La carne de perro es el remedio contra hechizos, extrañas fiebres y dolores varios que padecen los camboyanos, que la compran en semiclandestinos puestos callejeros de Phnom Penh.

Sin llegar a levantar la pasión que su consumo desata en la vecina Vietnam, la carne de perro forma parte de la tradición gastronómica camboyana, aunque el aprecio por sus supuestas cualidades medicinales es una influencia de la cultura china.

"Tiene que ser de perro negro, sin ninguna mancha. Primero secamos la carne y después la bañamos en vino blanco, antes de cocinarla", explica a Efe Sau Pleth, el propietario de uno de los chiringuitos que compiten por la clientela que acude a una callejuela cercana al Estadio Olímpico a comprar esos guisos.

"Es buena para la salud, da fuerza", asegura Sau, a la vez que ensalza que se trata de "una carne sin compuestos químicos, ni hormonas como las que se emplean en la cría de pollos o cerdos".

El propietario del tenderete mantiene que la pieza de perro proviene de las provincias, sobre todo, de Kompong Cham, donde la gente está mas predispuesta a deshacerse de sus canes a cambio de algún dinero o útiles para el hogar, como cubos de plástico.

"No hay ninguna granja, el que nos trae la carne va a las casas y compra los perros a la gente", explica.

El trozo más codiciado por sus supuestas propiedades paliativas es el pene de perro, por el que el que aquellos camboyanos más desesperados pueden llegar a pagar hasta 20 dólares, una cantidad respetable para la economía hogareña.

"El pene es bueno contra los hechizos de un mago", afirma el dueño de este puesto en el que también se alecciona la forma práctica para romper el conjuro "cuando una mujer quiere recuperar a su marido que ha sido embrujado por otra mujer"

"En estos casos lo que hay que hacer es poner unos trozitos de pene de perro en la comida", explica el tendero.

A pesar de que su consumo en Camboya es legal y está más extendido de lo que parece, la administración metropolitana intenta que no llame la atención con la finalidad de evitar las protestas de los activistas comprometidos con la defensa de los animales.

"El jefe del distrito no permite que se hagan fotos", advierte malhumorada la propietaria de uno de los puestos de comida especializados en guisos a base de carne de perro.

Aún así, el dueño de la pitancería vecina se ofrece por cinco dólares a revelar todos los secretos, y acto seguido, recita de carrerilla cuales son sus especialidades culinarias.

"Las costillas se fríen, las patas y la cabeza se hacen a la parrilla, mientras que con las vísceras y los huesos preparamos un estofado", explica.

El consumo de carne de perro se ha popularizado durante los últimos años gracias a que su precio en los mercados es bastante más asequible que la de cerdo, pollo o ternera, que son las que compran la mayoría de los camboyanos que pueden pagarla.

El tendero Sau comenzó a vender carne de perro hace diez años y, tras constatar su aceptación, amplió después el negocio montando un restaurante al que no le falta la clientela.

"Hoy vendo unos dos perros al día, en total unos 20 kilos", apunta.

En los puestos de esta concurrida callejuela, un kilo de perro cuesta en torno a un dólar, un tercio de lo que se paga por la misma cantidad de cerdo.

"Aquí vienen sobre todo conductores de mototaxis y ciclotaxis que por 3.000 rieles (91 centavos de dólar) comen lo que quieren, y también personas a las que les encanta esta carne", dice el tendero.