Berlin.- Rainer Hoess tenía 12 años cuando se enteró que su abuelo fue uno de los peores asesinos múltiples de la historia.

El jardinero de su internado, un sobreviviente de Auschwitz, lo dejó cubierto de moretones tras enterarse que era el nieto de Rudolf Hoess, comandante del campo de concentración que fue sinónimo del Holocausto.

"Me golpeaba porque proyectaba en mí todo el horror que experimentó", dijo Rainer Hoess, encogiéndose de hombros y mostrando una sonrisa indefensa. "Una vez que uno es un Hoess, siempre será un Hoess. Sea el abuelo o el nieto el que es culpable, es culpable".

Por décadas, los alemanes confrontaron la era nazi de frente, pagando miles de millones de dólares en compensaciones, enseñando meticulosamente la historia del Tercer Reich en las escuelas y construyendo monumentos para conmemorar a las víctimas. La sentencia del jueves en Munich de John Demjanjuk, mecánico jubilado de Ohio, acusado de haber sido guardia en el campo nazi de Sobibor en Polonia demuestra que el Holocausto sigue estando al frente de la psique alemana.

Pero la mayoría de los alemanes ha eludido la posible participación de su propia familia en las atrocidades nazis. Ahora, más de 65 años después del fin del régimen de Hitler, un creciente número de alemanes trata de penetrar en los secretos familiares.

Algunos, como Hoess, han lanzado una obsesiva búsqueda solitaria. Otros buscan ayuda en seminarios y talleres que han surgido en toda Alemania con el fin de brindar apoyo psicológico y asesoría en investigación.

"Vista desde afuera, la tercera generación lo ha tendido todo prosperidad, acceso a la educación, paz y estabilidad", dijo Sabine Bode, que ha escrito libros sobre el peso del Holocausto en las familias alemanas hoy en día. "Aun así crecieron con muchos secretos no revelados, sintieron la carga del silencio en sus familias que en ocasiones iba acompañado de una falta de calidez emocional y vagas ansiedades".

Al igual que otros, Hoess tuvo que superar una fiera resistencia dentro de su propia familia, que prefería que "no hurgara en el pasado". Sin inmutarse, pasó horas de soledad investigando sobre su abuelo en los archivos y en internet.

Rudolf Hoess estuvo a cargo de Auschwitz de mayo de 1940 a noviembre de 1943. Regresó a Auschwitz por un breve periodo en 1944 para vigilar el asesinato de cerca de 400.000 judíos húngaros en las cámaras de gas del campo en menos de dos meses.

Después de la guerra, Hoess se ocultó en su granja en el norte de Alemania; eventualmente fue capturado y colgado en 1947, frente a su antigua residencia en terrenos de Auschwitz.

"Cuando investigué y leí sobre los crímenes de mi abuelo, terminé destrozado", dijo Hoess durante una entrevista reciente en su hogar en una pequeña villa de la Selva Negra del sureste de Alemania.

Cuando era joven, comenta, trató de suicidarse en un par de ocasiones. En años recientes sufrió tres ataques cardiacos y de asma, que dice que empeoran cada vez que hurga en el pasado nazi de su familia.

En la actualidad, dice Hoess, ya no siente culpa, pero la carga del pasado siempre pesa sobre él.

"Mi abuelo fue un asesino múltiple algo de lo que sólo puedo sentirme avergonzado y triste", dijo el chef de 45 años y padre de dos niños y dos niñas. "Sin embargo, no quiero cerrar los ojos y pretender que nada de esto ocurrió, como lo sigue haciendo el resto de mi familia. Quiero detener la maldición que desde entonces cayó sobre mi familia, por mi propio bien y el de mis hijos".

Hoess perdió contacto con su padre, hermano, tías y primos, que lo consideran un traidor. Con frecuencia, la gente lo mira con desconfianza cuando les habla sobre su abuelo "como si yo pudiera haber heredado su maldad".