El vuelo 2751 de la aerolínea brasileña Azul se convirtió en un verdadero pandemonio en la madrugada del jueves, cuando sus 132 pasajeros debieron abandonar el avión por una alarma de explosión inminente.

Los momentos de terror se vivieron en la pista del Aeropuerto Internacional Merechan Rondón de la ciudad brasileña de Cuiabá, Mato Grosso, al suroeste del país, cuando la aeronave que estaba a punto de despegar con todos sus pasajeros a bordo debió frenar de repente.

Tras la detención, cerca de las dos de la madrugada, la tripulación emitió una alarma e indicó a los viajeros que abandonaran rápidamente el Airbus 320 cuyo vuelo estaba programado para aterrizar en San Pablo.

Las personas, entre ellos niños y ancianos, debieron lanzarse fuera de la nave por chorreras de emergencia cuando todavía estaban encendidas las turbinas del avión, informó el sitio brasileño Metrópoles.

En uno de los videos del hecho puede verse cómo el pánico se apodera de los pasajeros, que se atiborran en el pasillo buscando la salida más próxima. Según publicó RT, el aeropuerto debió paralizar sus labores durante más de dos horas.

La empresa que administra la terminal Aeropuertos Centro Oeste (COA) informó que, durante la evacuación, resultaron heridos varios pasajeros con abrasiones leves y que dos mujeres, una de ellas embarazada, fueron llevadas a un hospital, informó el medio local JP.

En un comunicado de prensa difundido ayer por la aerolínea brasileña, propiedad del empresario estadounidense David Neeleman (fundador de JetBlue), informaron que la compañía continúa brindando todo el apoyo necesario a sus clientes y que lamentan lo sucedido.

De acuerdo con la explicación oficial, la aeronave tuvo que abortar el despegue por una falla eléctrica. Por esta razón, el comandante ordenó desalojar el avión, que ahora se encuentra en mantenimiento y bajo investigación.

Los inquietantes testimonios de los pasajeros

La pasajera Juliana Amorim denunció que durante la evacuación tuvieron dificultades para abrir una de las puertas de emergencia, y que el tobogán trasero tuvo problemas para desplegarse durante el escape, según publicó el medio local G1.

Las azafatas empezaron a decir que el avión iba a explotar, que había que evacuar el avión y eso desató la desesperación. Nadie podía abrir la puerta”, recordó Amorim.

Además, contó que vio mucha gente herida ya que el tobogán trasero no llegó a tocar el suelo. “Cuando bajé por el tobogán la turbina estaba encendida, quizá por eso el tobogán no abrió del todo” y “hubo personas que se cayeron desde arriba”, reveló.

“La gente empezó a empujar y yo estaba con un niño. Todos bajaron por el tobogán, detrás de la turbina. Bajé, dejé a mi bebé y volví a buscar a mi esposa y ella se cayó y se lastimó. Otra mujer se rompió el pie y una mujer embarazada se sintió muy mal. Solo había una ambulancia”, dijo Wenderson Campos, otro pasajero que viajaba con su familia.

Campos indicó que todo comenzó cuando el avión frenó bruscamente. En ese momento comenzó a circular humo y olor a quemado dentro del fuselaje. Fue cuando la azafata empezó a gritar para que todos abandonaran la nave cuanto antes.

“La gente no sabía lo que había sucedido y no sabía cómo transmitirnos lo que estaba pasando”, dijo la esposa de Campos, Natalya do Nascimento Campos, al mismo medio.