los personajes de la serie “El juego del calamar”.

Los más politizados se centrarán en figuras como el presidente Guillermo Lasso o incluso el exalcalde capitalino Jorge Yunda, a juzgar por los monigotes que se venden por las calles.

126 AÑOS DE HISTORIA

La tradición manda que durante el 31 de diciembre se coloque al “Año Viejo” (el monigote) en un lugar visible, a ser posible en las afueras de las casas para que puedan ser apreciados por la gente.

Conforme pasan las horas, familiares y amigos se van reuniendo en torno a la figura de cartón o papel, a la que le suelen colocar mensajes, para prenderles fuego antes de la medianoche.

Muchos de los monigotes representan alguna anécdota familiar o algún hecho relevante ocurrido durante el año en el país o en el mundo, si bien hay también quienes reproducen cuadros de famosos y elaboran verdaderas obras de arte en cartón coloreado con pintura.

Luis Chiluisa, vendedor de monigotes, aseguró a Efe que este año el coronavirus sigue estando tan cotizado como el año anterior: “Es como una forma de decir que se acabe el virus y todo el daño que nos ha causado”.

La tradición de quemar los monigotes, que representan “el año viejo”, se remonta a la amenaza de una fiebre amarilla en Guayaquil en 1895.

Como medida de protección sanitaria, las autoridades recomendaron entonces confeccionar ramadas y monigotes de paja con los vestidos de los parientes que habían fallecido, colocarlos en la vía pública el último día del año y a las cero horas quemarlos, según información del Ministerio de Turismo.

La esperanza era dejar atrás todo lo malo para iniciar un nuevo año lleno de ilusiones, aunque con el tiempo la costumbre ha adquirido un tono de humor, sátira, algarabía y picardía.

MEDIDAS DE BIOSEGURIDAD

Debido al aumento de casos de covid-19 en Ecuador, el Comité de Operaciones de Emergencia (COE) nacional decidió reducir aforos de cara a la fiesta, así como prohibir la quema de monigotes en reuniones masivas o bailes populares.

Juan Zapata, presidente del COE, aclaró que se puede cumplir con la tradición siempre y cuando sea en el núcleo familiar y frente a las viviendas, sin aglomeraciones, lo que ha generado las protestas de los comerciantes.

“Las autoridades parece que dicen por decir las cosas y no piensan en el daño que hacen” a los comerciantes, denunció Elsa Chalá, que vende monigotes y caretas desde hace más de diez años.

Y es que, debido a las restricciones, los comerciantes aseguran que han tenido que bajar a última hora la producción y tamaño de monigotes, caretas y otros accesorios utilizados esa noche.

“Tenemos los viejos (monigotes) guardados todo el año porque no se alcanzó a vender, y ahora otra vez lo mismo”, se quejó Chalá.

La tradición adquiere un reflejo de las Fallas valencianas en la ciudad costera de Guayaquil, donde solían destacar obras de varios metros de altura con todo tipo de personajes, fruto del trabajo de los artesanos durante el año.

Ante las restricciones, allí han optado ahora por cobrar a los turistas por sacarse una foto con su muñeco favorito.