La tarde del 2 de diciembre de 1993, un grupo de policías del Bloque de Búsqueda ubicó y abatió en Medellín al capo de la mafia Pablo Emilio Escobar Gaviria. Sin embargo, su muerte y sus excentricidades fueron el origen de una ‘herencia’ condenable en el ámbito de seguridad, cultural, político y ambiental.

Su vida delictiva inició con crímenes menores, luego le siguió un robo por el cual fue vinculado a un proceso penal por el hurto de un vehículo Renault 4, en 1974. Dos años después fue señalado por primera vez por el delito de narcotráfico, el 9 de junio de 1976.

Durante 17 años fue perseguido por las fuerzas de seguridad nacionales e internacionales, que intentaban capturarlo y extraditarlo a Estados Unidos, por crímenes de terrorismo y tráfico de drogas. Tras su muerte, muchos de sus socios quedaron en la sombra, promoviendo aún negocios ilícitos. El cartel se atomizó. las autoridades creen que Escobar fue responsable de más de 600 atentados terroristas que dejaron cientos de muertos y miles de heridos. Además de cercar a los medios de comunicación, los periodistas, los políticos, funcionarios judiciales y a miles de policías, trazó una línea de muerte entre quienes eran sus aliados y quienes eran sus enemigos. En la calle, varias personas de diferentes edades consultadas por EL TIEMPO coinciden en tres palabras para describirlo: violencia, dolor y muerte.

La ‘narcocultura’

Otra de las herencias execrables de Pablo Escobar es la llamada ‘narcocultura’, como la definen sociólogos e investigadores. Es básicamente el impacto que tiene el narcotráfico en distintas esferas de lo social, lo cultural y lo artístico, en donde se apropian y adaptan conductas, modelos de relacionamiento y patrones sociales. Desde la música, como los narcorridos, pasando por algunas series o dramatizados televisivos, hasta la corrupción, la idea del “dinero fácil” y la fabricación de belleza (construir cuerpos), para entrar a ciertos círculos sociales.

Según Julián Quintero, sociólogo, investigador y director de la corporación Acción Técnica Social, y de Échele Cabeza, “Escobar le dejó al mundo la imagen del narcotraficante contemporáneo y de la riqueza rápida a través de la violencia y el delito”. Así como el narcotraficante colombiano es el modelo a seguir de algunos criminales de la actualidad, Al Capone, un reconocido mafioso de Estados Unidos, hijo de padres italianos, fue el ídolo de Escobar. Al Capone fue traficante de alcohol en los años 20.

Precisamente, la hacienda Nápoles, el tesoro más preciado de Pablo Escobar, recibió su nombre en honor al criminal de origen italiano. Hoy Nápoles es un parque temático. Para Quintero, demoler el edificio Mónaco (lugar donde vivía la familia del jefe del cartel de Medellín), quitar una representativa avioneta (en la que se hizo el primer embarque de droga) que posaba en la entrada del parque, quemar propiedades del narcotraficante, matar hipopótamos, e incluso haberle impedido en su momento el acceso a Pablo Escobar a Estados Unidos, son acciones que exacerban la proliferación de esta cultura de lo narco.

La hacienda Nápoles, el tesoro más preciado de Pablo Escobar, recibió su nombre en honor al criminal de origen italiano, Al Capone.
La hacienda Nápoles, el tesoro más preciado de Pablo Escobar, recibió su nombre en honor al criminal de origen italiano, Al Capone. (El Tiempo / GDA)

Las narrativas de la narcocultura, según Quintero, tienen mayor incidencia en contextos de pobreza, exclusión, estigmatización y segregación, donde se tiene la sensación de que conseguir salir del ciclo de pobreza no es posible mediante vías legitimas.

A esto se suma el comercio de todo tipo. Las autoridades investigan la venta ilegal de hipopótamos a precios exorbitantes, en la zona aledaña a la hacienda Nápoles, donde supuestamente les roban las crías a las hembras y luego las venden a narcotraficantes que quieren perpetuar el recuerdo de Escobar o de parecerse un poco más a su ídolo. Y el otro comercio es el informal.

El Parque Temático Hacienda Nápoles recibe turistas a diario. Uno de ellos, Sebastián Gualteros, comenta que “a Escobar, en cuestión de memoria se le condena mucho, pero se le sigue sacando provecho a su imagen en lo comercial”. Esto, precisamente, al hablar de los vendedores de recuerdos, que se ubican en la carretera principal para vender productos alusivos al extinto capo como réplicas de su cédula, camisetas con su rostro y hasta maniquíes del narcotraficante. Y la avioneta, que ‘engalanaba’ la entrada de la hacienda Nápoles, ahora está en un museo para la memoria, construido en una parte interior del parque.

Los hipopótamos

Pero el capo no solo dejó destrucción. El 20 de marzo de 1981, la Aduana Nacional acusó a Escobar de tráfico ilegal por 85 animales salvajes que ingresaron al país desde Estados Unidos. Estos hicieron parte del singular zoológico que el narcotraficante tenía en la hacienda Nápoles, en el Magdalena Medio. Entre esos 85 animales se encontraba un grupo de cuatro hipopótamos africanos, tres hembras y un macho. En el 2019, había entre 65 y 80 de estos animales salvajes en cuerpos de agua asociados al río Magdalena, mientras que se estima que en el 2029 su presencia se extienda hasta 13.587 kilómetros cuadrados hacia el Norte del país. Eso quiere decir que habrá, por lo menos, 150 hipopótamos, según una investigación del Instituto Humboldt, la Corporación Autónoma Regional de las Cuencas de los Ríos Negro y Nare (Cornare) y la Universidad Javeriana.

Hipopótamos flotando en una laguna de la Hacienda Nápoles, donde Pablo Escobar supo tener un verdadero zoológico con animales exóticos, hoy convertida en un parque temático.
Hipopótamos flotando en una laguna de la Hacienda Nápoles, donde Pablo Escobar supo tener un verdadero zoológico con animales exóticos, hoy convertida en un parque temático. (The Associated Press)

David Echeverri López, biólogo de la Universidad de Antioquia, en Colombia, y jefe de oficina del área de biodiversidad en Cornare, explica que estos animales “tienen oportunidades gigantes de reproducirse con éxito al estar en lo que para ellos es un paraíso”.

No tienen depredadores naturales en la zona, como manadas de leopardos o leones; encuentran ecosistemas acuáticos necesarios para ellos, como ríos y humedales; y tienen suficientes recursos alimenticios, ya que las zonas destinadas a la ganadería extensiva –comunes en este territorio- les permiten encontrar grandes cantidades de hierba, puesto que al día comen alrededor de 35 kilos de pasto. Estas facilidades del ambiente también están generando un impacto en las especies nativas. Echeverri comenta que la especie en mayor riesgo son los manatíes, ya que “ambos comparten el mismo espacio geográfico, y este animal nunca tendrá cómo competir por recursos con un animal de casi tres toneladas que, además, es agresivo y territorial”. Otras especies que se han visto afectadas son las nutrias y los chigüiros. Actualmente se está trabajando en los procesos administrativos para buscarles un nuevo lugar a los mamíferos y también para intentar cerrar una historia dolorosa.