LA CALERA, Chile.- En medio de aplausos y el ondear de banderas palestinas fueron recibidos el domingo los primeros 39 de 117 refugiados palestinos que huyeron de la violencia en Irak y fueron acogidos por Chile.

Los refugiados, entre ellos 21 niños, pertenecen a ocho familias que vivieron durante dos años en el campamento Al Tanf de Naciones Unidas en la frontera de Iraq y Siria junto a otros 700 palestinos desplazados de Irak.

Los recién llegados vivirán en esta localidad agrícola a 110 kilómetros al noroeste de Santiago, que tiene una fuerte colonia de origen árabe.

Otros tres grupos serán recibidos próximamente en la ciudad de San Felipe, al norte de Santiago, y en dos comunas de la capital.

Cientos de personas se congregaron en la plaza central de La Calera, en una ceremonia de bienvenida a los palestinos encabezada por el subsecretario del Interior, Felipe Harboe, y la representante diplomática palestina Mai Al-Kailh.

"Que el sufrimiento sea parte del pasado, y que Chile sea fuente de su nueva felicidad", dijo Harboe al saludar a los palestinos a nombre del gobierno.

Un grupo folclórico los recibió con interpretaciones de la cueca, el baile tradicional chileno, y un coro infantil interpretó el himno palestino, mientras lentamente era izada la bandera de esa colectividad.

El alcalde la ciudad, Roberto Chauán, cuyo abuelo llegó a estas tierras desde Palestina hace 100 años, los saludó diciendo "en ustedes, volvemos a vivir la aventura de ser inmigrantes".

El sacerdote Rodrigo Tupper, que representa a la Vicaría de la Iglesia Católica que ayudará a la adaptación de los refugiados, agregó que "las puertas de nuestro corazón se abren para ustedes en este Chile, país de acogida".

En representación de los refugiados, Tame Jalifa, dijo a través de un intérprete que "tenemos confianza que aquí podremos vivir en paz y no los decepcionaremos a ustedes."

Los refugiados se mostraron tranquilos, pero con señales de agotamiento tras el viaje desde Damasco. Respondían con sonrisas a los aplausos y abrazos de los residentes locales. Las mujeres cubrían su cabeza con el tradicional velo musulmán y algunos hombres lucían el típico paño cuadriculado llamado hatta. La mayoría llegaron ataviados con ropa gruesas, en una ciudad que los recibió con temperaturas cercanas a los 30 centígrados.

Los 39, incluidos 23 niños, constituyen ocho familias que fueron instaladas inicialmente en sendos departamentos de tres dormitorios en el centro de la ciudad, por los que no pagarán alquiler por algún un tiempo.

Durante dos años, cada familia recibirá un subsidio cercano a los 500 dólares, además de vivienda, atención de salud y educación para los niños.

Las primeras semanas serán destinadas a cursos intensivos del idioma español, exámenes médicos, entrega de documentos y otros aspectos necesarios para su adaptación a la nueva vida.

La llegada del grupo es resultado de un trabajo realizado por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, el gobierno chileno y la Iglesia Católica.

Tras la recepción, los refugiados fueron agasajados por la comunidad con una recepción que incluyó comidas típicas chilenas y árabes.