Tres ataques en una sola semana que se saldaron con 11 muertos tensan a Israel, donde las fuerzas de seguridad están en alerta máxima y temen un repunte de violencia aún mayor a pocos días del inicio del mes sagrado musulmán de Ramadán.

Hacía más de una década que no se registraban tantas muertes en tan poco tiempo producto de ataques en Israel, donde hoy se respira un clima de absoluta tensión, con menos gente en las calles y miradas cargadas de temor y desconfianza.

El ataque de anoche en la ciudad ultraortodoxa de Bnei Brak, que causó la muerte de cinco personas, terminó por confirmar la tendencia: el país enfrenta una de las olas de ataques más graves desde la Segunda Intifada.

Dos de las cinco personas que murieron eran de nacionalidad ucraniana. Las dos víctimas, de 23 y 32 años, recibieron disparos mientras estaban sentados delante de una tienda de comestibles, una de las escenas del tiroteo de ayer que también se saldó con la muerte de dos israelíes y de un Policía árabe-israelí, dijo hoy la Policía.

Las fuerzas de seguridad no revelaron detalles más concretos de la identidad de los ucranianos.

Tras el inicio de la invasión rusa contra Ucrania, Israel regularizó a unas 20,000 personas con ciudadanía ucraniana que ya se encontraban en el país, la mayoría de manera irregular.

A su vez, tras estallar la guerra, miles de refugiados ucranianos de origen judío y con derecho a nacionalidad israelí bajo la llamada Ley del Retorno entraron al país. A su vez, lo hicieron otros miles sin raíces judías.

En el caso de los dos muertos de ayer las autoridades no detallaron en qué circunstancias exactas se encontraban en Israel.

El ataque de anoche, cometido por un palestino de Cisjordania que murió tras ser abatido, es el tercero en una semana en Israel.

En total han muerto once personas en las tres agresiones, la cifra más alta que se registra en el Estado judío por estas circunstancias desde 2006.

El incidente de ayer siguió a un ataque con armas de fuego en la ciudad de Hadera el domingo, en el que murieron dos policías israelíes, y a otro con cuchillo el martes de la semana pasada en Beersheva, en el que fallecieron cuatro civiles.

Ambos ataques fueron reivindicados por Estado Islámico (EI), lo que no ha sucedido en relación con el tiroteo de ayer.

Tras el incidente de anoche las fuerzas de seguridad decretaron el estado de alerta máxima, el Ejército israelí desplegó refuerzos de tropas en Cisjordania ocupada y el primer ministro israelí, Naftali Benet, convocó para hoy el Gabinete de Seguridad.

“Una ola de terrorismo árabe asesino”, denunció ayer el primer ministro, Naftali Benet, sobre los eventos de la última semana, que llegan a días del comienzo este sábado del mes de Ramadán, un período que se suele caracterizar por un aumento de la tensión en la zona y hasta picos de violencia como el que desencadenó la escalada bélica con las milicias de Gaza en mayo del año pasado.

Este miércoles está prevista una reunión del Gabinete de Seguridad, en la que se espera se tomen medidas para detener esta serie de ataques, tras fuertes críticas contra las fuerzas de seguridad tanto desde la oposición como por parte de la población por no haber logrado evitar los episodios de la última semana.

Durante el día de hoy, el ministro de Defensa, Beny Gantz, ordenó el despliegue de 1,000 efectivos adicionales del Ejército en distintos puntos del país y en Cisjordania ocupada y, según medios, la Policía pidió al Gobierno que autorice un presupuesto para reclutar a 4.000 nuevos oficiales.

El ministro de Exteriores, Yair Lapid, señaló hoy durante una conferencia de prensa en Jerusalén con su homólogo austríaco que Israel “no dejará que los terroristas determinen su política” y llamó a “mantener la unidad y el autocontrol”.

La referencia a la unidad llega tras conocerse esta semana que los responsables de los ataques en Beersheva y en Hadera eran ciudadanos árabes de Israel, algo poco habitual y que presenta un desafío mayor a las autoridades.

Lo más destacado de esos incidentes, sin embargo, fue su reivindicación por parte del grupo Estado Islámico, algo casi sin precedentes en el país y que desencadenó una serie de redadas en ciudades árabes y la detención de 12 personas por presuntos lazos con el grupo terrorista.

