violencia asociada al narcotráfico que vive ese país

CIUDAD DE MÉXICO. Seguidos por perros rastreadores y policías, María de Jesús Soria Aguayo y más de una docena de voluntarios caminaron el miércoles cuidadosamente por campos de maleza y tierra seca, con la vista fija en el suelo.

En las afueras de Ciudad de México, el grupo comenzó a buscar restos humanos y otras pruebas, después de que los buscadores voluntarios dijeran que el lugar podría ser la ubicación de un crematorio clandestino.

La búsqueda de cadáveres se produce después de que Ceci Flores, líder de un grupo que busca los cuerpos de los desaparecidos de México, anunciara en las redes sociales a última hora del martes que su equipo había encontrado huesos, fosas clandestinas y tarjetas de identidad en torno a una fosa calcinada en las afueras del sur de la ciudad.

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Según las autoridades mexicanas, más de 110,000 personas han sido declaradas desaparecidas en el marco de la violencia continuada de los cárteles. Ante la profunda impunidad, las “madres buscadoras”, como Soria Aguayo, han formado sus propios grupos independientes, para buscar los restos de sus seres queridos desaparecidos en zonas de México devastadas por la violencia.

“Empecé mi propia búsqueda sola, rastreando con mis propias manos y buscando sola en el campo”, dijo Soria Aguayo, de 54 años, cuyos restos de su hijo fueron recuperados en Veracruz en 2022. “Mi promesa a estas mujeres es seguir buscando hasta que ya no podamos más... porque todavía hay muchos (cuerpos) que no hemos encontrado”.

El anuncio de Flores marcó la primera vez en la memoria reciente que alguien afirmaba haber encontrado un lugar para deshacerse de cuerpos de este tipo en la capital mexicana. El aumento de la violencia que se ha producido en amplias zonas del país en los últimos años aún no ha llegado a la capital, al menos en su forma más visceral.

Ulises Lara, fiscal jefe de Ciudad de México, declaró el martes por la mañana que la policía acudió a los domicilios que figuraban en las tarjetas de identidad recuperadas y “comprobó que las dos personas a las que pertenecían esas tarjetas están vivas y gozan de buena salud”.

Lara explicó que una de ellas, una mujer, dijo que le habían robado la tarjeta y el teléfono móvil hace aproximadamente un año, cuando unos ladrones le arrebataron el teléfono y el DNI de las manos mientras estaba atrapada en un atasco.

Aunque esto descartaba la posibilidad de que el cuerpo de la mujer hubiera sido arrojado allí, sí sugería que los delincuentes habían utilizado el lugar para deshacerse de pruebas.

Lara dijo que los expertos estaban investigando para determinar la naturaleza de los restos encontrados y si eran humanos. La fiscalía dijo que también estaba revisando las grabaciones de las cámaras de seguridad y buscando posibles testigos.

Tras horas de búsqueda por los campos de la periferia rural de la capital mexicana, los voluntarios no encontraron más que frustración.

Aunque algunos miembros del grupo dudaban de que pudieran encontrar algún cuerpo, Flores dijo que planeaban seguir buscando, y añadió que ya habían pasado dos días buscando en la zona antes de encontrar lo que creían que eran restos humanos.

“Si no buscan, nunca van a encontrar nada”, dijo Flores, añadiendo que se alegraba de saber que los fiscales habían localizado a las personas cuyas pertenencias se encontraron en la zona.

El descubrimiento de un crematorio clandestino, de confirmarse, supondría un bochorno político para el partido en el poder, que gobierna Ciudad de México desde hace mucho tiempo y afirma que la capital se ha librado de gran parte de la violencia de los cárteles de la droga que aflige a otras partes del país.

Ello se debe en gran medida a la densa población de la ciudad, el tráfico notoriamente congestionado, la amplia red de cámaras de seguridad y la gran fuerza policial, que presumiblemente dificultan que los delincuentes actúen de la misma manera que en las zonas provinciales.

Pero, aunque la ciudad tiene 9 millones de habitantes y el área metropolitana unos 20 millones, grandes zonas del sur siguen siendo una mezcla de granjas, bosques y montañas. En esas zonas, no es inaudito que los delincuentes se deshagan de los cadáveres de las víctimas de secuestros.

Buscadores voluntarios como Flores suelen llevar a cabo sus propias investigaciones, a veces basándose en pistas de antiguos delincuentes, porque el gobierno ha sido incapaz de ayudar. Los buscadores se han enfadado por una campaña del gobierno para “encontrar” a personas desaparecidas comprobando su última dirección conocida, para ver si han vuelto a casa sin avisar a las autoridades.

Los activistas afirman que no es más que un intento de reducir las políticamente embarazosas cifras de desaparecidos.

Los buscadores, en su mayoría madres de desaparecidos, no suelen intentar condenar a nadie por los secuestros de sus familiares. Dicen que sólo quieren encontrar sus restos.

El gobierno mexicano ha invertido poco en la búsqueda de los desaparecidos. Los voluntarios deben sustituir a los inexistentes equipos de búsqueda oficiales en la búsqueda de fosas clandestinas, donde los cárteles esconden a sus víctimas. El gobierno no ha financiado ni implementado adecuadamente una base de datos genéticos que ayude a identificar los restos encontrados.

Si los voluntarios encuentran algo, lo máximo que hacen las autoridades es enviar un equipo policial y forense para recuperar los restos, que en la mayoría de los casos nunca se identifican.

Al menos siete de los activistas que buscan a algunos de los Al menos siete de los activistas que buscan a algunos de los desaparecidos de México han sido asesinados desde 2021.