‘La bella durmiente’ es una de las tantas fantasías creadas por la literatura y el cine que tiene como protagonista a una dulce y tierna princesa, cuyo sueño logra ser interrumpido al ver al hombre de su vida, el príncipe azul. Pueden pasar días, semanas y hasta años para que logre despertarse y encontrar el amor.

En la realidad hay una historia distinta, la de Karolina Olsson, a quien denominaron la ‘Durmiente de Oknö’. Ella no se ‘durmió’ esperando a su prometido; cayó en cama por 32 años en un caso psiquiátrico que acaparó los análisis médicos durante los siglos XIX y XX, en Suecia.

Una niña traviesa

Karolina se crió en la isla Oknö, al sur de Suecia. Era un pequeño territorio, en el cual vivían poco menos de 20 personas, entre ellas la pequeña y su familia dedicada a la pesca. De ahí su espíritu aventurero que constató Bo Holmesdet, uno de los vecinos.

“Un día bajé las escaleras de mi casa y vi una niña pisando una serpiente. (…) Era Karolina, quien la tomó con una pala, caminó hasta el hormiguero al otro lado de la casa y la tiró muerta”, mencionó Holmesdet en uno de los apartados de sus notas autobiográficas.

No parecía tener miedo a nada y era común verla jugando. Sin embargo, previo a la Navidad de 1875 quedó ‘paralizada’: a sus 14 años se durmió.

Nadie podía levantarla de la cama y, ante la extrañez, el primer médico que la vio dijo que era “una tramposa, rechazada en la primera comunión, que se había acostado para fingir estar enferma”, se lee en una nota de prensa del medio local ‘SvD Kultur’.

Es decir: se pensó inicialmente que por no haber logrado realizar su primera comunión decidió alejarse de todos y ‘llamar la atención’ estando un par de días acostada. Solo que las horas pasaron y pasaron y ella no reaccionó.

‘Le dio dolor de muelas’

“Se cayó y se golpeó la cabeza en el hielo” o “le dio dolor de muelas y se enfermó”, fueron algunas de las explicaciones que escuchó Marianne Nilsson, una familiar de Karolina, a lo largo de los 32 años en los que estuvo ausente de la realidad.

La familia Olsson, de la que ella era la segunda entre seis hermanos, intentó lo que estaba a su alcance, por no decir que todo, pues los recursos de la época eran limitados. Por ejemplo, la llevaron al hospital en 1892 con la esperanza de que los choques eléctricos provocaran el más mínimo movimiento en su cuerpo. No fue así.

Los médicos, de acuerdo con las reseñas de prensa, no sabían qué le sucedía. Le dieron de alta tras un mes en las instalaciones del hospital de Oskarshamn con un diagnóstico que los parientes no entendieron.

La rotularon con demencia paralítica o parálisis general. Tal enfermedad, según la Biblioteca de Medicina de Estados Unidos, se produce por la bacteria de la sífilis que ataca el cerebro y sistema nervioso hasta que la persona presenta problemas de la memoria, del lenguaje, del razonamiento y cambios de personalidad.

Eso se conoce en la actualidad, pero para aquel 1892, la información era casi nula. Así que nadie cuestionó por qué ese diagnóstico si ella no tenía ninguna de esas afectaciones. Sencillamente ‘estaba dominada’. No respondía, supuestamente, a ningún estímulo.

“Cuando la gente se enteraba de la existencia de Karolina la trataban con dudas y desprecio. Ella estuvo protegida por muchos años en su habitación de la pequeña cabaña; los visitantes ni siquiera notaban que ella estaba postrada en la cama”, relató Nilsson, su familiar, para el medio ‘SvD Kultur’.

El secretismo de mamá e hija

La madre de la joven murió en 1905. Se dice que ese día algo extraño ocurrió y se unió a otros eventos poco normales para una persona que estaba ‘dormida’, pues se le escuchó llorar y lamentarse ante la ida de su progenitora. Lo mismo sucedió en 1907 cuando uno de sus hermanos se ahogó.

Tres años después, en 1908, abrió los ojos totalmente. Habló, se movió y no porque un príncipe azul la hubiera besado. Tal acontecimiento alegró a todos sus seres cercanos, quienes, según Nilsson, celebraron como si fuera una importante festividad. Podía ser la reivindicación de esa pasada Navidad de 1875, en la que ella quedó, supuestamente, quieta.

“Cuando Karolina despertó tenía 46 años, pero parecía de 25″, escribieron los reporteros de la época, pues quedaron sorprendidos de que la mujer no tuviera arrugas. Estaba como intacta.

El caso llamó la atención de Harald Fröderström, un psiquiatra, que empacó sus maletas y fue hasta la alejada isla sueca en 1910 para charlar con ella, su papá, sus hermanos y sus conocidos. Todo lo recopiló en artículos científicos, gracias a los cuales se trató de conocer la verdad.

El psiquiatra concluyó que la mamá la sobreprotegió. La niña antes de quedar en cama había comenzado a ir al colegio a varios kilómetros de la cabaña. Un día llegó de clases junto a sus hermanos y le expresó a ella que le dolían las muelas. Tenía un malestar general. No obstante, no era nada ello.

Fröderström supo que Karolina afrontaba su primera menstruación. Su mamá decidió mantenerla en casa e impedir que algo malo le fuera a suceder en el exterior justo cuando su cuerpo presentaba cambios hormonales.

“Innumerables madres han sido culpables gracias a la extraña mezcla de entrega irracional y egoísmo del amor materno. Tampoco es una idea irrazonable decir que ella, con respecto a sus propias experiencias durante su propia crianza, quisiera proteger a su hija o, en otras palabras, protegerla de las tentaciones y el mal de la vida”, sostuvo el experto en sus artículos.

¿Cómo sobrevivió a escondidas?

Con el estudio psiquiátrico, se supo que la única persona que entraba en la habitación era la mamá. Probablemente, le daba comida y charlaba con ella. Así transcurrieron los años: ella ‘dormida’ y su mamá en vigilia. Pero el papá sí recordó que había días en los que la oía decir ‘Jesús, ten piedad de mí’.

Al morir la madre, Karolina fue cuidada por una ama de llaves, quien dijo que cuando salía de casa notaba que la mujer hacía sonidos, como si se levantara a realizar sus actividades básicas: comer e ir al baño.

Su despertar fue calificado como un ‘milagro’, pero para Fröderström era algo que ya venía sucediendo con anterioridad. Solo que sus familiares callaron. Él la diagnosticó con un estupor catatónico que, según portales especializados, se basa en que el individuo se aleja de todo, se queda mudo y se vuelve negativista.

No queda claro todavía por qué lo hizo y de quién o de qué cosas quería escapar. O por qué su mamá le dio refugio por tantos años. Se sabe que Karolina Olsson murió en 1950, producto de un derrame cerebral. Se fue sin muchas explicaciones.

“Ella llevaba un secreto: se lo llevó a la tumba”, concluyó su familiar Marianne Nilsson.