Si bien responsable del ataque de anoche en Bnei Brak era un palestino de Cisjordania ocupada, el hecho de que consiguiera llegar hasta una ciudad en el corazón del país con un rifle de asalto hizo sonar las alarmas entre las fuerzas de seguridad sobre posibles cómplices dentro de territorio israelí.

Poco después del ataque de anoche, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abás, emitió un comunicado condenando el incidente y apuntó que esto “solo conduce a un mayor deterioro de la situación”, que dijo de por sí ya es inestable.

En un mensaje conciliador y poco habitual en las horas posteriores a un ataque, Abás apeló a buscar “una paz permanente, integral y justa” en la región.

En la misma línea, el rey de Jordania, Abdalá II, condenó hoy el ataque y alertó de que la violencia generada por el conflicto entre israelíes y palestinos “continúa ofreciendo un terreno fértil al extremismo en ambos lados”.

Las declaraciones del monarca tuvieron lugar tras una reunión hoy en Amán con el presidente israelí, Isaac Herzog, la primera de rango oficial y público que realiza un cargo presidencial israelí a ese país árabe.

Durante los últimos días, autoridades israelíes y palestinas han mantenido múltiples contactos con líderes jordanos, incluyendo una visita ayer de Gantz al rey en Amán -en la que abordaron la coordinación de seguridad de cara al Ramadán- y otra de Abdalá II el lunes a Ramala, donde dialogó con Abás sobre la situación actual del conflicto y la necesidad de avanzar hacia una “solución justa y completa”.

Si bien hasta el momento las facciones palestinas de la Franja de Gaza han mantenido la retórica habitual y celebrado los ataques sin amenazar con escalar la situación, miles de personas se manifestaron hoy en el enclave en ocasión del Día de la Tierra, en el que conmemoran la muerte de seis palestinos en 1976 en protestas contra la expropiación de tierras.

Las protestas, que estaba previsto se realizaran junto a la valla de separación con Israel, finalmente se llevaron a cabo en la zona opuesta del enclave, en lo que puede ser interpretado como un intento por no agravar más una situación ya bastante frágil.

Por su parte, Benet instó a aquellos civiles con licencia para portar armas a que las lleven consigo, tras una semana en la que tres ataques distintos causaron la muerte de 11 personas.

La instrucción del mandatario llega en un contexto de alerta máxima en Israel, que vivió esta semana una de las olas de ataques más graves desde la Segunda Intifada.

“Ciudadanos de Israel, esta no es nuestra primera ni nuestra segunda ola de terrorismo”, señaló Benet durante un discurso desde su residencia, donde se encuentra aislado tras ser hallado positivo a COVID-19.

“La sociedad israelí, cuando se la pone a prueba, sabe cómo mostrar compostura, permanecer resistente y estar a la altura de las circunstancias”, agregó, tras anunciar una serie de medidas para evitar que se produzcan más ataques.

Estas medidas incluyen, además, el refuerzo de la Policía con oficiales del Ejército, y el despliegue de múltiples batallones militares en puntos claves de Cisjordania ocupada y en la zona alrededor de la Franja de Gaza.

El anuncio del primer ministro llega poco después de que el ministro de Defensa, Beny Gantz, señalara que emplearán “todos los medios necesarios” para detener esta serie de ataques e informara que están “preparados para reclutar de inmediato a miles de reservistas que inundarán las calles” de Israel.

Estas declaraciones se producen menos de 24 horas después del último ataque, que tuvo lugar ayer en la ciudad de Bnei Brak, al norte de Tel Aviv, y en el que murieron cinco personas.

El incidente de ayer siguió a un ataque con armas de fuego en la ciudad de Hadera el domingo, en el que murieron dos policías israelíes, y a otro con cuchillo el martes de la semana pasada en Beersheva, en el que fallecieron cuatro civiles.

El clima de tensión que se vive en el país ha hecho sonar las alarmas de cara al inicio del mes sagrado musulmán de Ramadán, que comienza el próximo sábado y que se suele caracterizar por un aumento de la tensión en la zona.