Ciudad del Vaticano. El vicario de Custodia de Tierra Santa, el franciscano Ibrahim Faltas, asegura que hay “60,000 mujeres embarazadas padecen hambre y desnutrición” en Gaza, donde “se realizan cesáreas sin anestesia” y donde los niños “se están muriendo de hambre”.

“No podemos cerrar los ojos y el corazón ante los niños hambrientos y asustados. No podemos permanecer indiferentes ante el hecho de que 60,000 mujeres embarazadas en Gaza padecen hambre y desnutrición en su delicada e importante condición: dar la vida. Ayer celebramos el Día de la Mujer, pero en Gaza hay 9,000 mujeres asesinadas desde el comienzo de la guerra”, asegura en declaraciones a la agencia religiosa SIR.

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Faltas, que ha viajado a Italia para acompañar a los niños gazatíes hospitalizados en Italia gracias al compromiso del Gobierno italiano y varias asociaciones humanitarias, recordó que “en esta guerra que devasta la Tierra Santa han muerto tantos niños y tantas mujeres. Muchos niños son huérfanos, muchas madres han perdido a sus hijos”.

Los muertos en la Franja de Gaza superan los 30,900 en cinco meses de guerra, mientras que el hambre se ha empezado a cobrar vidas en el norte del enclave en las últimas semanas y ayer murieron en el hospital Shifa de ciudad de Gaza tres bebés más por malnutrición y deshidratación.

Las víctimas mortales por hambruna se elevan así a 23, la mayoría bebés, pero también un anciano y un adolescente de 15 años, anunció el Ministerio de Sanidad.

“La humanidad caerá en un abismo si no satisface las necesidades primarias de los indefensos. Los niños de Gaza carecen de comida y, como muchos otros niños del mundo, se están muriendo de hambre. Muchos quedaron huérfanos y muchos se convirtieron en adultos rápidamente. Las mujeres que arriesgan su vida para dar la vida tienen derecho a ser protegidas y protegidas”, explica.

El fraile franciscano recuerda que “las mujeres de Gaza dan a luz en malas condiciones higiénicas y con pocas fuerzas. Realizan cesáreas sin anestesia en hospitales sin electricidad, agua y medicinas” y pide medidas concretas para no decir los niños que “su hambre debe esperar hasta que los poderosos del mundo hayan dado permiso para alimentarlos o el consentimiento indiferente y silencioso para hacerlos morir de hambre”.

“Muchos de estos pequeños -añade- se están comportando como adultos para ayudar a quienes más los necesitan. Escucho sus historias, leo sus historias y trato de entender cómo algunos adultos no sienten la necesidad de detenerse, de ayudar, de no cometer más injusticias”.

“¿Cómo borrar el trauma de alguien que ha estado bajo los escombros y se ha salvado mientras otros miembros de su familia han muerto junto a él? ¿Cómo consolar a ese niño de pocos años que trata de consolar a su madre que ha perdido a otro hijo?”, se pregunta.