Nairobi. La joven ingeniera keniana Nzambi Matee se enfrenta cada día a un enemigo omnipresente e ignorado por todos: el plástico. En su pequeña fábrica en Nairobi, pedacitos de botellas de leche, champú y bolsas de cereales son mezclados con arena, fundidos a alta temperatura y moldeados en forma de ladrillos.

“Estábamos cansados (de que no se hiciera nada). Los desechos plásticos no son un problema keniano sino global y, si no somos capaces de ofrecer soluciones prácticas, pedir a las personas que adopten una cultura del reciclaje puede ser un desafío”, explica a EFE Matee, de 29 años y fundadora de la empresa Gjenge Makers, que produce material de construcción sostenible con residuos plásticos.

Desde sus inicios en 2017, esta emprendedora y su equipo -ahora formado por cinco trabajadores a tiempo parcial y otros cinco a tiempo completo; con una capacidad para producir cerca de 1,500 ladrillos diarios- han logrado reciclar unas 20 toneladas de desechos plásticos.

EFE/EPA/Daniel Irungu
EFE/EPA/Daniel Irungu (Agencia EFE)

Solo en la ciudad de Nairobi, se estima que cada 24 horas se generan alrededor de 500 toneladas.

La idea inicial era recolectar restos plásticos para vendérselos a empresas de reciclaje locales, pero al acumular más cantidad de la que conseguían vender, decidieron intentar transformar ese plástico en apariencia inservible en ladrillos más duros que el propio hormigón.

“(Nuestros ladrillos) son tres o cuatro veces más resistentes que los de hormigón porque el plástico, al ser un material fibroso, crea menos bolsas de aire”, señala esta graduada en Física y Geofísica, especializada en Ciencias de los Materiales.

Para ella, el objetivo final es sencillo: crear un espacio fértil en el que pueda prosperar una economía circular alrededor del plástico al igual que ya sucede con otros materiales como el hierro, cuya chatarra casi siempre se reutiliza.

“El círculo de vida del metal está muy bien establecido: no se ven desechos porque se les ha dado un valor. Ese es mi deseo y plegaria para cualquier otro material ya sea plástico, desperdicios de alimentos, etc. que tengan un valor”, detalla.

“UN EMPUJÓN MORAL”

Matee, además, fue reconocida a mediados de diciembre como uno de los siete Jóvenes Campeones de la Tierra 2020, galardón con el que el Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA), con sede en Nairobi, reconoce la labor de organizaciones, científicos, activistas o emprendedores -menores de 30 años- capaces de promover un impacto transformador.

“(Estos jóvenes) nos demuestran que todos podemos contribuir (a erradicar problemas medioambientales) donde sea que estemos y con lo que tengamos a mano”, aseguró entonces la directora ejecutiva del PNUMA, Inger Andersen, quien destacó el papel clave de los jóvenes a la hora de ofrecer soluciones contra la crisis climática, la pérdida de biodiversidad y la contaminación.

“Este premio, por supuesto, ha generado publicidad y un mayor interés en nuestro producto, pero sobre todo, tanto para mi equipo como para mí, ha supuesto un empujón moral. Esa fuerza que te da que alguien te diga: ‘Veo lo que hacéis, lo valoro. ¡Seguid así!’”, exclama Matee, cuyo equipo está trabajando día y noche para pavimentar un bloque de viviendas con 14.600 ladrillos.

Según datos de Greenpeace, solo se recicla el 9 % de todo el plástico generado a nivel mundial, e incluso en los países desarrollados, la tasa de reciclaje de los desechos recolectados en viviendas no llega al 50 %.

Además, y pese a que Kenia es reconocida en todo el mundo por prácticas pioneras como la prohibición del uso de bolsas de plástico en 2017, organizaciones ambientalistas advierten de las consecuencias negativas que un posible acuerdo con EEUU -para importar cerca de 500 millones de toneladas de residuos plásticos al año- podría provocar en el país africano.

“El acuerdo (comercial) entre los dos países debe excluir cualquier importación de residuos plásticos a África Oriental”, dice a EFE Fredrick Njeuh, asesor político de Greenpeace África, y destaca que la Administración del presidente estadounidense, Joe Biden, se ha comprometido, una vez más, a incrementar los esfuerzos en la lucha contra el cambio climático.

Matee, al igual que otras voces críticas con la denominada “vieja normalidad” que exigen una recuperación verde pospandemia -una normalidad diferente-, considera que este es un buen momento para pulsar “el botón de pausa”.

“Los datos revelan que, durante la pandemia, las personas han vuelto a lo más básico: a cuidar los unos de los otros y a cuidar del medioambiente”, continúa la ingeniera keniana.

“Llevará tiempo, pero esta pausa y el cambio mental que ha provocado la covid-19 podría ser el comienzo de una generación más concienciada”, augura quien, desde la ajetreada área industrial de Nairobi, ya lidera este cambio a base de ladrillos.